Cerrar Guant¨¢namo
Espa?a aceptar¨¢ los presos enviados por EE UU, pero antes hay que definir sus derechos
El presidente Barack Obama prometi¨® en campa?a electoral que en enero de 2010 ya no habr¨ªa presos en Guant¨¢namo, para poner, as¨ª, fin a una verg¨¹enza internacional que forma parte del legado de la Administraci¨®n de George W. Bush. Tras las invasiones de Afganist¨¢n (2002) e Irak (2003), Estados Unidos comenz¨® a llenar su base militar en Cuba de reclusos a los que, con suerte, alg¨²n d¨ªa se deber¨ªa poder juzgar por terrorismo o actos de guerra contra su pa¨ªs, pero que no pod¨ªan instalarse en Estados Unidos, precisamente porque, de momento, no hab¨ªa acci¨®n legal posible contra ellos.
De la inconsciencia con que se acumularon sospechosos -hasta un millar- da idea el hecho de que casi nadie ha sido juzgado y que con la mayor¨ªa de los 220 o algo m¨¢s que quedan, Washington no sabe qu¨¦ hacer. Ni hay bases para un juicio; ni la opini¨®n norteamericana los quiere en casa, porque si no hay pruebas de que sean terroristas, tampoco las hay de lo contrario; y menos cabe a¨²n devolverlos a su pa¨ªs de origen, porque no los aceptar¨ªan o, de hacerlo, podr¨ªan correr una suerte a¨²n peor que en Guant¨¢namo.
Para que Obama cumpla su promesa ha sido necesario recurrir a la colaboraci¨®n de pa¨ªses amigos, a fin de que acojan a una parte de esos presos. Y entre los que se han mostrado dispuestos est¨¢ Espa?a que, al igual que el resto de la UE, ya ha dado su asentimiento de principio, pese a todas las graves cuestiones que plantea. El enviado de Washington, Daniel Fried, pidi¨® formalmente la semana pasada que Espa?a acogiera al menos a cuatro, todos ellos tunecinos. Aunque la petici¨®n se halla en estudio, el Gobierno va a decir que s¨ª, a excepci¨®n de alg¨²n caso con antecedentes penales y exigiendo debidas garant¨ªas sobre las personas a las que acepta. Es la soluci¨®n del mal menor por la v¨ªa del realismo pol¨ªtico. Una negativa dificultar¨ªa el cierre efectivo de ese limbo legal que es Guant¨¢namo y, en el caso espa?ol, entorpecer¨ªa el relanzamiento de las relaciones entre Madrid y Washington tras el largo desencuentro con Bush.
Espa?a ha exigido que los aspirantes hayan pedido voluntariamente asilarse en nuestro pa¨ªs, y que no tengan antecedentes. Pero antes hay que definir claramente derechos y obligaciones de los futuros hu¨¦spedes. Gozar¨¢n, es de suponer, de una cierta libertad de movimientos porque no hay causa alguna contra ellos en Espa?a, pero, como tres palestinos acogidos en 2002 por acuerdo con Israel, pasar¨¢n alg¨²n tiempo bajo vigilancia; y todo ello a cargo del contribuyente. Si alg¨²n d¨ªa, finalmente, obtienen permiso para salir al extranjero, ser¨¢ s¨®lo cuando las autoridades, tanto espa?olas como del pa¨ªs que les extienda visados, est¨¦n convencidas de su nula peligrosidad.
S¨®lo as¨ª, con la cooperaci¨®n de los pa¨ªses amigos y, se?aladamente, la UE, podr¨¢ Obama borrar la ignominia de Guant¨¢namo, que personajes como Dick Cheney, vicepresidente con Bush, siguen defendiendo e, incluso, ensalzando.
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