Brutalidad y armon¨ªa en Barajas
Cuando le preguntan por la selecci¨®n, Xavi, el centrocampista del Barcelona, responde que "hay una armon¨ªa brutal", y Juan Urbano, que acababa de ver en YouTube, con el coraz¨®n en un pu?o, la salvaje detenci¨®n de un inmigrante senegal¨¦s en el aeropuerto de Barajas, piensa que eso sirve para el f¨²tbol, pero tambi¨¦n para explicar lo que ocurre en ¨¦pocas de crisis como ¨¦sta: a nosotros nos suben los impuestos y a los inmigrantes les bajan los derechos. O sea, ya lo ven, una armon¨ªa brutal.
Mientras ese ser humano rebajado a la categor¨ªa de alima?a por los agentes de aduanas, o como se llamen, va de regreso a Dakar, atado de pies y manos, los internautas discuten, a propuesta de este peri¨®dico, qu¨¦ apodo habr¨ªa que ponerle a la nueva estaci¨®n de metro de la Puerta del Sol; unos proponen el invernadero, otros la tortuga, cristasol, la ballena, el igl¨², la bodega y hasta la cueva de los ladrones de Al¨ª Bab¨¢... Tal vez podr¨ªamos llamarla Eldorado; ya saben, el kil¨®metro cero de esa tierra pr¨®spera, llena de oro y felicidad, con la que sue?an los conquistadores humildes de nuestro tiempo, los que en lugar de buscar la riqueza s¨®lo buscan la supervivencia, esos mismos a los que unos polic¨ªas legalmente brutales tiran al suelo, pisan, inmovilizan con esposas, con cuerdas, las manos a la espalda, las mu?ecas amarradas, las piernas hacia arriba, elevadas arm¨®nicamente con unas correas tensas por encima de la l¨ªnea de la dignidad. ?Y el resto de las personas que aparecen en el v¨ªdeo? Esos operarios vestidos con chalecos amarillos, ?por qu¨¦ no hacen nada? ?Por qu¨¦ est¨¢n ah¨ª, quietos, mirando a esa persona tirada en el suelo gris de la pista, con la cara pegada al asfalto, al pie del avi¨®n, maniatada, atenazada por la rodilla de uno de sus guardianes? Por alg¨²n motivo, al ver esa filmaci¨®n, benditos sean los tel¨¦fonos m¨®viles, Juan Urbano la ha comparado con otras im¨¢genes en las que la polic¨ªa detiene con infinito cuidado, como debe ser, a cargos p¨²blicos acusados de robar millones, por ejemplo. ?De qu¨¦ se acusa al inmigrante senegal¨¦s? ?De querer huir de la miseria?
La polic¨ªa dice que el inmigrante detenido en Barajas ten¨ªa antecedentes, que trat¨® de impedir violentamente su repatriaci¨®n y que en su detenci¨®n se sigui¨® en todo momento el protocolo. Qu¨¦ horror, esa palabra, protocolo, clavada en medio de esa escena degradante que a quienes degrada es a los supuestos guardianes del orden, y que tanto se parece a otras secuencias que acabamos de ver por la televisi¨®n, esas en las que se ve a unos mossos d'esquadra pegando a un detenido; o esas otras en las que los polic¨ªas agreden sin contemplaciones, aunque quiz¨¢ tambi¨¦n dentro de los l¨ªmites del protocolo, a una mujer semidesnuda. Si esa cara oscura de la ley ha salido a la luz esas tres veces, podemos imaginar otras muchas en las que los abusos habr¨¢n quedado entre las cuatro paredes de la comisar¨ªa, o en el silencio espantoso en que se pierden las cosas que nadie ha visto y nadie puede contar.
Mala ¨¦poca ¨¦sta, en la que la falta de trabajo y los problemas econ¨®micos hacen mirar a todo el mundo alrededor para encontrar rivales en la b¨²squeda de un empleo o a la hora de recibir una ayuda; y justamente por eso es por lo que las autoridades deber¨ªan de ser m¨¢s cuidadosas que nunca, porque uno de los peligros de que haya cuatro millones de parados es la xenofobia, que se extienda por el pa¨ªs la idea de que los que vienen de fuera lo hacen para llevarse lo que no hay. Ver lo que ocurri¨® en Barajas es una lecci¨®n, sobre todo si lo que ve uno en el suelo es a un ser humano con los mismos derechos, al menos, que los ladrones de guante blanco y los pol¨ªticos acusados de corrupci¨®n. Pero si ves lo mismo que ve¨ªan los agentes que lo maltrataban antes de expulsarlo del pa¨ªs, mala cosa. Mala cosa para todos.
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