El esp¨ªa desmemoriado
El caso del esp¨ªa desmemoriado. Parece el t¨ªtulo de una novela de Perry Mason, el lenguaraz, desprejuiciado y mujeriego abogado nacido de la prol¨ªfica pluma de Erle Stanley Gardner y protagonista de aquellos telefilmes de la televisi¨®n espa?ola, y de las Jons, que iniciaron a los primeros televidentes en el curioso mundo de los tribunales made in USA, con sus jurados, casi siempre incorruptibles pero a menudo propensos a dejarse embaucar por la labia insolente y las p¨ªcaras triqui?uelas del ingenioso picapleitos. En blanco y negro, en un paisaje siempre nublado por las nieves cat¨®dicas, los episodios de la serie, con su peculiar doblaje, traspasaron las pantallas dom¨¦sticas y sus occisos y recesos sirvieron para toda clase de chistes y ocurrencias castizas.
Nuestros impuestos pagan a estos agentes de pacotilla, polic¨ªas en comisi¨®n de servicios inconfesables
Pero el caso de los esp¨ªas desmemoriados no pertenece al g¨¦nero de la ficci¨®n literaria o televisiva; este thriller judicial a la madrile?a se representa estos d¨ªas en el severo escenario de los tribunales de verdad, dispuestos a desenmara?ar la madeja de mentiras, el maldito embrollo de nuestros esp¨ªas comunitarios. Nuestros son, pues con nuestros impuestos pagamos a estos agentes de pacotilla, polic¨ªas y guardias civiles en comisi¨®n de servicios inconfesables para extra?os y malignos microorganismos nacidos en las entretelas y entresijos de la Comunidad de Madrid; una plaga de asesores de subcontratata, informadores desinformados que han perdido, de golpe y mazazo del tribunal, los recuerdos de sus fechor¨ªas por encargo. Sometidos a un lavado, y centrifugado, de cerebro al viejo estilo del KGB, los at¨®nitos esp¨ªas se han declarado incapaces de seguirse a s¨ª mismos, y han perdido la cabeza y los papeles, las facturas y las agendas. Sus infelices neuronas no han podido asimilar el ritmo fren¨¦tico, la tensi¨®n continua, el estr¨¦s postraum¨¢tico de las complejas intrigas que fraguaron los cerebros de la operaci¨®n de recontrainformaci¨®n y requetespionaje: yo te sigo, t¨² me sigues, ¨¦l nos sigue, nosotros les seguimos, vosotros os segu¨ªs y ellos nos siguen encargando seguimientos a destajo.
La buena memoria y las dotes de observaci¨®n son las cualidades b¨¢sicas del agente, sin ellas un esp¨ªa es como un jard¨ªn sin flores, como un guardia civil sin tricornio, como un adolescente sin m¨®vil. Con el disco duro borrado, todos los agentes de la Consejer¨ªa de Interior del Gobierno de Esperanza Aguirre sospechosos de espiar a enemigos pol¨ªticos, y amigos a punto de dejar de serlo, de la presidenta, han coreado la misma respuesta ante las preguntas de sus colegas de la polic¨ªa: "No recuerdo lo que hice esos d¨ªas, no llevo agenda personal", a m¨ª que me registren y que me sigan pagando a fin de mes, el que paga manda y el silencio es oro si no te quieres jugar el puesto. Los presuntos informes de los presuntos esp¨ªas desmemoriados est¨¢n siendo sometidos al escrutinio de los peritos cal¨ªgrafos, pero, ya que el espect¨¢culo corre a costa nuestra, deber¨ªamos pedir que los implicados comparecieran p¨²blicamente ante el pol¨ªgrafo.
Aunque no tenga rigor probatorio, el detector de mentiras ha demostrado ser una buena herramienta televisiva para sacarles los colores a toda laya de personajes y personajillos del famoseo recurrente. Las tremendas oscilaciones de la aguja pondr¨ªan en evidencia esta vez a los falsos amn¨¦sicos, que no tardar¨ªan en convertirse en fugaces estrellas del You Tube. De Gam¨®n a Pinto, del primero al ¨²ltimo del escalaf¨®n, los perseguidores percib¨ªan jugosos estipendios de las arcas comunitarias por protegernos de ellos mismos y de algunos de sus jefes, investigaban sus movimientos para destapar sus presuntas corruptelas y, tras descargar sus informes, los borraban de sus memorias para siempre, o hasta mejor ocasi¨®n. Un Perry Mason reciclado podr¨ªa recurrir al testimonio de reputados psiquiatras que admitir¨ªan la posibilidad de cierto grado de amnesia temporal propiciada por las agotadoras jornadas de trabajo. Los asesores de seguridad de la Consejer¨ªa de Interior viajaban continuamente en cumplimiento de sus extravagantes misiones: Burgos, L¨¦rida, Pamplona, San Sebasti¨¢n, Tarragona, Toledo, Coru?a, Guadalajara, Pozuelo de Alarc¨®n y Arganda del Rey... Las hojas de ruta de los agentes, antes y despu¨¦s del par¨¦ntesis borrado, certifican el constante ajetreo que se tra¨ªan y las dietas que cobraban. Lo que parece m¨¢s dif¨ªcil de justificar es la ausencia de facturas y notificaciones de dietas de los meses dedicados al espionaje. Un funcionario puede olvidarse de cualquier cosa menos de cobrar sus emolumentos a fin de mes.
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