Met¨¢foras que hieren, ladrillos que duelen
La visibilidad p¨²blica es la primera condici¨®n de existencia en la llamada sociedad medi¨¢tica. Por esa raz¨®n, controlar la imagen que se proyecta en los medios de comunicaci¨®n se ha convertido en una preocupaci¨®n prioritaria de cualquier instituci¨®n, personalidad o colectivo. Nombrar significa definir, ubicar, catalogar. Un peri¨®dico no s¨®lo es una propuesta de jerarqu¨ªa de la realidad, sino un modo de definirla, y lo hace con el lenguaje como principal herramienta. Pero el lenguaje no es neutro ni permanece est¨¢tico. Refleja una manera de pensar y evoluciona con el tiempo, como el propio pensamiento.
El deseo de controlar la visibilidad medi¨¢tica es la raz¨®n por la que los peri¨®dicos son objeto de una creciente presi¨®n sobre la forma en que utilizan el lenguaje. Esa presi¨®n procede de dos frentes: el de quienes se defienden del uso del lenguaje period¨ªstico como fuente de estereotipos negativos que tienen efectos discriminatorios sobre determinados colectivos, y el de quienes, de forma activa, pretenden modular la expresi¨®n period¨ªstica con normas de correcci¨®n pol¨ªtica destinadas a imponer cierta visi¨®n de la realidad acorde con sus intereses particulares. De ambas se nutre abundantemente el correo de la Defensora.
Abordar¨¦ hoy el primero de estos frentes, el de las ofensas. El goteo de quejas por el uso de determinadas expresiones que se consideran lesivas es permanente. Las ¨²ltimas que he recibido se refieren al art¨ªculo La culpa del otro, en el que el profesor Rafael Argulloll alud¨ªa el pasado 31 de mayo a "las circunstancias que rodean a la juventud como causantes del preocupante barbarismo que se detecta en forma de ignorancia, apat¨ªa, autismo o violencia". La frase molest¨® a algunos lectores, padres de ni?os autistas. Eva Reduello nos reprocha "el uso del t¨¦rmino autista como sin¨®nimo de barbarismo". "Yo, hasta que tuve una hija con autismo, ten¨ªa el mismo concepto: personas que se a¨ªslan del mundo, lo rechazan y muestran apat¨ªa e incluso agresividad contra ¨¦l", pero ¨¦sa es una visi¨®n "trasnochada y falsa". "Mi hija es cari?osa, dulce y alegre, y es muy feliz", dice. Ester Cuadrado exige "respeto y ¨¦tica" porque "el uso que perpetran de la palabra autismo incide de manera directa en la consideraci¨®n social de ni?os como mi hijo", argumento que comparten otros padres como Eva Campano, David Vaguco o Mariano Alvira.
"No es s¨®lo una cuesti¨®n de lenguaje", insiste Eva Reduello. "Es algo m¨¢s. Estamos intentando cambiar el concepto que la sociedad tiene de este s¨ªndrome, y para ello necesitamos hacernos visibles, mostrarnos tal como somos". ?sa es la clave, el n¨²cleo de las quejas que llegan por este tipo de problemas desde diferentes colectivos.Rafael Argulloll acepta las cr¨ªticas: "Utilizo el t¨¦rmino autista como met¨¢fora, como figura ret¨®rica. Pero agradezco las matizaciones porque un escritor ha de ser responsable de la evoluci¨®n de las palabras. Como autor, puedo ejercer una violencia que estoy dispuesto a retirar porque me cuesta menos retirar una met¨¢fora que herir, aunque sea a una minor¨ªa, con esa met¨¢fora".
Un peri¨®dico tiene que ser sensible a la evoluci¨®n social del lenguaje y evitar el uso estigmatizador de palabras como autismo, esquizofrenia, borderline o psic¨®tico, que pueden causar da?o. La palabra "anor¨¦xica", por ejemplo, est¨¢ siendo ya utilizada de forma despectiva, como insulto, en ciertos medios juveniles. El uso responsable de las palabras es una exigencia del buen periodismo. Pero ?significa eso que no pueden utilizarse nunca esas palabras como met¨¢fora de una situaci¨®n? No. Porque una cosa es no ofender o estigmatizar, y otra aceptar limitaciones que empobrezcan el lenguaje. Argulloll comparte este criterio: "Llevado eso a las ¨²ltimas consecuencias, acabar¨ªamos con el lenguaje simb¨®lico literario. La salud es una de las principales fuentes de met¨¢foras porque enfermedad procede de "infirmitas", que significa "no estar en tierra firme", y esa situaci¨®n de fragilidad ha nutrido siempre de met¨¢foras el lenguaje".
Preguntado sobre esta cuesti¨®n, Vicente Jim¨¦nez, director adjunto, opina: "Determinadas expresiones pueden molestar al lector y conviene evitar su empleo. Sin embargo, un peri¨®dico no puede vivir al margen de los usos cambiantes del lenguaje ni renunciar a recursos estil¨ªsticos o de titulaci¨®n que ayudan a la comprensi¨®n e inter¨¦s de los textos. El peri¨®dico debe ser sensible a las quejas de los lectores, sobre todo en lo relativo a enfermedades, trastornos o minusval¨ªas en textos que nada tienen que ver con ellas. Pero un exceso de correcci¨®n ling¨¹¨ªstica limar¨ªa la riqueza estil¨ªstica".
Encontrar un equilibrio no es f¨¢cil, pues las exigencias son cada vez mayores. Primero se rechaz¨®, con raz¨®n, el t¨¦rmino "loco" porque era peyorativo, y se sustituy¨® por el de "enfermo mental". Es sin duda m¨¢s apropiado. Pero desde ciertas asociaciones de pacientes se nos exige ahora que no hablemos de enfermos mentales o de discapacitados, sino de "personas con enfermedad mental" o "personas con discapacidad", pues la condici¨®n de esquizofr¨¦nico, como la de diab¨¦tico, no es lo ¨²nico que define a esa persona. De acuerdo. Pero estos colectivos han de comprender que tampoco podemos retorcer el lenguaje hasta encorsetarlo en una capa de escayola.
El problema a veces no radica en el uso de las met¨¢foras, sino en la capacidad que tiene el periodismo de crear estereotipos. El arquitecto H¨¦ctor Sequero Marcos se ha dirigido a la Defensora preocupado por el uso que el peri¨®dico est¨¢ haciendo del t¨¦rmino "ladrillo" para referirse al sector de la construcci¨®n. Le parece una simplificaci¨®n que distorsiona la realidad. "Es cierto que la burbuja inmobiliaria ha producido da?os, pero no toda la construcci¨®n es especulativa. Est¨¢n ustedes alimentando el uso de un t¨¦rmino despectivo y con ello extienden a todo el sector lo que ha sido un mal comportamiento de una parte".
Vicente Jim¨¦nez no acepta esta cr¨ªtica. "En periodismo, como en cualquier otra expresi¨®n literaria, la sin¨¦cdoque (designar un todo con el nombre de una de sus partes) es l¨ªcita. Entiendo que para muchos profesionales del sector de la construcci¨®n, la palabra ladrillo pueda tener un matiz despectivo y a menudo asociado con un ¨¢mbito demasiado plagado de pr¨¢cticas delictivas. Sin embargo, creo que en este caso la culpa no la tiene el lenguaje escrito ni su uso por los periodistas, sino la abundancia de canallas que han visto en el ladrillo, la oportunidad de llenarse el bolsillo a costa de la ley".
La Defensora cree que estamos abusando de la palabra "ladrillo" para referirnos al sector de la construcci¨®n y que ello no enriquece ni el lenguaje ni al peri¨®dico, sino que los empobrece porque simplifica en exceso. Y el uso peyorativo tiene adem¨¢s consecuencias sobre la percepci¨®n social del sector. Tal es as¨ª, que el arquitecto Luis Fern¨¢ndez-Galiano, colaborador habitual de EL PA?S, tuvo que salir el pasado d¨ªa 18 en defensa del sector con un art¨ªculo (que recomiendo) titulado precisamente Elogio del ladrillo. Hago m¨ªa una frase con la que el propio Fern¨¢ndez-Galiano inici¨® otro art¨ªculo en este diario en julio de 2007, justo antes de que estallara la crisis de las hipotecas basura: "Construimos con ideas. El boom inmobiliario es una burbuja de cemento y codicia, pero la arquitectura se levanta sobre el pensamiento".
La arquitectura del periodismo se levanta sobre el lenguaje y el lenguaje es pensamiento. Construimos con ideas. Y con la elecci¨®n de las palabras, no s¨®lo hablamos de la realidad, sino de nosotros mismos como peri¨®dico. Lo cual me lleva al segundo problema que planteaba en el inicio de este art¨ªculo: c¨®mo gestionar la presi¨®n de discursos fuertemente ideologizados que pretenden imponer una determinada percepci¨®n de la realidad a base de correcci¨®n pol¨ªtica o de vaciar de contenido determinadas palabras como sostenibilidad, patriotismo o solidaridad. Pero eso ser¨¢ objeto de un nuevo art¨ªculo.
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