Culminaci¨®n brillante
La Fura dels Baus ha culminado la puesta en escena de la Tetralog¨ªa de Wagner con una visi¨®n que plasma la destrucci¨®n de la naturaleza, el sojuzgamiento de unos seres por otros, el alt¨ªsimo precio del poder y la mentira como procedimiento. Carlos Padrissa ha declarado que recoge as¨ª la lectura del gran wagneriano que fue el cr¨ªtico ?ngel Fernando Mayo. En cualquier caso, el poli¨¦drico Anillo del Nibelungo puede verse desde muchos ¨¢ngulos. El propio Padrissa, por ejemplo, ha dulcificado en los minutos finales la visi¨®n angustiosa de nuestro destino, proyectando un texto que Wagner escribi¨® para Brunilda -y que luego elimin¨®-, donde se propone el amor como redenci¨®n para el desastre acontecido. En la versi¨®n definitiva del compositor, sin embargo, el futuro queda tan sombr¨ªo como abierto: no se sugieren soluciones. Habr¨¢ que buscarlas. Dioses y h¨¦roes han ca¨ªdo. Tambi¨¦n gigantes y nibelungos. Todas las leyes se han roto. Preciso ser¨¢ comenzar desde el principio.
EL OCASO DE LOS DIOSES
De Richard Wagner. Director musical: Zubin Mehta. Direcci¨®n de escena: La Fura dels Baus, con Carlos Padrissa. Orquesta y Coro de la Comunidad Valenciana. Solistas vocales: Lance Ryan, Ralf Lukas, Matti Salminen, Franz-Josef Kapellmann, Jennifer Wilson, Elisabete Matos, Catherine Wyn-Rogers, Daniela Denschlag, Pilar V¨¢zquez, Eugenia Bethencourt, Silvia V¨¢zquez, Ann-Katrin Naidu, Marina Prudenskaya. Palau de les Arts. Valencia, 30 de mayo de 2009.
La Fura dels Baus se adentra en el sojuzgamiento de unos seres por otros
La est¨¦tica furera llen¨® este G?tterd?mmerung (El ocaso de los dioses) de paisajes industriales llevados al paroxismo, de r¨ªos contaminados, de sangre derramada, de una Tierra enferma. Con todo, la belleza y la fuerza de su composici¨®n fue conquistando al p¨²blico hasta el estallido del aplauso final. El trabajo de Franc Aleu (videocreaci¨®n) y Roland Olbeter (escenograf¨ªa), as¨ª como el acierto en el vestuario (Chu Oroz) y la iluminaci¨®n (Peter van Praet) son elementos cuya contribuci¨®n al ¨¦xito no puede obviarse. Desde hace ya tiempo, el cine y las modernas tecnolog¨ªas se abren paso en la obra de arte total que quer¨ªa Wagner. Porque si no se hace as¨ª en el siglo XXI, la ¨®pera se contempla como un espect¨¢culo anticuado y casposo.
Los cimientos, sin embargo, contin¨²an siendo la orquesta y las voces. En cuanto a la primera, dirigida por Zubin Mehta, s¨®lo cabe admirarse ante su largo y concienzudo trabajo, su capacidad de narraci¨®n, el lirismo, el aliento ¨¦pico y la profesionalidad al servicio de la voz y de la escena. Entre los solistas, todos ellos de alto nivel, precisa destacarse el Hagen del bajo Matti Salminen, que no cantaba ¨²nicamente: tambi¨¦n dec¨ªa. Gust¨® asimismo la brillant¨ªsima Brunilda de la soprano Jennifer Wilson, algo disminuida, sin embargo, en el acto tercero. Catherine Wyn-Rogers estuvo ejemplar en la parte m¨¢s l¨ªrica de su relato. Elisabete Matos encarn¨® bien a Gutrune. Lance Ryan -bonita y potente voz- anduvo quebrado (Siegfried, como Br¨¹nnhilde, exigen resistencia extrema) desde el do del tercer acto, pero encontr¨® a partir de ah¨ª, parad¨®jicamente, resortes expresivos que no se plasmaron antes. Puso as¨ª la base emocional que impregna la Marcha f¨²nebre, con su cuerpo transportado solemnemente por la sala y la orquesta proyect¨¢ndose en el escenario. Este momento ser¨¢ dif¨ªcil de olvidar para quien estuvo all¨ª. Consigui¨® restarle importancia, incluso, a la tonter¨ªa de poner a Siegfried cantando boca abajo, o a la inventada (y dulzona) reconciliaci¨®n entre Brunilda y Gutrune, que no figura en el libreto.
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