Botox
Mientras Europa entera observaba abochornada las fotos de la fiesta m¨¢s vulgar del continente, una parte de Italia parec¨ªa desperezarse de un d¨ªa de playa o se apresuraba a coger cita en el cirujano pl¨¢stico para hacerse unos retoques. Porque lo m¨¢s terrible de las instant¨¢neas, a medio camino entre despedida de soltero para jubilados y Gran Hermano redundante, era su similitud aterradora con cierta realidad que encuentra ante su mirada aquel que vaya por una ciudad como Roma. Lo descorazonador de las tan comentadas fotos, que si empezaran y acabaran en la vida de sus protagonistas ser¨ªan del todo irrelevantes, es que invaden la cotidianidad y los valores de un pa¨ªs que ha llegado a confundir cosas elementales en su diferencia: dedicarse a la pol¨ªtica o ser azafata televisiva.
?Qu¨¦ ocurre en Italia, un pa¨ªs que estuvo durante d¨¦cadas en la vanguardia del pensamiento incluso radical?
?sa, parecer¨ªa, es la m¨¢xima aspiraci¨®n de muchas jovencitas y, peor a¨²n, de sus madres y maestras, que ya no quieren ser princesas, sino que apuestan por un sue?o m¨¢s a la mano: legiones lo alcanzan. ?Y yo que me escandalizo de los programas con ni?os y ni?as de pocos a?os haciendo de mayores pintarrajeados y provocativos, sue?o escalofriante de ped¨®filos t¨ªmidos! ?D¨®nde est¨¢ la familia de esos peque?os, pienso al verlos en nuestras televisiones locales haciendo realidad, en este caso tambi¨¦n, el sue?o pat¨¦tico de sus padres y maestros?
La vida entera se est¨¢ convirtiendo en Italia -m¨¢s incluso que aqu¨ª con nuestra pasi¨®n rid¨ªcula por el famoseo- en un peligroso set televisivo donde las peores paradas son, desde luego, las mujeres. Tampoco difiere mucho de la televisi¨®n "real" en aquel pa¨ªs donde en los programas de discusiones pol¨ªticas y serias las mujeres est¨¢n con frecuencia casi ausentes y en el resto hacen, sonrientes, su papel de mujer.
No s¨®lo. Las calles est¨¢n llenas de se?oras operadas desde los pies a la cara, extraterrestres en su intento de parecer j¨®venes, y de j¨®venes de veinte a?os operadas tambi¨¦n para ajustarse a los ideales de belleza que impone un padre exigente que quiere a sus Lolitas id¨¦nticas, para que siendo todas guapas ninguna sobresalga. Despu¨¦s de la presi¨®n de la bulimia y la anorexia, llegan las nuevas presiones que esta vez han saltado de las maduras a las ni?as: ser id¨¦nticas unas a otras, como las azafatas de los programas televisivos o los coros de las revistas teatrales. Y dir¨¢n, con raz¨®n, que aqu¨ª tambi¨¦n est¨¢ de moda la cirug¨ªa pl¨¢stica que homologa incluso a alt¨ªsimas instancias, pero la impresi¨®n es que se hace de forma m¨¢s discreta y trata de diferenciar el toque de est¨¦tica elegante de la hip¨¦rbole de los personajes de los reality: labios y pechos abultados hasta el infinito.
?Qu¨¦ ha ocurrido en un pa¨ªs que estuvo durante d¨¦cadas en la vanguardia del pensamiento incluso radical? ?D¨®nde est¨¢n las mujeres italianas? Como me estoy poniendo pesada y moralista -dir¨¢n y con raz¨®n- cito a una autoridad (italiana) hablando de mujeres: "No es que no hayan existido mujeres que filosofaran. Es que los fil¨®sofos han preferido olvidarlas, tal vez despu¨¦s de haberse apropiado de sus ideas", reflexiona Umberto Eco. Las hubo: lo prueba el libro Historia de las mujeres fil¨®sofas de Gilles M¨¦nage, autor del XVII, cuyo diccionario de fil¨®sofas de la antig¨¹edad acaba de ser publicado por Herder.
?Ser¨¢ que las italianas han sido calladas, olvidadas, obviadas, maniatadas en la mesa del cirujano pl¨¢stico? Por eso preocupan esas fotos absurdas y esas operaciones de est¨¦tica m¨¢s all¨¢ de la an¨¦cdota y el chascarrillo, porque lo que les ocurra a las mujeres italianas nos ocurre a las europeas, a las del mundo. Porque los gobernantes son un espejo para sus gobernados y este espejo refleja demasiado botox.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.