Respuesta inteligente

Pese a las alarmas que han encendido, las pruebas nucleares y de misiles realizadas por Corea del Norte no son una sorpresa. Suponen la culminaci¨®n de la creciente beligerancia desplegada por el pa¨ªs asi¨¢tico desde hace meses.

Para Pyongyang, el objetivo expreso de su segunda prueba nuclear es, como ya dijo en 2006, fortalecer su capacidad de disuasi¨®n para la autodefensa, pero la tesis no se sostiene. De hecho, le sobran medios de disuasi¨®n con su Ej¨¦rcito (m¨¢s de un mill¨®n de soldados, el cuarto mayor del mundo), sus misiles (que pueden llegar a Tokio) y su artiller¨ªa (que puede bombardear Se¨²l). En realidad obedece a causas bien distintas: protestar por las sanciones impuestas en abril, llamar la atenci¨®n de la Administraci¨®n Obama, ocupada en asuntos m¨¢s serios (como Afganist¨¢n, Pakist¨¢n o Ir¨¢n), mantener vivo el chantaje nuclear de los ¨²ltimos a?os y consolidar la posici¨®n pol¨ªtica de Kim Jong-il y de su familia dentro de Corea del Norte.

La prueba nuclear no es grave por sus implicaciones militares inmediatas, puesto que los norcoreanos no saben miniaturizar cabezas nucleares para colocarlas en misiles (aunque, a este ritmo, quiz¨¢ lo acaben consiguiendo). Pero supone una violaci¨®n directa de la resoluci¨®n 1.718 de Naciones Unidas, aprobada en 2006, y, sobre todo, es un paso m¨¢s en la nuclearizaci¨®n del pa¨ªs. Tal cosa aumenta los peligros de eventuales accidentes en instalaciones vetustas y, sobre todo, los riesgos de proliferaci¨®n activa, esto es, de transferencia de bombas, material o conocimientos nucleares a otros Estados y, lo que es m¨¢s preocupante, a grupos terroristas. Adem¨¢s, da argumentos a quienes, en Tokio o Se¨²l, reclaman que Jap¨®n o Corea del Sur se doten tambi¨¦n de armamento nuclear, lo que podr¨ªa provocar as¨ª una proliferaci¨®n pasiva.

Con todo, la respuesta de la comunidad internacional debe ser inteligente, porque de nada sirve imponer sanciones muy estrictas que a¨ªslen a¨²n m¨¢s al r¨¦gimen y le impulsen a seguir probando armas nucleares y misiles. Adem¨¢s hay que salvaguardar el proceso de conversaciones a seis bandas, haciendo que Pyongyang vuelva a sentarse a la mesa. Junto con las sanciones, debe pues haber nuevas iniciativas diplom¨¢ticas para conseguir la desnuclearizaci¨®n. ?sta, al contrario de lo que afirman algunos analistas, no es imposible. Pyongyang, hay que insistir en ello, no necesita armas nucleares para evitar un ataque o una invasi¨®n de EE UU. Y la desnuclearizaci¨®n es necesaria para evitar que se alteren los delicados equilibrios estrat¨¦gicos de una regi¨®n, la de Asia nororiental, que representa, entre otras cosas, la sexta parte de una econom¨ªa mundial en plena crisis y a la que estos sobresaltos no sientan nada bien.

As¨ª, Washington deber¨ªa intentar resolver de una vez este asunto, que se arrastra desde 2002. Y, desde luego, no deber¨ªa infravalorarlo. Por ejemplo, ha recibido cr¨ªticas que el embajador especial para Corea del Norte, Stephen W. Bosworth, lo sea a tiempo parcial (sigue siendo decano de la Fletcher School, de la universidad Tufts).

Pablo Bustelo es investigador principal (Asia-Pac¨ªfico) del Real Instituto Elcano.