Dioses, diablos, fieras y libros
?bamos al Retiro para montar en bici o subir a las barcas. Despu¨¦s volvimos para darnos la fiesta en tiempos de sexo sin p¨ªldoras. Y casi sin sexo. Tambi¨¦n ¨ªbamos a la Casa de Fieras. La vuelvo a recordar gracias a Gonzalo Hidalgo Bayal, novelista esencial que nos descubri¨® Rafael Conte. La evoca en uno de los paseos madrile?os que su tribu de provincias, m¨¢s ebrios que beatos, hacen por aquel lugar que tambi¨¦n nos hizo so?ar con cabalgar a lomos de elefantes africanos. Para eso sirve la literatura, para imaginarnos juglares, profesores de lat¨ªn sin vocaci¨®n de padres, ni de hijos, tal vez s¨®lo de esp¨ªritus no tan ¨¢speros.
Necesitamos la literatura para ser dioses, diablos, asesinos, v¨ªctimas o n¨¢ufragos. Para ver, como William Blake, "un mundo en un grano de arena". Sentarse cerca del ?ngel Ca¨ªdo -"a "menudo el Infierno he deseado, por que me aliviara del cielo"- y disponerse a leer sus poemas, por ejemplo, la Instrucci¨®n espartana: "Ac¨¦rcate, hijo m¨ªo, y cu¨¦ntame lo que all¨¢ ves: Veo a un tonto enredado en una trampa religiosa". Y quiz¨¢ seguir con la Respuesta al cura: "?Por qu¨¦ no aprendes paz de las ovejas?: Porque no deseo que usted me esquile". Un placer santificar el domingo con lecturas tan purificadoras de las fatales influencias de los traficantes de reba?os.
La literatura nos convierte en asesinos, v¨ªctimas o n¨¢ufragos y nos conduce a mundos desaparecidos
Lecturas que nos llevan a mundos extinguidos. Al rescatado universo de Bearn, esa sala de mu?ecas que Lloren? Villalonga -entonces Lorenzo, refinado burgu¨¦s aristocr¨¢tico, colaboracionista con el fascismo, afrancesado y cobarde- supo contar como nadie. Unas vidas de nobles enso?aciones, con adulterios, asesinatos y rosacruces. Decadentes y elegantes seres de un final de raza que no quer¨ªa perder sus privilegios. Y al lado de Bearn, las diab¨®licas noches y d¨ªas de la guerra en isla tan refinada, tan pl¨¢cida, pero que en los primeros d¨ªas sangrientos fue capaz de aliarse con el mismo Diablo para matar en nombre de Dios. Tiempos terribles que cuenta Dalmau en forma de novela donde aparecen con nombre y apellidos historias que algunos pretenden olvidar para seguir viviendo a la sombra, entre gatos y curas. No leer ni al cat¨®lico Bernanos que ya lo escribi¨® en Los cementerios bajo la luna.
No todo son tragedias. Tambi¨¦n est¨¢ lo otro. Como recuerda en sus escritos pornogr¨¢ficos el snob Boris Vian, el escritor Havelock Ellis ten¨ªa raz¨®n: "Los adultos necesitan una literatura obscena como los ni?os necesitan los cuentos de hadas, a modo de alivio contra la fuerza opresiva de las convenciones". Terminar¨¦ la adictiva novela de Coe La lluvia antes de caer y, antes de las lluvias, vuelvo a las obscenidades. ?Estar¨¢ bien esa novela de Dessal? Comienza con dos j¨®venes muertas, mientras su compa?era de piso, una rubia hermosa, masturba a un cerdo en directo en un late show brit¨¢nico. En un rato despejo incertidumbres.
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