La mala muerte de un desesperado
Miguel Berlanga, el hombre que fue linchado a pedradas y golpes tras intentar robar en un local de juegos recreativos de M¨¢laga, llevaba en paro dos meses
No puede ser Miguel. Aquel hombre que el mi¨¦rcoles intent¨® atracar un sal¨®n de juegos recreativos en M¨¢laga, no puede ser el padre de familia de la barriada obrera de la Luz que "trabajaba como un burro" y al que era habitual ver con su hijo Pablo, de ocho a?os, montado en bicicleta, y con el peque?o, de tres, cargado en los hombros.
Pero el hombre que aquella noche hu¨ªa a la desesperada de un grupo de personas que gritaban "al ladr¨®n" y que termin¨® muerto y apaleado en el pavimento de la calle Pac¨ªfico s¨ª era Miguel Berlanga. Un obrero de 37 a?os y 1,80 metros aproximadamente al que, seg¨²n sus amigos, "cuatro hombres no habr¨ªan podido tumbar" y que termin¨® sacando dos cuchillos para frenar, en vano, la ira de sus agresores.
"No es que algo le saliera mal, es que todo se torci¨®", dice un polic¨ªa
En su pueblo le recuerdan como alguien que "trabajaba por 10"
Miguel, nacido en una familia de agricultores en el pueblo malague?o de El Burgo (2.040 habitantes), atravesaba una mala racha. Llevaba unos dos meses sin trabajar y necesitaba dinero. El par¨®n de la construcci¨®n le dej¨® sin su empleo de perforador de conductos para instalaciones el¨¦ctricas. Un amigo del pueblo que trabaj¨® con ¨¦l en obras y en labores forestales en Castell¨®n, Valencia y Barcelona le recuerda como "una m¨¢quina de currar".
Hac¨ªa un mes hab¨ªa viajado a Madrid para buscar un trabajo. En la capital vive la familia de Belinda, su pareja, una congole?a de 31 a?os a la que conoci¨® en Marbella y que es la madre de sus hijos. "Estaba agobiado con la hipoteca y los pagos del coche, pero se volvi¨® a M¨¢laga porque echaba de menos a su familia", asegura Nzuzi Mbala, su cu?ado.
La ma?ana de su muerte, Miguel hab¨ªa regresado de El Burgo, a 67 kil¨®metros y 267 curvas de distancia de M¨¢laga. Como casi todas las semanas, hab¨ªa visitado a Dolores, su madre, viuda desde hace siete meses y enferma del coraz¨®n. Tambi¨¦n pregunt¨® de nuevo a los vecinos si sab¨ªan de alg¨²n empleo. Antes de marcharse trat¨® de venderle el coche a una amiga de la infancia. "Me ofrec¨ªa su Seat C¨®rdoba, de tres a?os, por mi Opel Vectra, que tiene 10, a cambio de que le pagara la diferencia en efectivo", comentaba la mujer, sentada en la plaza de Arriba del pueblo tras dar el p¨¦same a la madre y a los siete hermanos de Miguel, seis de ellos varones, que le sobreviven. No hubo trato.
El atraco fallido ocurri¨® sobre las once de la noche. "Fue un c¨²mulo de desprop¨®sitos", resume un inspector del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa. "No es que algo saliera mal, es que todo se torci¨®". El lugar elegido: un sal¨®n de juegos recreativos no era un objetivo f¨¢cil para un ladr¨®n inexperto. Miguel no ten¨ªa antecedentes policiales, por lo que ¨¦ste podr¨ªa ser su primer atraco. Suele haber c¨¢maras de seguridad y reunir a clientes poco recomendables.
El momento, poco despu¨¦s de que terminara la final de la Champions League, tampoco parec¨ªa el m¨¢s apropiado. Despu¨¦s del partido, es habitual que los aficionados se echen a la calle euf¨®ricos y descontrolados.
El atracador encontr¨® el mostrador del sal¨®n de juegos La Esquina vac¨ªo. Un empleado que sali¨® del ba?o le plant¨® cara y provoc¨® su huida gritando "al ladr¨®n, al ladr¨®n". La calle de la Hoz estaba bastante concurrida. Al menos tres j¨®venes comenzaron a perseguirle y otros dos, detenidos despu¨¦s como supuestos autores de su muerte, se sumaron metros despu¨¦s. A unos 800 metros, en el n¨²mero 18 de la calle de Pac¨ªfico, dejaron de correr. Miguel se volvi¨®, les ense?¨® dos cuchillos y los perseguidores dieron un paso atr¨¢s. Sin embargo, comenzaron a volar unos adoquines de una obra cercana, y uno de ellos termin¨® por impactarle en la cabeza de forma fatal.
Al caer al suelo, sigui¨® recibiendo insultos y una cascada de golpes, sobre todo en la cabeza y en la espalda, que parec¨ªa no terminar. Sus supuestos autores, dos hombres de origen magreb¨ª que ayer ingresaron en prisi¨®n sin fianza, se cebaron con ¨¦l. "Los otros llegaron a pedirles que pararan, pero siguieron hasta rematarle", relatan fuentes policiales.
Para algunos vecinos del bloque frente al cual cay¨®, Miguel no era el padre de familia, ni el hombre que "trabajaba por 10", como lo recuerdan en su pueblo. Era quien dorm¨ªa en un coche robado desde hac¨ªa unas cinco noches. "Par¨® justo frente al veh¨ªculo, quiz¨¢s porque pens¨® en usarlo para escapar", dec¨ªa ayer uno de ellos.
Parad¨®jicamente, la mala suerte de Miguel fue que no se top¨® con la polic¨ªa tras su primer atraco. De haberse visto cara a cara con los agentes, ¨¦stos est¨¢n convencidos de que habr¨ªa tirado los cuchillos.
Un ensa?amiento fuera de lo normal
Aparentemente no se conoc¨ªan. La polic¨ªa trabaja con la hip¨®tesis de que Miguel Berlanga, el hombre al que apedrearon y golpearon el mi¨¦rcoles despu¨¦s de que supuestamente intentara atracar un local de juegos recreativos, no conoc¨ªa a las dos personas de origen magreb¨ª detenidas por su muerte. "Fue fortuito", explican. Pero las pesquisas siguen.
Uno de los dos sospechosos del homicidio es conocido por la Polic¨ªa Local malague?a por su trabajo de aparcacoches ilegal y por trapichear con droga. "No se entiende tanto ensa?amiento, si no le conoc¨ªan", dec¨ªan ayer los vecinos de la barriada de la Luz. "Lo m¨¢s l¨®gico es que hubieran esperado a la llegada de la polic¨ªa, en lugar de pegarle hasta que dej¨® de moverse", comentaban en uno de los negocios de la zona. El juzgado de guardia envi¨® a prisi¨®n sin fianza a A. M. M. y O. V., los dos detenidos por el homicidio.
En el bar El Pasaje, donde Miguel Berlanga sol¨ªa tomar alguna ca?a, negaban la posibilidad de que tuviera deudas o problemas econ¨®micos serios. "Se hab¨ªa quedado sin trabajo, pero gan¨® mucho dinero en su tiempo, ten¨ªa su paro y pod¨ªa hacer chapuzas. Tan desesperado no estaba", aseguraba la propietaria del establecimiento.
Sus conocidos le describen como un hombre extrovertido, aficionado a la feria de San Agust¨ªn de su pueblo, el Burgo, y al que le gustaba jugar "20 euros a la m¨¢quina tragaperras de vez en cuando". "Quiz¨¢s estaba pagando el haber vivido por encima de sus posibilidades", apuntaba uno de ellos.
Tampoco se le reconocen problemas matrimoniales. Para su cu?ado, ten¨ªa "las discusiones habituales de una pareja", pero nada serio. En la versi¨®n que ha llegado a la polic¨ªa, la pareja atravesaba una mala racha y llevaba un tiempo distanciada.
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