Spinelli versus Rajoy
No hay duda de que Alberto N¨²?ez Feij¨®o se ha convertido en un s¨®lido referente pol¨ªtico para el conjunto del Partido Popular. Su victoria electoral el 1-M permiti¨® a sus correligionarios espa?oles recuperar una moral que estaba por los suelos, y su discurso pol¨ªtico-electoral, basado en el juego sucio y en la destrucci¨®n del adversario (despilfarro en las dependencias oficiales de la Xunta, coches de Touri?o...), ha sido plenamente asumida por Mariano Rajoy en la campa?a electoral en curso para la elecci¨®n del Parlamento Europeo, convirtiendo el uso de un avi¨®n oficial por parte del presidente del Gobierno en el eje en torno al cual gira todo el debate electoral.
Coincido con Michel Rocard cuando afirma que se honra a la pol¨ªtica y a la democracia respetando a los adversarios. Creo haber observado esa regla a lo largo de mi dilatada vida p¨²blica. Pero debo confesar que en ocasiones me resulta muy dif¨ªcil cumplir con tal elemental principio democr¨¢tico. Incluso a veces me interrogo sobre la utilidad de hacerlo cuando en un pa¨ªs como el nuestro, y cuando est¨¢n en juego cuestiones que afectan vitalmente a su futuro, dirigentes con altas responsabilidades p¨²blicas practican sin rubor la hipocres¨ªa, promueven la confusi¨®n, subordinan los intereses nacionales a sus estrategias personales o partidistas y muestran una alarmante falta de visi¨®n a medio y largo plazo.
Feij¨®o deber¨ªa saber que para cambiar el Gobierno hace falta ganar unas generales, no las europeas
Comprender¨¢n ustedes que es preciso realizar un gran esfuerzo para mantener el respeto a dirigentes que, como N¨²?ez Feij¨®o, se pasean por Espa?a pidiendo que el 7-J se transforme en "una fiesta del inconformismo con el objetivo de cambiar el Gobierno", cuando sabe perfectamente, o deber¨ªa saber, que para producir un cambio de Gobierno en Espa?a hace falta ganar unas elecciones generales o presentar una moci¨®n de censura en el Congreso y conseguir el respaldo de la mayor¨ªa de la C¨¢mara. Tampoco resulta f¨¢cil respetar pol¨ªtica e intelectualmente a los dirigentes del PP, con Rajoy a la cabeza, que conociendo la transcendencia de estas elecciones han decidido reducirlas a un ajuste de cuentas interno.
Escuch¨¢ndoles me viene a la memoria una canci¨®n de Pegy Lee titulada Is that all there is? [?Es esto todo lo que hay?], en la que una mujer madura hace el balance melanc¨®lico de su vida y se interroga acerca de si lo que ha conseguido es suficiente. Convendr¨ªa que los dirigentes de la derecha espa?ola -y no pocos gobernantes europeos- se preguntasen alguna vez Is that all there is?, y, como respuesta, cambiasen la posibilidad de ser los reyezuelos en su aldea por la suerte incierta de ser alguien en el mundo.
Porque la experiencia demuestra fehacientemente que Europa no tiene otra alternativa, si quiere tener influencia, que construir un poder aut¨®nomo y convertirse en un sujeto pol¨ªtico global. A esa misma conclusi¨®n han llegado todos los estudios realizados por los principales gabinetes, p¨²blicos y privados, del mundo desarrollado. Los m¨¢s solventes predicen que en pocos a?os habr¨¢ en el mundo tres o cuatro grandes potencias -EE UU, India, China y quiz¨¢ Rusia-, un grupo de potencias medias como Jap¨®n, Brasil o Alemania, mientras pa¨ªses como Francia, Reino Unido, Espa?a, Italia... empezar¨¢n a desaparecer del mapa pol¨ªtico. Los datos -y los hechos- han terminado por darle la raz¨®n al gran europe¨ªsta italiano Altiero Spinelli, que hace ya muchos a?os formul¨® el dilema de Europa en estos precisos t¨¦rminos: unidad o decadencia.
Repasando la n¨®mina de los mandatarios europeos, mucho me temo que el sue?o de Spinelli, interrumpido por los Rajoy de turno, no est¨¦ precisamente en el horizonte pr¨®ximo. As¨ª las cosas, el domingo un terremoto pol¨ªtico en forma de abstenci¨®n no s¨®lo sacudir¨¢ los cimientos de la Bruselas pol¨ªtica y burocr¨¢tica, sino que sus devastadores efectos alcanzar¨¢n, con mayor o menor intensidad, a todas las capitales europeas. Pero el resultado s¨®lo se leer¨¢ en clave interna de cada pa¨ªs. Una desgracia.
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