En el coraz¨®n del 'narcoestado'
Grandes narcotraficantes usan Guinea-Bissau como base para introducir droga en Europa. Un periodista de EL PA?S ha recorrido el pa¨ªs.
Los narcotraficantes andan por ah¨ª y no es dif¨ªcil identificarlos. En esta misma sala me han venido a ver cuatro o cinco veces para proponerme negocio. Aqu¨ª, donde est¨¢ sentado usted, me ofrecieron 10 millones de euros". Jos¨¦ Zamora Induta, 43 a?os, jefe de las Fuerzas Armadas de Guinea-Bissau, habla con una naturalidad asombrosa sobre las redes de traficantes de drogas, locales y extranjeros, en este pa¨ªs de ?frica Occidental. Zamora, capit¨¢n de nav¨ªo (grado equivalente a coronel), es el nuevo hombre fuerte despu¨¦s del doble asesinato, el 1 de marzo, del presidente Jo?o Bernardo Nino Vieira y del jefe de la c¨²pula militar, general Baptista Tagm¨¦ Na Wae. Hoy, los guineanos acuden a las urnas para elegir a un nuevo presidente, en un clima donde predomina el pesimismo. ?Tan mal est¨¢n las cosas en este pa¨ªs africano, maltratado y olvidado a partes iguales, al que una agencia de la ONU y numerosos medios ya describen como el primer narcoestado de ?frica?
Los empleados p¨²blicos de Bissau, excepto los militares, no cobran sus salarios desde el mes de enero
Soldados de uniforme se ocuparon de un avi¨®n procedente de Venezuela que la jefa de polic¨ªa cre¨ªa lleno de droga
"Aqu¨ª har¨ªa falta un dictador, en el buen sentido, para moralizar la sociedad", dice el jefe del Ej¨¦rcito guineano
"Las Fuerzas Armadas de Guinea Bissau son un reino de Taifas, sin un mando claro", dice el jefe de la misi¨®n de la UE
De noche, en el coraz¨®n de las tinieblas de la capital guineana hay vida. Las sombras se mueven como en pleno d¨ªa. Es la adaptaci¨®n al medio, como los felinos, y a muchos a?os de vivir en la oscuridad. La vida nocturna permite descubrir que la presencia de traficantes de distinto pelaje, contrabandistas, negociantes, aventureros, esp¨ªas, confidentes, no es una f¨¢bula. Alimentados por ruidosos grupos electr¨®genos, bares, restaurantes y discotecas tienen abundante clientela los d¨ªas que est¨¢n abiertos. Hasta un casino. ?Un casino en Bissau? ?Para qu¨¦? Para lavar dinero sucio, comenta un residente extranjero con larga experiencia en ?frica. La imagen no puede ser m¨¢s deprimente. La sala de m¨¢quinas tragaperras est¨¢ desierta. En una esquina, una mujer sentada en la barra da cabezadas. En la sala de juego, separada por una cortina roja, seis tipos juegan al p¨®quer en un ambiente l¨²gubre.
Por las calles polvorientas asoman veh¨ªculos que no pasan desapercibidos en un parque m¨®vil de derribo como el guineano. Kalliste, en la plaza del Che Guevara, es uno de los locales frecuentados por los amantes de la ostentaci¨®n en medio de la miseria. A medianoche, mientras suena la m¨²sica en vivo, llegan camionetas Hummer, Porsche Cayenne, Mercedes, Audi. ?ltimos modelos. De su interior salen negros fornidos o tipos con acento latinoamericano acompa?ados de muchachas atractivas. Algunos de estos veh¨ªculos duermen en el hotel 24 de Septiembre, con fama de tener la mejor piscina de Bissau. Los fines de semana, j¨®venes de buena planta y aprendices de modelo pasan aqu¨ª la tarde, en compa?¨ªa de buen whisky, m¨®vil en mano y ante la mirada de guardaespaldas. Son escenas de un mundo que parece irreal, en contraste brutal con la realidad de cualquier rinc¨®n de este pa¨ªs maltratado.
El narcotr¨¢fico empieza a ser un problema a partir de 2005, con el regreso de Nino Vieira, el gran actor pol¨ªtico de las ¨²ltimas d¨¦cadas que hab¨ªa sido derrocado seis a?os antes. Pescadores de la regi¨®n costera de Biombo descubren un bid¨®n flotando en el agua empujado por la corriente. En su interior hay un polvo misterioso de color blanco. Los nativos experimentan con el hallazgo: unos lo usan para embadurnarse el rostro y sienten mareos; otros creen que se trata de un fertilizante, pero las plantas y hortalizas se mueren, e incluso los hay que lo prueban para marcar las l¨ªneas de un campo de f¨²tbol. El caso alcanza amplio eco medi¨¢tico cuando se comprueba que se trata de un bid¨®n de coca¨ªna extraviado de un cargamento lanzado al agua desde un barco.
A finales de 2007, Carmelita Pires, ministra de Justicia de la ¨¦poca, acude a Lisboa a una conferencia internacional sobre narcotr¨¢fico y presenta una relaci¨®n de pol¨ªticos, militares y polic¨ªas de Guinea-Bissau involucrados en actividades ilegales. "Era un trabajo sobre qui¨¦n es qui¨¦n", explica. Pires est¨¢ amenazada de muerte.
Aquel mismo a?o, Amador S¨¢nchez Rico, jefe de la oficina de ?frica Occidental de la Comisi¨®n Europea, recibe una orden escueta de su jefe en Bruselas: "Oc¨²pate de Guinea-Bissau. Se est¨¢n complicando las cosas". Llegan noticias inquietantes que indican que una cuarta parte de la droga colombiana, peruana o boliviana que se consume en Europa transita por la nueva ruta africana. Los informadores sobre el terreno hablan de cargamentos de coca¨ªna por mar y aire a islas deshabitadas, a pistas de aterrizaje abandonadas, de aviones que lanzan la carga en paraca¨ªdas, de mulas (correos humanos) que transportan c¨¢psulas con droga en el est¨®mago. "Hay historias de pel¨ªcula imposibles de contrastar", explica S¨¢nchez Rico. Las autoridades guineanas piden ayuda, Portugal presiona, Espa?a abre embajada y los organismos internacionales empiezan a reaccionar: Naciones Unidas, Uni¨®n Europea (UE), Comunidad Econ¨®mica de Estados de ?frica Occidental (CEDEAO)...
La antigua colonia portuguesa ha empezado a recibir periodistas en busca de historias de narcotraficantes. Quien espere encontrarlos a la vuelta de la esquina puede llevarse una tremenda frustraci¨®n. Lo que salta a la vista es un mundo de pobreza y abandono, donde la mayor¨ªa sobrevive como puede. Bissau es una ciudad con la red el¨¦ctrica destruida por la guerra de hace 10 a?os -tienen luz quienes disponen de grupo electr¨®geno-, sin agua corriente y, pr¨¢cticamente, sin red de telefon¨ªa fija. Una cuarta parte de los ni?os muere antes de los cinco a?os. Dos tercios de los 1,7 millones de habitantes viven por debajo del umbral de pobreza. El PIB nominal per c¨¢pita es de 220 d¨®lares, entre los cuatro m¨¢s bajos del mundo, seg¨²n el FMI. El funcionamiento de los hospitales depende en un 90% de la ayuda exterior o de acuerdos para programas espec¨ªficos. Los empleados p¨²blicos, con excepci¨®n de los militares, no cobran su salario desde enero. Muchos edificios, como el antiguo palacio presidencial, exhiben los destrozos de la ¨²ltima guerra (1998-1999).
"Es un pa¨ªs con todos los ingredientes de un Estado fallido", dice S¨¢nchez Rico. Gran parte del territorio nacional, que incluye 82 islas del archipi¨¦lago Bijagos y numerosas pistas de aterrizaje de la ¨¦poca colonial, est¨¢ fuera de control. La Marina tiene apenas dos embarcaciones en funcionamiento. La Fuerza A¨¦rea s¨®lo existe nominalmente, porque ni siquiera tiene un helic¨®ptero. "En Guinea-Bissau s¨®lo vuelan los mosquitos", comenta el general Juan Esteban Ver¨¢stegui, jefe de la misi¨®n de la UE para la reforma del sector de seguridad.
A las siete de la ma?ana, el club militar de oficiales de Bissau, habilitado provisionalmente como sede del Estado Mayor General, es un hervidero de soldados fuertemente armados. Son el escudo del hombre m¨¢s protegido del pa¨ªs. "Este puesto es de alto riesgo", admite el jefe m¨¢ximo, Jos¨¦ Zamora, vestido de uniforme de faena y boina, al recordar la bomba que mat¨® a su antecesor en la sede del cuartel general del Ej¨¦rcito. Los tres ¨²ltimos jefes militares de Guinea-Bissau murieron violentamente. Zamora se esfuerza en transmitir una sensaci¨®n de normalidad, aunque el mensaje que sale de sus entra?as no es tranquilizador, en un pa¨ªs donde los militares tienen la ¨²ltima palabra. "Aqu¨ª har¨ªa falta un dictador, en el buen sentido, para moralizar la sociedad", dice sin pesta?ear. "Para combatir el narcotr¨¢fico es preciso alguien que est¨¦ limpio. Se lo he dicho a los americanos cuando les ped¨ª medios para enfrentar a los traficantes".
En la misma entrevista acusa directamente al ex ministro y candidato presidencial Baciro Dab¨® de estar detr¨¢s del atentado que cost¨® la vida al anterior jefe de las Fuerzas Armadas. "Pero este pol¨ªtico tiene inmunidad y no lo podemos citar a declarar", dice. D¨ªas despu¨¦s, el ex ministro y comandante del Ej¨¦rcito muri¨® acribillado por hombres uniformados en su casa. Id¨¦ntica suerte corri¨® el ex ministro de Defensa Helder Proen?a. Los militares dieron una versi¨®n dif¨ªcil de creer que acusaba a las v¨ªctimas de preparar un golpe de Estado, pese a tratarse de dos pol¨ªticos controvertidos, vinculados con el anterior presidente Vieira. Es decir, para impedir un golpe mataron a quemarropa a dos dirigentes pol¨ªticos.
Es parad¨®jico. Pocas lecciones de limpieza moral puede dar el Ej¨¦rcito de este pa¨ªs, pese a las palabras de su jefe. Basta escuchar a Lucinda Barbosa, directora general de la Polic¨ªa Judicial (PJ), ¨²nico cuerpo de seguridad con competencias para combatir el narcotr¨¢fico. Tiene 60 agentes -espera contar con 107 a finales de a?o-, mal remunerados y sin recursos, frente a un enemigo con dinero de sobra para comprar voluntades. "Es dif¨ªcil luchar contra el crimen organizado, exige mucha inversi¨®n y tiempo", afirma. "Queda mucho por hacer, pero algo hemos hecho", agrega.
Las tres mayores capturas de droga, entre 2006 y 2008, han sido episodios dignos de la mejor pel¨ªcula de intriga. El primer cargamento (674 kilogramos de coca¨ªna), interceptado en el puerto de Bissau, est¨¢ valorado en 20 millones de euros. La droga desapareci¨® de los dep¨®sitos del Tesoro P¨²blico y la investigaci¨®n sigue abierta. En el operativo del segundo alijo (634 kilos), descargado en una antigua pista de aterrizaje de la ¨¦poca colonial a 50 kil¨®metros de Bissau, caen detenidos el capit¨¢n Rui Na Flack y el teniente Augusto Armando Balanta. Son liberados por orden del entonces jefe de las Fuerzas Armadas, Tagm¨¦ Na Wae, que se erige en juez. Cuatro meses despu¨¦s, los colombianos Juan Pablo Camacho y Luis Fernando Ortega son detenidos con 95.000 euros, dos granadas, un fusil AK-47, una pistola y gas paralizante. Salen libres despu¨¦s de pagar una fianza.
El caso m¨¢s escandaloso estalla en julio de 2008, cuando aterriza en el aeropuerto internacional de la capital guineana un jet privado procedente de Venezuela. Aparentemente tiene problemas t¨¦cnicos. A las pocas horas llega otra nave desde Dakar con la presunta misi¨®n de prestar asistencia t¨¦cnica. El c¨²mulo de irregularidades es incre¨ªble. Ninguno de los dos aviones tiene plan de vuelo; desde el primer momento, el Ej¨¦rcito se adue?a de la situaci¨®n y establece una l¨ªnea roja alrededor de la primera nave; las autoridades aeroportuarias y la Polic¨ªa Judicial no pueden acercarse al lugar; el Gobierno s¨®lo es informado al cabo de seis d¨ªas.
"Los militares dicen que el avi¨®n transporta medicinas para las Fuerzas Armadas y nosotros decimos que no", recuerda Lucinda Barbosa en su despacho de la direcci¨®n general de la PJ mientras muestra varias fotograf¨ªas. En ellas se ve a soldados de uniforme descargando cajas del avi¨®n bajo la supervisi¨®n del comandante Papa Camar¨¢, jefe de la Fuerza A¨¦rea. La directora de la PJ est¨¢ convencida de que aquellas cajas conten¨ªan 515 kilos de coca¨ªna que desaparecieron como si se tratara de humo.
"Si transportaba medicinas, ?por qu¨¦ impidieron el acceso de otras fuerzas?, ?por qu¨¦ no presentaron a la aduana la declaraci¨®n de carga?, ?por qu¨¦ el Ministerio de Defensa no sab¨ªa nada?". Las preguntas de la directora de la Polic¨ªa Judicial siguen sin respuesta, pero hay un dato que despeja cualquier duda. La DEA y el FBI informan a las autoridades guineanas que el piloto del avi¨®n sospechoso, Carmelo V¨¢zquez Guerra, con pasaporte venezolano, hab¨ªa sido detenido en abril de 2006 en el aeropuerto mexicano de Ciudad del Carmen (Campeche) tras aterrizar a los mandos de un DC-9 con cinco toneladas y media de coca¨ªna. En aquella ocasi¨®n acab¨® esfum¨¢ndose. La fiscal¨ªa antidroga de M¨¦xico le acusa de pertenecer al cartel de Sinaloa, una de las dos principales bandas mafiosas que operan en aquel pa¨ªs. Llega a Bissau una orden internacional de captura contra el piloto, mientras polic¨ªas de varias nacionalidades buscan la droga. "Trabajamos un fin de semana entero para conceder la extradici¨®n", explica Carmelita Pires, ministra de Justicia de la ¨¦poca. La droga no aparece y, lo que es peor, el lunes siguiente, el juez de instrucci¨®n, con la connivencia del ministerio p¨²blico, decreta la libertad de todos los detenidos por falta de pruebas, tres latinoamericanos y un guineano.
Pedro Nfanda, abogado del piloto y del copiloto, alega problemas de incompetencia por no existir tratado bilateral de extradici¨®n entre Guinea-Bissau y M¨¦xico. Nfanda es conocido por haber defendido a varios acusados de narcotr¨¢fico. Su cliente m¨¢s conocido es el contralmirante Jos¨¦ Am¨¦rico Bubo Na Tchuto, ex jefe de la Marina y refugiado en Gambia desde finales del a?o pasado por una intentona golpista. Son de dominio p¨²blico los relatos sobre la vida alegre y de ostentaci¨®n de Bubo, cuyo apodo aparece en todas las listas de la red local de traficantes de droga. En una entrevista en su despacho, el abogado Nfanda anuncia su intenci¨®n de ser candidato a las elecciones presidenciales del 28 de junio. "Creo que puedo aportar algo distinto de la pol¨ªtica de mi pa¨ªs", declara.
Han pasado 10 meses y los dos reactores abandonados en una pista del aeropuerto Osvaldo Vieira de Bissau son testigos mudos de la impunidad con que se mueve el crimen organizado en ?frica Occidental. "No pondr¨ªa la mano en el fuego por nadie, realmente por nadie", confiesa Lucinda Barbosa. "Los guineanos necesitamos ver una condena, aunque s¨®lo sea una, para ejemplo de que el Estado funciona m¨ªnimamente", suplica la ex ministra Pires, que dirigi¨® el Plan Nacional de Combate al Narcotr¨¢fico hasta su reciente dimisi¨®n. [En diciembre de 2005, la polic¨ªa espa?ola desbarat¨® una red de narcotraficantes colombianos que operaban desde Guinea Bissau con avionetas cargadas de droga. Una de ellas, pilotada por alemanes, fue interceptada en un aer¨®dromo segoviano con 106 kilos de coca¨ªna]. "No se ha hecho nada", admite Pires, compungida a la hora de dibujar un escenario de impunidad y complicidad al m¨¢s alto nivel.
Los militares son parte del problema, dice m¨¢s de una voz en Guinea-Bissau. Para tratar de acabar con el problema est¨¢ desplegada la Misi¨®n de la Uni¨®n Europea para la Reforma del Sector de Seguridad, que dirige desde hace un a?o el general espa?ol Juan Esteban Ver¨¢stegui, de 66 a?os. El objetivo es reducir dr¨¢sticamente los 4.500 efectivos de un Ej¨¦rcito obsoleto, con tres veces m¨¢s oficiales que soldados, la mayor¨ªa de los cuales ni aparece por los cuarteles, que se caen a pedazos, porque no hay nada que hacer. Como La Mura, sede de la zona militar del centro, que abarca Bissau y su regi¨®n. A la entrada hay tres soldados entrados en a?os, sin armamento y con escasa disposici¨®n a la vigilancia. Uno de ellos est¨¢ tumbado en el suelo, literalmente, sobre una estera. Es la hora de la siesta.
"Es un ej¨¦rcito de viejos y hay que jubilar a la mayor¨ªa", dice Franco Nulli, embajador de la Uni¨®n Europea. Unos 3.000 uniformados pasar¨¢n al retiro, seg¨²n el plan previsto. Antes es preciso garantizar un fondo de pensiones alimentado por la comunidad internacional durante cuatro o cinco a?os mientras el Estado sanea sus finanzas. "Las comisiones existen y trabajan con apoyo internacional, pero los fondos llegan a cuentagotas, porque hay mucha desconfianza", reconoce Nulli. Mientras tanto, la coca¨ªna sigue su trayecto a trav¨¦s de Guinea-Bissau, dejando como ¨²nico rastro el aumento de la corrupci¨®n y de los peque?os consumidores de restos de droga que se pierden por el camino. Los beneficios del negocio quedan lejos.
"El mayor problema de las Fuerzas Armadas de Guinea-Bissau es que no est¨¢n controladas, ni encuadradas, sin un mando claro. Es un reino de Taifas, donde manda cada comandante de zona. En una situaci¨®n de descontrol florecen las iniciativas personales", explica el general Ver¨¢stegui, cuya hoja de servicios combina misiones de paz en puntos calientes, como Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Guatemala, Bosnia-Herzegovina. "Es muy f¨¢cil corromper en Guinea-Bissau. La tentaci¨®n de entrar en el negocio de la droga est¨¢ en todos los sectores", dice el general, quien est¨¢ convencido de que existe una ruta africana para el tr¨¢fico de droga -"los narcos ensayan diversas rutas"-, aunque prefiere no entrar en detalles sobre Guinea-Bissau. Prefiere describirla como una ruta alternativa de los grandes carteles de la droga. "Nunca ponen los huevos en la misma canasta". En su opini¨®n, Guinea-Bissau es una naci¨®n vulnerable, que est¨¢ en el centro de todas las acusaciones, pero las miradas deber¨ªan dirigirse tambi¨¦n a otros pa¨ªses de la regi¨®n. Sin ir muy lejos, a la vecina Guinea-Conakry, donde la junta militar que tom¨® el poder en diciembre pasado tras un golpe de Estado lleva a cabo una intensa campa?a para limpiar la imagen corrupta de las instituciones. -
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