El estigma de Brahim
Es inocente, pero el 11-M ha destrozado su vida y la de su familia
No era Kak¨¢, pero le gustaba jugar al f¨²tbol. Era defensa central, el baluarte de Las estrellas del Rif, un equipo formado ¨ªntegramente por marroqu¨ªes que qued¨® en segundo lugar en la liga de aficionados de Legan¨¦s, la localidad madrile?a donde se suicidaron siete de los autores materiales de los atentados del 11-M. Ahora ya no juega. Nunca le dijeron abiertamente que se ten¨ªa que marchar, pero sus compa?eros y compatriotas le hicieron ver que no le quer¨ªan con ellos. ?l era Brahim, su rostro estaba asociado a los atentados y ellos ten¨ªan miedo, miedo de que fuera un terrorista yihadista o de la reacci¨®n de los espa?oles si le reconoc¨ªan.
Un estigma era en el pasado una marca que se sol¨ªa realizar con un hierro candente directamente sobre la piel como se?al de esclavitud o como una pena infamante. El vac¨ªo que le hacen sus iguales es ahora el estigma de Brahim.
"Mi madre est¨¢ mal desde entonces", dice Moussaten, que perdi¨® su trabajo
Porque Brahim Moussaten, nacido en Taza Khababa (Marruecos) el 12 de noviembre de 1983, nunca ha sido un terrorista. Fue detenido el 1 de febrero de 2005, casi un a?o despu¨¦s de los atentados de los trenes de la muerte, en la puerta de su casa cuando iba a trabajar. Le pusieron una capucha, le metieron en un coche y se le sentaron encima. Cre¨ªa que le estaban secuestrando. Poco despu¨¦s se enter¨® de que hab¨ªan detenido tambi¨¦n a sus padres y a un hermano. Le acusaron de colaboraci¨®n con banda terrorista porque se supon¨ªa que hab¨ªa facilitado al hermano de Mohamed Afalah, uno de los supuestos autores materiales del 11-M, el n¨²mero de tel¨¦fono de su t¨ªo en B¨¦lgica para que ¨¦ste pudiera huir. Sin embargo, Brahim nunca pas¨® ese dato porque ni siquiera estaba en casa cuando le fueron a buscar. Estaba trabajando de pe¨®n alba?il en una empresa de construcci¨®n. Dio lo mismo. Fue encarcelado durante 168 d¨ªas.
Al salir de prisi¨®n, la empresa para la que trabajaba no quiso contratarle de nuevo. Busc¨® trabajo, sin ¨¦xito, en la construcci¨®n. Luego estuvo descargando fruta en Mercamadrid, pero le reconocieron y le dijeron que no volviera.
Durante el juicio por los atentados, fue el ¨²nico de los procesados para el que el fiscal y las restantes partes personadas retiraron la acusaci¨®n, por lo que pudo quedar libre varias semanas antes de que terminase la vista y se dictase sentencia.
Sin embargo, el 11-M ha marcado su vida y la de su familia. Su padre, que era jardinero en una comunidad de vecinos, tambi¨¦n fue expulsado del trabajo. Su hermano Mohamed, que fue absuelto en el proceso, tambi¨¦n est¨¢ en el paro y su novia espa?ola le dej¨®.
Montaron una fruter¨ªa en Legan¨¦s y al poco tiempo tuvieron que cerrar porque tres personas les reconocieron como imputados del 11-M y se corri¨® la voz.
Ahora teme salir a la calle y no puede usar el transporte p¨²blico, porque ha sido reconocido varias veces y en ocasiones ha sido insultado. Nunca le han llegado a pegar, pero asegura que las miradas son terribles y los gestos lo dicen todo. ?l evita los problemas y se retira cada vez que alguien le insulta o le desaf¨ªa con la mirada.
Lo peor es que ha perdido a todos sus amigos, los pocos espa?oles que ten¨ªa y tambi¨¦n los marroqu¨ªes. Chavales de su edad que le marginan. Ya ni siquiera le saludan por la calle. Tienen miedo, pero ¨¦l no ha hecho nada.
El 11-M ha destrozado la vida a toda la familia. La madre, Safia, que es hermana de Youssef Belhadj, uno de los condenados, no sale de casa, pero el que peor est¨¢ es Mounir, uno de los hermanos peque?os, que ahora tiene seis a?os y ten¨ªa dos cuando se produjeron las detenciones. Ha estado en tratamiento por crisis de ansiedad. "Est¨¢ mal desde entonces", dice Brahim. "Nosotros nunca hab¨ªamos estado en una comisar¨ªa, salvo para renovar la tarjeta de residencia. Esto nos cambi¨® la vida entera", remacha.
La familia -los padres y seis hijos, porque otra hija ya se cas¨®- sigue viviendo en Legan¨¦s, pero el casero ya les ha anunciado que en cuanto concluya el contrato de alquiler se tienen que ir.
El abogado de Brahim, Eduardo Garc¨ªa Pe?a, ha presentado una demanda por da?os y perjuicios en la que reclama 1,2 millones de euros. El Ministerio de Justicia ya la rechaz¨®, y ahora el caso se dirime en la Audiencia Nacional, aunque las probabilidades de ¨¦xito son remotas. El estigma de Brahim, mucho m¨¢s que si hubiera sido realizado con un hierro candente, permanece indeleble.
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