Ultramodernidad bajo el Parten¨®n
El nuevo Museo de la Acr¨®polis se erige en gigantesca reivindicaci¨®n de los 'm¨¢rmoles exiliados' del British Museum - El edificio provoca pasiones e indignaci¨®n por igual
En su peque?o parterre de geranios rojos, coronada cuando sopla el aire por las hojas de un olivo y un laurel, Melina Mercouri sonr¨ªe. No es la de su estatua una sonrisa pl¨¢cida, sino ir¨®nica, desafiante, un punto feroz, la sonrisa de una Atenea, la diosa armada vieja patrona de la ciudad. El retrato de la Mercouri no es muy bueno -?y alg¨²n desaprensivo le ha roto la nariz!-, carece de aquel aliento a mito y tabaco que percib¨ªas cuando te acercaba su rostro (ten¨ªa la desconcertante costumbre de besar en los labios a los periodistas j¨®venes), pero la mirada es la suya. Y hoy tiene motivos para sonre¨ªr: a sus espaldas, su gran sue?o se ha materializado, y a lo bestia. En pleno barrio Makriyianni se alza el Nuevo Museo de la Acr¨®polis, ultramoderno, enorme, ampuloso y extravagante (alguien lo ha comparado con una nave espacial y no son pocos los que encuentran su dise?o agresivo), que se inaugura hoy por todo lo alto en la capital griega.
Una planta entera exhibe copias de las piezas expoliadas hace ya 200 a?os
Los n¨²meros del edificio son dignos de una gigantomaquia: 21.000 metros cuadrados (14.000 dedicados a exposici¨®n, es decir, 10 veces m¨¢s que el viejo museo situado all¨¢ arriba junto al Parten¨®n), 130 millones de euros, 4.000 objetos, 16.000 metros cuadrados de m¨¢rmol y 4.390 de cristal usados en la construcci¨®n, una previsi¨®n de dos millones de visitantes al a?o, 10.000 al d¨ªa, 1.000 por hora... Es dif¨ªcil decir si esto es en lo que pensaba la actriz y ministra al lanzar la convocatoria del concurso internacional para el nuevo equipamiento en Atenas en 1989, cuando recalc¨® que ese nuevo museo servir¨ªa especialmente como expresi¨®n del deseo y la voluntad de los griegos de recobrar los pol¨¦micos m¨¢rmoles exiliados, las piezas que el conde de Elgin se llev¨® de la Acr¨®polis hace 200 a?os y que se exhiben en el British Museum de Londres. "El museo es el s¨ªmbolo de un pa¨ªs que respeta su pasado y lo honra", ha declarado significativamente el ministro de Cultura griego Antonis Samaras.
El nuevo, apabullante edificio incluye todo un piso, el tercero, donde se exhibe en una magna galer¨ªa la decoraci¨®n del Parten¨®n que se conserva -dispuesta tal y como estaba en el templo- y en la que se destaca con copias (que es como se?alar acusadoramente con el dedo) lo que hay en el museo londinense. El visitante puede seguir, dando una vuelta de 360 grados como si girara alrededor del templo, las historias de las metopas y del friso, encajados sus fragmentos en paneles sujetos por columnas y en un muro, respectivamente. A la vez, mira hacia fuera y a trav¨¦s de las grandes cristaleras ve la Acr¨®polis. Muy hermoso. Cuando uno piensa en el viejo y cochambroso museo en la Acr¨®polis...
El nuevo museo, al nivel de los grandes de Europa, se esgrime como el argumento definitivo para el retorno de los m¨¢rmoles. Ante este impresionante y moderno contenedor es inevitable preguntarse qu¨¦ excusa hay ya para mantener separado, cercenado, un conjunto como el de la decoraci¨®n del Parten¨®n (sin olvidar a la pobre cari¨¢tide solitaria del Erecteion, lejos, en Londres, de sus p¨¦treas hermanas). Son muchos en la propia Gran Breta?a, donde ya Lord Byron insultaba a Elgin por el asunto, los que, a la vista del museo, apremian a la devoluci¨®n inmediata de los 75 metros de friso, 15 metopas y 17 estatuas de los pedimentos que se exhiben en la Duveen Gallery del British. Es como si la mitad de la Mona Lisa se exhibiera fuera del Louvre, se ha sugerido. Pero el nuevo museo, obra del neoyorquino de origen suizo Bernard Tschumi, es mucho m¨¢s que un instrumento para la recuperaci¨®n de los m¨¢rmoles de Elgin y su planteamiento museogr¨¢fico, que recorre a trav¨¦s de piezas magn¨ªficas la historia antigua de la Acr¨®polis y sus laderas, convierte la visita en una gran experiencia. Una de las grandes aportaciones cient¨ªficas del museo -aparte de permitir la exhibici¨®n de objetos notables que se encontraban en almacenes por falta de espacio- es devolver su historicidad a la pe?a sagrada de Atenas que a menudo se ha tratado de presentar como congelada en una ¨²nica ¨¦poca, la del siglo V antes de Cristo y el programa (re) constructivo de Pericles y Fidias, el artista que fue su Miguel ?ngel o su Speer seg¨²n la perspectiva (no olvidemos que el Parten¨®n es la expresi¨®n de un imperio, el ateniense, desp¨®tico y depredador en su pol¨ªtica exterior).
En el nuevo centro se exhiben objetos que subrayan que la Acr¨®polis fue ocupada tambi¨¦n en los per¨ªodos mic¨¦nico y arcaico (bell¨ªsimas las sonrientes, felices korai) y c¨®mo antes del Parten¨®n hubo un pre-Parten¨®n, y de qu¨¦ manera sufri¨® el santuario a manos de los persas.
Entre los atractivos del museo, la visi¨®n de restos de la Atenas de los siglos IV al VII de nuestra era excavados durante las obras de construcci¨®n y sobre las que el visitante literalmente pasea, la gran galer¨ªa de escultura arcaica, donde te encuentras las figuras en un bosque de columnas, o la rampa de entrada que hace subida recordando el acceso a la Acr¨®polis. Aparte de los relieves del friso y las metopas del Parten¨®n, hay piezas tan extraordinarias como la Nik¨¦ calz¨¢ndose la sandalia, las cari¨¢tides del Erecteion, dispuestas en un espacio que transpira grandiosidad, el Moshophoros ("el que carga el ternero"), las esculturas de los pedimentos de los antiguos templos de la Acr¨®polis o los enigm¨¢ticos ojos votivos del santuario de Asclepios, por no hablar del impresionante y rotundo culo del Kritios Boy, que parece estar pidiendo un poema de Cavafis.
El impacto visual del edificio es enorme hasta el punto de que ha cambiado la fisonom¨ªa de toda una parte de Atenas. Desde los edificios altos se aprecia a lo lejos como una gran masa geom¨¦trica insertada cual excrecencia junto al pie de la pe?a de la Acr¨®polis, en el lado sur, frente al teatro de Dionisios. De noche el efecto es a¨²n m¨¢s fuerte, pues su iluminaci¨®n distrae del maravilloso skyline de la monta?a sagrada.
El edificio en s¨ª, rodeado en parte de jardines donde ya medran los flacos gatos atenienses, es monumental (o un mamotreto, seg¨²n los gustos). Su construcci¨®n ha supuesto la demolici¨®n de numerosas casas y una gran controversia urbana.
En fin, la construcci¨®n en Atenas arrastra pol¨¦mica desde que acusaron a Fidias de quedarse oro de la gran estatua de la diosa Atenea en el Parten¨®n y a Pericles de gastarse una fortuna en la Acr¨®polis como si fuera su puta -lo dice Plutarco-. Hasta fin de a?o el museo, para el que se recomienda un tiempo de visita de tres horas, tiene un precio simb¨®lico de entrada de 1 euro y a partir de 2010, de 5 euros.
Babelia
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