Negocios de familia
Cualquier balance que pretendamos hacer del Gobierno de la Comunidad Valenciana acabar¨¢ por resultar desolador. Frente a este hecho inapelable s¨®lo cabe el paliativo de la propaganda, como sabe bien Francisco Camps; de ah¨ª que el presidente dedique todas sus energ¨ªas a la publicidad. A este hombre no le importa viajar a los Estados Unidos si cree que con ello obtendr¨¢ un rendimiento, por m¨ªnimo que ¨¦ste sea. Lo demostr¨®, hace unas semanas, volando a Boston para firmar un acuerdo que -lo supimos despu¨¦s- estaba firmado desde hacia d¨ªas. ?Habremos de fiarnos de quien desciende a estas puerilidades? No parece que nos quede otro remedio. La pol¨ªtica valenciana se ha llenado de gestos semejantes y con ellos se tapiza la actualidad para aturdirnos. No encuentran los jueces motivo para acusar a Soler, y ya est¨¢ Ricardo Costa -?Ricardo Costa!- exigiendo a voz en grito la dimisi¨®n del alcalde de Elche. A esta falta de verg¨¹enza se ha reducido la pol¨ªtica.
Contaba este peri¨®dico, el pasado lunes, la decepci¨®n de unos turistas ingleses al encontrar vac¨ªa la marina del puerto de Valencia que ellos hab¨ªan imaginado con el apogeo de los d¨ªas en que se celebraba la Copa del Am¨¦rica. La imagen ilustra lo sucedido en la Comunidad Valenciana tras unos a?os de f¨¢cil esplendor; concluida la fiesta, el decorado comienza a agrietarse, mientras los acreedores llaman impacientes a la puerta. Al comentar la noticia de los turistas brit¨¢nicos, el profesor Emili Obiol ha hablado de falta de profesionalidad. La expresi¨®n es acertada. Ha faltado profesionalidad en nuestros gobernantes, incapaces de concluir cualquier jugada que no fuera la de ganar las elecciones. Ese ha sido su ¨²nico objetivo; fuera de ello, el resto de las empresas se han saldado con un fracaso absoluto del que ahora recogemos los frutos. Ha faltado profesionalidad en la gesti¨®n de la marina del puerto de Valencia, como ha faltado en Terra M¨ªtica, y en la Ciudad de la Luz, por quedarnos aqu¨ª.
Precisamente, esta semana conoc¨ªamos la protesta de las empresas que trabajan en la Ciudad de la Luz. ?El motivo? Estos lujosos estudios que tanto han costado de construir -es improbable que lleguemos a conocer su precio alguna vez, pues el Gobierno lo oculta celosamente-, no tienen trabajo. Apenas se ruedan pel¨ªculas en la Ciudad de la Luz; cuando, de tarde en tarde, se filma alguna, es porque previamente se han abonado al productor cientos de miles de euros en forma de subvenci¨®n. ?Cu¨¢nto tiempo puede mantenerse una empresa de este modo? La Ciudad de la Luz ya lleva cuatro a?os fracasando sucesivamente en todos los planes de negocio que ha emprendido. Pero, ?qui¨¦n no recuerda la foto de Francisco Camps sonriendo junto al actor Gerard Depardieu? Hay im¨¢genes que no tienen precio.
Tampoco parece tener precio Terra M¨ªtica, que no encuentra un comprador dispuesto a pagar un euro por ella. Nunca conoceremos la verdadera historia de este parque con el que Eduardo Zaplana sedujo a los empresarios alicantinos y cosech¨® miles de votos. C¨®mo nos gustar¨ªa escuchar ahora a aquellos arrojados capitanes que ve¨ªan en el parque el porvenir de nuestro turismo. ?Con qu¨¦ fervor defend¨ªan la empresa aquellos hombres! ?Qu¨¦ libros podr¨ªan escribirse con sus declaraciones! Nueve a?os despu¨¦s de abrir sus puertas, con cientos de millones de euros malgastados, Terra M¨ªtica est¨¢ en quiebra y no encuentra comprador. Y, en este panorama, sale el se?or Olivas -ni un asomo de rubor en su rostro- reclamando la independencia de las cajas de ahorros del poder pol¨ªtico. Nos han hecho comulgar con ruedas de molino y ahora, acabado el espect¨¢culo, exigen nuestro aplauso.
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