?Fuegos en la Luna?
Asia descubri¨® Europa", clam¨® Norman Mailer en una entrevista de prensa sobre su libro Fire in the Moon, "y Europa descubri¨® Am¨¦rica, ?ya era hora de que Am¨¦rica descubriera tambi¨¦n su continente!, ?y helo aqu¨ª!, ?hemos descubierto la Luna!".
Yo traduje este libro en 1971 en Nueva York, adonde me hab¨ªa enviado el viejo diario Madrid, y el apabullante caudal de neologismos y neopensamientos y neoentusiasmos que contiene me trabucaron de tal forma que hube de llamar por tel¨¦fono a Mailer, para que me explicara los menos comprensibles. Y ¨¦l lo hizo con gran amabilidad, explic¨¢ndome: "?ste es un libro nuclear, nuestra declaraci¨®n de guerra a Rusia [corr¨ªa por entonces la guerra fr¨ªa], ?qu¨¦ se hab¨ªan cre¨ªdo?, ?a ver!, ?que nos emulen!, ?que descubran Marte, por ejemplo!".
El entusiasmo patri¨®tico de Norman Mailer se lo llevaba todo por delante. Y este libro, su libro nuclear, como ¨¦l dec¨ªa, fue el best seller del siglo, o casi, y todo el mundo lo hab¨ªa le¨ªdo. Se dec¨ªa por Nueva York que Mailer mismo hab¨ªa enviado un ejemplar al presidente con la siguiente dedicatoria: "Gran jefe, a ti y a todos tus predecesores os pertenece este libro, pues sois vosotros, ?vosotros, Norteam¨¦rica encarnada, quienes hab¨¦is descubierto la Luna!".
Sud¨¦ la gota gorda, pero acab¨¦ traduciendo entero este tocho, con sus casi quinientas p¨¢ginas, escritas a vuelam¨¢quina (entonces no hab¨ªa ordenadores), y le mand¨¦ un ejemplar a Mailer, quien me respondi¨®, casi a vuelta de correo: "?Magn¨ªfica traducci¨®n! No la he le¨ªdo, ni falta que hace, pues salta a la vista lo estupenda que es. Enhorabuena. Norman".
Este gran libro, pues lo es, no ser¨¢ el cl¨¢sico de la era espacial que su autor quer¨ªa, pero s¨ª el modelo del libro patri¨®tico norteamericano: patriotismo de pe a pa, pero patriotismo exaltadamente inteligente, basado, como al parecer su mismo autor dijo por entonces, en la evidencia de que todo el tremendo poder¨ªo de la Rusia sovi¨¦tica y su jactancioso y huero talante no ten¨ªan otro fin, a fin de cuentas, que el de quedar en el m¨¢s triste de los rid¨ªculos ante el imparable empuje lunar norteamericano.
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