Jos¨¦-Miguel Ull¨¢n, poeta
Autor de una obra radical, inteligente y disconforme
Es una devastaci¨®n. El viernes fue Rafael Conte, el s¨¢bado Jos¨¦-Miguel Ull¨¢n. Los junt¨® Par¨ªs, una pasi¨®n para ambos; y los ha juntado la horrible casualidad de la muerte. El s¨¢bado incineraron a Conte, el mismo d¨ªa por la noche, muri¨® Jos¨¦-Miguel Ull¨¢n, un poeta radical, inteligente y disconforme, cuya obra exigente se hizo (como hicieron sus obras Augusto Monterroso o Juan Rulfo) tachando; Ull¨¢n fue disconforme con todos los t¨®picos de la escritura, y cuando ¨¦l se sent¨ªa presa de su propia convenci¨®n, que nac¨ªa siempre de una ruptura, tambi¨¦n se tachaba a s¨ª mismo.
Par¨ªs no s¨®lo fue para Ull¨¢n, que hab¨ªa nacido en Villarino de los Aires (Salamanca) en 1944, un destino literario, sino un refugio; cuando le toc¨® hacer el cuartel, en pleno franquismo duro, se fue a Francia, y all¨ª se mantuvo; escribi¨® poemas cada vez m¨¢s exigentes, hizo un periodismo igualmente radical, descubri¨® a gente como Marguerite Duras o Julio Cort¨¢zar, o Severo Sarduy, u Octavio Paz, y puso en pie una corresponsal¨ªa ins¨®lita, para El Norte de Castilla de su amigo Miguel Delibes, y para El D¨ªa de Tenerife, y para Triunfo y para Destino.
Su escritura exigente se hizo tachando, como lo hicieron Rulfo y Monterroso
En los tiempos de mayor penuria, las autoridades francesas le exig¨ªan que demostrara que viv¨ªa del dinero espa?ol, y que recib¨ªa estipendios, e iba viviendo. Era un periodista ejemplar: puntual, exacto, tuvo desde siempre la exigencia de la calidad, y aunque mantuvo (tanto en la prosa como en la poes¨ªa) aquella obligaci¨®n de romperse la mano antes de publicar un t¨®pico, consigui¨® una escritura muy f¨¦rtil para sus lectores, espl¨¦ndidamente informada, m¨¢s informada que la de nadie en aquellos tiempos de penoso, o esforzado, periodismo cultural.
Su trabajo principal fue en la Radiotelevisi¨®n Francesa, en la ¨¦poca de Ram¨®n Chao, Severo Sarduy, Montxo Goicoetxea, y Emilio S¨¢nchez-Ortiz, entre otros; consigui¨® en ese tiempo un clima raro en Par¨ªs. ?l ten¨ªa, por su naturaleza inteligente, ensimismada a veces, pero discursiva otras, el aire de un l¨ªder; no pasaba una; si ¨¦l mismo se tachaba, los dem¨¢s sab¨ªan que tampoco se iba a comprometer en la aprobaci¨®n de cualquier texto. Sus a?os de Par¨ªs acabaron cuando Franco acab¨®, y ¨¦l regres¨® a Espa?a, a cumplir, en Tenerife, con el cuartel que le hab¨ªa quedado pendiente. Y fue, en 1976, un soldado tard¨ªo; ¨¦l, que amaba hacer happenings po¨¦ticos (hizo uno muy c¨¦lebre en M¨¦xico, en 1973, en el homenaje del exilio y del exilio interior a Le¨®n Felipe), tom¨® ese periodo extra?o de su vida (un veterano recluta) como una de las paradojas de su vida: un tipo de Villarino, el pueblo que tanto am¨®, y que tan enraizado est¨¢ en el aire de sus poemas, trasplantado de Par¨ªs a Tenerife en una huida circular de lo que significaba para ¨¦l la Espa?a de Franco, que a¨²n coleaba.
Su poes¨ªa sigui¨® marcando como el eco de una tachadura, como una voluntad ¨¦tica que nac¨ªa de la est¨¦tica, de una asombrosa esencialidad. Hay un verso que anoche manejaban Manuel Ferro, su compa?ero de hace m¨¢s de treinta a?os, y su esposo desde 2007, su hija Eva (Alba es su otra hija, es la madre de su nieto Alejandro) y sus amigos los poetas Miguel Casado y Olvido Garc¨ªa Vald¨¦s; quer¨ªan unas palabras para el epitafio de Jos¨¦-Miguel, y entre todos coligieron que deb¨ªa ser unos versos que ellos se sab¨ªan de memoria, como un eco que resume la biograf¨ªa y la verdad ¨¦tica de la poes¨ªa de Ull¨¢n: "Vive en verdad por los adioses anda troncha los lazos que al abismo te unen urde el borr¨®n y cuenta nueva diles que no hay m¨¢s raza que el azar que no hay m¨¢s patria que el dolor que todo/ que todo es fr¨¢gil y la muerte incluso".
As¨ª, sin puntos, esa poes¨ªa para respirar fuera de patrias y de alambres, hecha sin otra frontera que lo que el sue?o le iba dictando, y tambi¨¦n su poderosa inteligencia de s¨ªntesis po¨¦tica.
Con una poes¨ªa as¨ª, sint¨¦tica, desconfiada de la grandilocuencia, transida de la sequedad transl¨²cida de Samuel Beckett y de la voluntad cultural, de referencias, de Octavio Paz, uno pensar¨ªa que Ull¨¢n era un contemplativo de la ra¨ªz hist¨®rica de la poes¨ªa, un poeta quieto. Y no. Fue un activista cultural. Lo fue en Par¨ªs, lo iba a ser en Espa?a. Con Manuel Ferro cre¨® una editorial, organiz¨® y comisari¨® exposiciones (el arte latinoamericano fue objeto de su deseo m¨¢s ¨ªntimo de explorador del mundo), y con Manuel tambi¨¦n fue un editor exquisito, de nuevo radical en sus gustos y en sus formulaciones, tanto ¨¦ticas como est¨¦ticas. Aplic¨® esa pasi¨®n editorial a sus propios libros, que en muchos casos (incluida la edici¨®n de su poes¨ªa completa, Ondulaciones, publicada por Galaxia Gutenberg, prologada por Miguel Casado) parecen objetos que ¨¦l conceb¨ªa para que la letra se prolongara en el dibujo e incluso en el silencio de los blancos.
Y fue periodista, otra vez radical. Los que convivimos con ¨¦l en el largo tiempo que escribi¨® para EL PA?S sab¨ªamos de la pulcritud revolucionaria de sus textos; escribi¨® de poes¨ªa y de variedades; puso en pie el pop espa?ol de la posguerra, redescubri¨® a Miguel de Molina, y por esa v¨ªa reconstruy¨® un periodo de Espa?a al que ¨¦l le dio la dignidad propia de la memoria y de la poes¨ªa.
Y entrevist¨®. Para la radio, para la televisi¨®n, para la prensa. Trabaj¨® con nosotros, y tambi¨¦n para Cambio y Diario 16, y para Abc. Era un entrevistador implacable; no quer¨ªa de los entrevistados las palabras; su voluntad era trasladar al papel lo m¨¢s inasible de la mirada. Es decir, era un poeta que jam¨¢s cej¨® en su empe?o de convertir la vida, tambi¨¦n, en una especie de cofre multicolor en el que todo fuera equivalente a su manera de concebir la escritura: como una tachadura pero tambi¨¦n como un monumento. Exquisito, peque?o, exclusivo, pero un monumento puesto, acaso, como un tesoro hallado en Villarino.
No hay m¨¢s patria que el dolor. Extra?a esta devastaci¨®n. Dijo el s¨¢bado Olvido Garc¨ªa Vald¨¦s, su amiga: "Era una persona excepcional". Lo era.
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