De Carrasco a Muniesa
Por vez primera, el Bar?a afronta una final sin dramatismo y con confianza
Al poco de llegar al Barcelona, en 1998, Kluivert pregunt¨® a un periodista durante una visita al museo del club: "?Cu¨¢ntas Copas de Europa tiene el Bar?a". "?Una?", se plante¨® tras la respuesta; "?y qu¨¦ hago yo en un equipo que s¨®lo tiene una? No me lo puedo creer. La sensaci¨®n que transmite por impacto, ruido, estadio, historia y futbolistas es que presume de varias". El Ajax hab¨ªa conquistado tres temporadas antes su ¨²ltima Liga de Campeones, el cuarto trofeo europeo del club de Cruyff, con un gol precisamente de Kluivert cuando ten¨ªa 18 a?os.
Hoy, once a?os despu¨¦s, han desaparecido las urgencias hist¨®ricas en el Bar?a, como las calific¨® Menotti en ¨¦pocas de penuria, y el equipo se medir¨¢ al Manchester United sin deudas ni hipotecas, esclavo s¨®lo de su f¨²tbol, muy por encima del culto a cualquiera de sus estrellas, desde Kubala hasta Ronaldinho, a la par incluso con el campe¨®n ingl¨¦s respecto a los t¨ªtulos en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Tiempos de bonanza en el Camp Nou. Las finales ya no son un ejercicio de supervivencia, sino un acto de afirmaci¨®n en el mejor de los escenarios mundiales.
Ya han desaparecido las urgencias hist¨®ricas de las que hablaba Menotti
Ahora es el club el que debe cuidar al equipo ante las elecciones del pr¨®ximo a?o
Y es que el Bar?a, fundado en 1899, disputar¨¢ ma?ana su sexta final de la Copa de Europa, la cuarta en los ¨²ltimos 17 a?os, detalle revelador para entender que el equipo ha alcanzado su mayor¨ªa de edad despu¨¦s de un largo tiempo en el que el protagonismo recay¨® en la instituci¨®n y su leyenda de m¨¦s que un club. Ninguna final se hab¨ªa afrontado con la madurez y serenidad de la actual. El Bar?a ha encontrado en Roma el camino para competir por la Copa con naturalidad y sin dramatismos ni traumas. Ahora es la entidad la que debe cuidar del equipo ante las elecciones de 2010.
Funciona el Bar?a como un reloj, de manera que no hay dudas sobre el modelo de juego ni se esperan consecuencias en funci¨®n del resultado, sino que se aguarda la final con la emoci¨®n propia de un torneo ¨²nico y singular a partir del cual se puede explicar la trayectoria del club. Incomparable en el inicio de los cincuenta, cuando alrededor de Kubala organiz¨® un equipo que gan¨® las cinco copas en litigio, especialmente la Latina (1951-52), anticipo de los torneos europeos, al Bar?a le llev¨® a?os ser alguien en Europa.
No alcanz¨® la final hasta 1961, despu¨¦s de eliminar por vez primera del torneo al Madrid con un gol c¨¦lebre de Evaristo, y acab¨® por claudicar ante el Benfica (2-3) en un partido maldito para el barcelonismo: los palos escupieron cinco remates azulgrana y Ramallets se venci¨® en un gol deslumbrado por el sol. "Somos los campeones de la desgracia", concluy¨® el entrenador, Orizaola. La derrota ratific¨® la marcha de Su¨¢rez al Inter, confirm¨® la precaria situaci¨®n econ¨®mica del club y desencaden¨® una ¨¦poca de mucha tristeza, victimismo y mala gesti¨®n. Al barcelonismo, en cualquier caso, le queda la sensaci¨®n de haber dejado huella en Berna porque desde entonces los postes pasaron de ser cuadrados a redondos.
Los azulgrana tardaron 25 a?os (1986) en volver a una final y fue para perder en un partido nuevamente fatalista, incapaces de ganar en un terreno amable como el de Sevilla a un rival menor, el Steaua. Aunque Urruti par¨® dos tiros desde los 11 metros, el Bar?a no pudo batir a Ducadam ni en la tanda de penaltis. Perdi¨® el Bar?a la Copa y, por extensi¨®n, a Schuster y, con el tiempo, a Venables y su f¨²tbol brit¨¢nico.
Hasta que Cruyff lleg¨® al banquillo, tras perder la Copa de Europa como jugador ante el Leeds de Bremer en la semifinal del d¨ªa de Sant Jordi (1973-74), el Bar?a no se soprepuso a la maldici¨®n de los postes y los penaltis. Jug¨® por vez primera sin complejos, con los jugadores discutiendo cu¨¢ntos escalones se interpon¨ªan entre el campo y la tribuna de Wembley, y alcanz¨® por fin la Copa (1992) frente al Sampdoria. Vencido el miedo y ganada la gloria, el problema fue de estrategia. Dos a?os despu¨¦s (1994) sali¨® goleado de Atenas, abatido por un Milan al que menospreci¨® con una comparaci¨®n: "Ellos tienen a Desailly y nosotros a Romario".
La salida de Zubizarreta expres¨® la muerte del dream team en Grecia. La portera de Josep Lluis N¨²?ez se hizo m¨¢s famosa que Cruyff y ya no hubo m¨¢s paz social ni deportiva hasta el triunfo presidencial de Joan Laporta en 2003. Laporta, cruyffista radical, recuper¨® el esp¨ªritu del equipo campe¨®n en Londres y reconquist¨® el trofeo en Par¨ªs con Ronaldinho como el mejor del mundo (2006). Los t¨ªtulos atontaron a la figura, al entrenador y al presidente y un a?o despu¨¦s se firm¨® una claudicaci¨®n que acab¨® en una moci¨®n de censura. Hasta que se ha presentado Pep Guardiola como s¨ªntesis precisa del m¨¦s que un club y del dream team.
A diferencia de los t¨¦cnicos de la casa que funcionan como recambio de urgencia ante el fracaso de los t¨¦cnicos con una receta universal, Guardiola es una apuesta con todas las de la ley, nada que ver con el papel de Quimet Rif¨¦ en la Recopa de Basilea 1979, una de las finales m¨¢s emotivas del barcelonismo por su capacidad de movilizaci¨®n social. Rif¨¦ fue una soluci¨®n temporal a un grave problema estructural de la misma manera que Carrasco funcion¨® entonces como apuesta de N¨²?ez. Hoy, en cambio, Guardiola tiene decidido hasta el nombre de la futura estrella: Marc Muniesa.
Muniesa tiene 17 a?os, uno menos que Thiago, el hijo de Mazinho, otra de las figuras de la cantera de un Bar?a que se enfrentar¨¢ al Manchester United con siete futbolistas formados en los equipos inferiores, algo jam¨¢s visto en la Copa de Europa desde que la ganara el Ajax de Van Gaal con un gol de Kluivert. El plan del Bar?a ya no depende de un resultado, sino que ha alcanzado la plenitud futbol¨ªstica.
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