El drama europeo
Compartir¨¢n conmigo la satisfacci¨®n por la alta calidad del debate europeo que hemos podido mantener estos d¨ªas. Gracias a la campa?a y a los debates tengo una idea mucho m¨¢s precisa de lo que va a pasar con Turqu¨ªa, si finalmente ser¨¢ miembro o no, o de cu¨¢ndo entrar¨¢n todos esos peque?os pa¨ªses de los Balcanes que est¨¢n llamando a nuestra puerta. Tambi¨¦n tengo m¨¢s clara la respuesta de Europa a la crisis econ¨®mica, superando lo que hasta ahora no ha sido m¨¢s que una cacofon¨ªa de planes de est¨ªmulo nacionales. Me inquietaba antes de comenzar la campa?a si Europa ten¨ªa la voluntad de convertirse en un actor realmente global, capaz de sumar sus enormes recursos pol¨ªticos, diplom¨¢ticos y militares en defensa de sus valores e intereses, pero ahora s¨¦ que vamos en la buena direcci¨®n. Y c¨®mo no, estoy agradecido porque hayamos hablado de d¨®nde trazar los l¨ªmites entre liberalizaci¨®n y regulaci¨®n, porque eso tiene consecuencias important¨ªsimas sobre la econom¨ªa, el empleo o la viabilidad de nuestros estados del bienestar. Lo m¨¢s importante: que las elecciones no s¨®lo han ayudado a que conozcamos con precisi¨®n cu¨¢l es la agenda europea para los pr¨®ximos cinco a?os, sino que, a la vez, han ofrecido una oportunidad para que los europeos nos identifiquemos con nuestro sistema pol¨ªtico. Fin de la iron¨ªa.
Somos v¨ªctimas de un sistema pol¨ªtico espec¨ªficamente dise?ado para ser aburrido
Como se habr¨¢n dado cuenta, las elecciones europeas son un desastre narrativo: llevan a?os pidiendo a gritos un guionista, aunque m¨¢s bien lo que necesitan es un productor. Aqu¨ª no hay planteamiento, nudo ni desenlace, ni final feliz, ni continuar¨¢, ni siquiera aquel invento de Hitchcock llamado MacGuffin que serv¨ªa para crear tensi¨®n dram¨¢tica. Como los partidos pol¨ªticos europeos se resisten a designar de antemano a sus candidatos para presidente de la Comisi¨®n, ni siquiera tenemos verdaderos protagonistas. Por tanto, mientras que todos los cabezas de lista nacionales son secundarios, los verdaderos protagonistas se mueven entre bambalinas para lograr el voto que importa: el de los Gobiernos nacionales. As¨ª que sin saber c¨®mo ni por qu¨¦, un d¨ªa nos despertaremos con la noticia de que Barroso ser¨¢ renovado como presidente de la Comisi¨®n y otro con que (crucemos los dedos) Blair ser¨¢ presidente del Consejo. Fin de la historia y fundido en negro.
?Qu¨¦ explica esta especie de masoquismo electoral que nos infligimos los europe¨ªstas? Hay una analog¨ªa poderosa que tiene que ver con los teclados de nuestros ordenadores. Seguramente sabr¨¢n que la distribuci¨®n de las teclas en nuestros ordenadores es una herencia de las necesidades de las viejas m¨¢quinas de escribir. Las teclas de mayor uso fueron asignadas a los dedos d¨¦biles de la mano izquierda con el fin de obligarnos a escribir despacio en unas m¨¢quinas basadas en martillos que ten¨ªan que volver a su posici¨®n original. Si escrib¨ªas r¨¢pido, te atascabas.
A Europa le pasa algo parecido. Al igual que somos v¨ªctimas de un teclado dise?ado para escribir despacio, los europeos somos v¨ªctimas de un sistema pol¨ªtico espec¨ªficamente dise?ado para ser aburrido. De hecho, esto tiene su l¨®gica, ya que el concepto europeo de diversi¨®n (dos guerras mundiales y varias decenas de millones de muertos s¨®lo en el siglo pasado) no ha sido hist¨®ricamente algo de lo que sentirse muy orgulloso que digamos. Por eso, hay quien dice que lo mejor que puede hacer Europa por el mundo, y por s¨ª misma, es ser aburrida. A?aden, de forma provocadora, que los que quieren romper con el consenso y buscar una mayor politizaci¨®n (haciendo, por ejemplo, elecciones de verdad con candidatos de verdad y partidos de verdad) pueden poner en peligro el proyecto europeo.
As¨ª que, como era de esperar, las elecciones europeas se han dilucidado en clave nacional, no europea. Como no se elige gobierno, se trata de elecciones de segundo orden, lo cual permite a los votantes quedarse en casa a sabiendas de que el resultado no les afectar¨¢ o mandar se?ales de descontento a sus partidos.
Por las mismas razones, a los partidos pol¨ªticos les resulta de todo punto racional enfocar las elecciones como una validaci¨®n o un castigo a los Gobiernos que ejercen el poder. Eso explica que los partidos recurran a temas no europeos para galvanizar a los votantes y que, de acuerdo con sus encuestas y manuales de campa?a, enfoquen la campa?a sobre aquello que m¨¢s creen les va a beneficiar. As¨ª, creyendo que la polarizaci¨®n ideol¨®gica le beneficia, el PSOE ha optado por resaltar las diferencias entre valores de izquierda y de derecha mientras que, por su parte, el PP ha optado por intentar capitalizar la crisis econ¨®mica. Quien haya ganado o perdido, desde luego no lo ha hecho por la calidad de sus propuestas europeas.
Como todo el mundo sabe, se necesitan dos para bailar un tango. Europa no est¨¢ mal, incluso tiene un himno bonito, pero que en el fondo no se puede bailar. Su drama es haber renunciado al drama. Por tanto, si las elecciones europeas no les han entusiasmado, no es culpa suya, de verdad.
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