La cuadratura del c¨ªrculo
Obama se ha pronunciado contra la expansi¨®n de las colonias israel¨ªes en los territorios ocupados y a favor de un Estado palestino. Es una actitud que favorece a los moderados de ambos campos
La m¨¢s notable y atrevida reforma introducida en la pol¨ªtica estadounidense por el presidente Barack Obama no concierne a Irak, ni a las torturas de Guant¨¢namo, ni a Cuba, ni a la Uni¨®n Europea, sino a Israel. Por primera vez un Gobierno de Estados Unidos abandona la l¨ªnea seguida hasta ahora por todos sus predecesores -incluido el del presidente Carter, que s¨®lo al salir de la Casa Blanca cambiar¨ªa de posici¨®n sobre este asunto-, de alineamiento sistem¨¢tico con Israel en su conflicto con los palestinos, un hecho que hasta ahora ha constituido un obst¨¢culo mayor para un acuerdo de paz que desactivara aquel polvor¨ªn, que en cualquier momento puede volver a incendiar el Medio Oriente, rompiera el hielo y permitiera un acercamiento y colaboraci¨®n entre los pa¨ªses ¨¢rabes y el mundo occidental.
Las elecciones israel¨ªes han llevado al poder a un ultranacionalista y a un fan¨¢tico racista y xen¨®fobo
Si los palestinos ven que la negociaci¨®n comienza a dar frutos, Ham¨¢s ir¨¢ perdiendo apoyos
En efecto, apenas asumido el poder, la nueva Administraci¨®n, primero por boca de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, luego a trav¨¦s del vicepresidente Joe Biden y, finalmente, del propio Obama, ha recordado a Israel su compromiso con el acuerdo de An¨¢polis de 2007, que establece la creaci¨®n de dos Estados -uno israel¨ª y otro palestino- como fundamento para la paz y exigido que cese la instalaci¨®n de asentamientos de colonos en Cisjordania. El nuevo Gobierno israel¨ª, que preside Benjam¨ªn Netanyahu, no acepta la creaci¨®n de un Estado palestino y, a?adiendo una exigencia que pr¨¢cticamente cierra las puertas a toda nueva negociaci¨®n, ahora exige como condici¨®n para el di¨¢logo que los palestinos reconozcan a Israel la condici¨®n de "Estado Jud¨ªo". La reciente entrevista, en Washington, de Obama con Netanyahu, ha mostrado al mundo, por primera vez en la historia, una radical disparidad de criterios entre ambos pa¨ªses y, por eso, ha sido considerada, en general, como un clamoroso fracaso.
Yo no soy tan pesimista. Por el contrario, creo que ¨¦sta es s¨®lo una primera finta, en un pugilato de sombras del que, acaso, podr¨ªa resultar por fin una soluci¨®n negociada para el conflicto m¨¢s largo y m¨¢s ¨¢spero que padece el mundo desde 1948. Mi relativo optimismo parte de esta convicci¨®n: Estados Unidos es el ¨²nico pa¨ªs que tiene credibilidad ante la opini¨®n p¨²blica de Israel y capaz de influir sobre su clase dirigente, pues ambas, por razones que ser¨ªa largo de explicar, padecen respecto a todos los dem¨¢s pa¨ªses, sobre todo los de Europa occidental, una verdadera paranoia que los hace ver enemigos por doquier y considerar c¨®mplices de sus enemigos a quienes se atreven a criticar sus pol¨ªticas, aun de la manera m¨¢s amical. Esta psicosis explica en parte el acelerado proceso de radicalizaci¨®n extremista de Israel, visible en los resultados de las ¨²ltimas elecciones, que ha llevado al poder, junto al ultra nacionalista del Likud, Netanyahu, a un fan¨¢tico racista y xen¨®fobo como su ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman, cuyo partido, Israel Beiteinu, recordemos, quiere privar de la nacionalidad al mill¨®n de ¨¢rabes israel¨ªes.
La alianza con Estados Unidos es necesaria a Israel, en t¨¦rminos econ¨®micos desde luego -pues recibe una ayuda de unos tres mil millones de d¨®lares anuales-, pero, sobre todo, pol¨ªticos, teniendo en cuenta su condici¨®n de pa¨ªs cercado de adversarios, algunos de los cuales, como Ir¨¢n, reclaman su extinci¨®n, y la soledad internacional a que lo han llevado su intransigencia y sus medidas de fuerza, como las recientes invasiones de L¨ªbano y de Gaza.
Si Estados Unidos mantiene con firmeza su exigencia de que Israel se atenga a sus compromisos, cese la creaci¨®n de colonias en Cisjordania y entable negociaciones que permitan la creaci¨®n de un Estado palestino, esta actitud tendr¨¢ la virtud de movilizar de nuevo a la dormida y desmoralizada colectividad progresista de Israel que, durante tantos a?os, luch¨® por la "Paz Ahora", uno de cuyos grandes logros fueron los acuerdos de Oslo, que sentaron las bases de una paz sostenida, esperanza que por desgracia se frustr¨® con el asesinato del primer ministro Rabin.
Las dificultades son enormes desde luego, y, por cierto, no s¨®lo desde el lado de los extremistas del Gobierno de Israel, quienes, en una provocadora demostraci¨®n de fuerzas, anunciaron la creaci¨®n de un nuevo asentamiento de colonos en Cisjordania -Maskiot, a orillas del Jord¨¢n- en plenas conversaciones de Obama con Netanyahu, sino de los palestinos, cuya divisi¨®n, entre los fan¨¢ticos terroristas de Ham¨¢s y los moderados de Al Fatah, pese a los esfuerzos de Egipto y de Jordania, parece agravarse en vez de ceder. Pero, curiosamente, pese a esta radicalizaci¨®n extremista de los palestinos, Estados Unidos, desde la elecci¨®n de Barack Obama, ha dejado de ser percibido para una amplia secci¨®n de la sociedad palestina como el enemigo imperialista y socio del colonizador -la etiqueta tradicional- sino, m¨¢s bien, como un poder que puede ejercer una funci¨®n moderadora y conciliadora en la regi¨®n, la ¨²nica en ¨²ltima instancia con influencia suficiente para propiciar una negociaci¨®n aceptable para ambas partes. ?sta es por ahora una percepci¨®n exacta y si Obama mantiene su actual pol¨ªtica, hay muchas esperanzas de que los sectores moderados de ambas comunidades vayan ganando terreno y haciendo retroceder a los extremistas convencidos de que la soluci¨®n del conflicto vendr¨¢ s¨®lo a trav¨¦s de la matanza.
Entre las grandes dificultades que quedan por sortear, la m¨¢s grave por el momento es Ir¨¢n. La amenaza del apocal¨ªptico Ahmadineyad de exterminar a Israel no puede ser considerada la simple bravata de un demagogo, sobre todo despu¨¦s de saber que el Gobierno iran¨ª acaba de probar con ¨¦xito el Sayil-2, un misil con una capacidad de golpear a un blanco situado a dos mil kil¨®metros de distancia, es decir, con trayectoria suficiente para llegar a Israel. De otro lado, pese a la presi¨®n de todas las potencias, a las gestiones de los organismos internacionales, a las propuestas de Estados Unidos de abrir una negociaci¨®n, Ir¨¢n prosigue impert¨¦rrito con su plan para dotarse de armas nucleares.
Y esto, como es l¨®gico, ha hecho cundir la zozobra en Israel. Aunque no se tiene confirmaci¨®n de estas noticias, hay rumores crecientes de que, en los ¨²ltimos meses, ya en dos oportunidades Estados Unidos ha impedido que el Gobierno israel¨ª bombardee las instalaciones at¨®micas iran¨ªes, medida que, a juicio de aqu¨¦l, podr¨ªa retardar varios a?os la fabricaci¨®n del arma at¨®mica por el r¨¦gimen de los ayatol¨¢s, pero que, asimismo, podr¨ªa provocar una vez m¨¢s un conflicto armado de incalculables consecuencias en todo el Medio Oriente. Desde luego que si los halcones de Teher¨¢n o de Jerusal¨¦n cometen la insensatez de lanzar un "ataque preventivo", la negociaci¨®n palestino-israel¨ª se ver¨¢ postergada hasta las calendas griegas.
?ste es, probablemente, el tema sobre el que el diferendo actual entre Israel y Estados Unidos tiene m¨¢s dificultad para encontrar un acomodo. En su reciente entrevista en la Casa Blanca, Netanyahu insisti¨® en que Ir¨¢n deb¨ªa encabezar la lista de prioridades y la negociaci¨®n de Palestina supeditarse a que se ponga fin a la amenaza iran¨ª. Por su parte, Obama piensa que la iniciaci¨®n de negociaciones serias y bien orientadas entre Israel y Palestina crear¨ªa de inmediato un clima que permitir¨ªa desactivar el violentismo de los integristas de Teher¨¢n y realzar el protagonismo de los sectores m¨¢s abiertos y razonables del r¨¦gimen. Probablemente sea Obama quien tenga raz¨®n.
Es obvio que por el camino de la fuerza s¨®lo habr¨¢ v¨ªctimas -m¨¢s muertos, m¨¢s odio, m¨¢s sufrimiento- y de ninguna manera soluciones. Tres guerras e incontables atentados, atropellos, violencias e injusticias son una prueba m¨¢s que suficiente de que el conflicto palestino-israel¨ª no llegar¨¢ a t¨¦rmino si s¨®lo hablan los fusiles y las bombas. Es hora de que hablen los dirigentes pol¨ªticos y que las sociedades civiles de ambas comunidades divisen una luz al final del t¨²nel en que est¨¢n sumidas hace decenas de a?os. Si Ham¨¢s se niega al di¨¢logo, que Israel negocie con la Autoridad Palestina, que, a fin de cuentas, es leg¨ªtima (aunque acaso hoy ya sea minoritaria en Palestina). Si los palestinos advierten que esta negociaci¨®n comienza a dar frutos, es seguro que se volcar¨¢n a apoyarla y Ham¨¢s ir¨¢ perdiendo el apoyo que gan¨® en los ¨²ltimos tiempos por el desencanto que produjeron entre los palestinos la ineficiencia y la corrupci¨®n de los gobiernos de Al Fatah. Del mismo modo, si este di¨¢logo da s¨ªntomas de llegar a buen puerto, es seguro que en Israel ir¨¢ debilit¨¢ndose la fortaleza actual del extremismo y los sectores moderados y pacifistas recuperar¨¢n el protagonismo de anta?o.
No hay otro camino para que se resuelva esa cuadratura del c¨ªrculo en que los fan¨¢ticos de ambos bandos han convertido el conflicto palestino-israel¨ª.
? Mario Vargas Llosa, 2009. ? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2009.
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