No fue el mejor d¨ªa

Se present¨® el viernes, en el auditorio superior del Palau de les Arts, un programa con Haydn, Mozart y Schubert, a cargo de la misma orquesta y director que est¨¢n protagonizando los dos ciclos de El Anillo del Nibelungo. La ¨²ltima Valquiria son¨® el d¨ªa 24, y el ¨²ltimo Siegfried, el s¨¢bado. Y a¨²n queda, para el 30, El ocaso de los dioses. La idea de proponer una sesi¨®n de clasicismo y romanticismo temprano dentro de la gran eclosi¨®n wagneriana pod¨ªa ser buena para desempalagar y, a la vez, demostrar la versatilidad de la agrupaci¨®n del Palau. Tras el ¨¦xito en la gigantesca Tetralog¨ªa, conseguir otro en un repertorio tan distinto hubiera supuesto toda una haza?a.

Lo tuvieron en la Sinfon¨ªa 22 de Haydn. Una treintena de m¨²sicos pusieron en pie un Adagio deliciosamente serio, un Presto sugerente, un Minueto espl¨¦ndido y otro Presto casi de v¨¦rtigo. Mehta no se desmelen¨® para nada, ni dej¨® que nadie lo hiciera: vibrato y din¨¢mica controlad¨ªsimos, equilibrio dieciochesco, belleza, serenidad. Hasta pareci¨® que la ac¨²stica de la sala hab¨ªa mejorado en virtud de alguna reforma inadvertida. Se escuchaba todo, con claridad y con transparencia.

Vino luego el ¨²ltimo concierto para piano de Mozart, bastante m¨¢s complejo y dram¨¢tico, a pesar de su apariencia primaveral. Se mantuvieron las virtudes antes se?aladas por parte de la orquesta y la batuta. El pianista cuid¨® la igualdad en la pulsaci¨®n, la limpieza en los acordes, la claridad en el discurso. No hubo roces (tampoco en el Alb¨¦niz que toc¨® de regalo). Pero tanto el solista como el director ofrecieron una lectura bastante anodina de una obra donde Mozart plasm¨® con fuerza la capacidad expresiva del estilo cl¨¢sico. All¨ª no pasaba nada.

Tras el descanso, una Novena de Schubert donde tampoco pas¨® nada. Adem¨¢s, al doblarse el n¨²mero de m¨²sicos, la sala recobr¨® sus antiguas propiedades, y el sonido se hizo turbio.