Elogio de la cautela presidencial
Vaya por Dios! En medio de la crisis que est¨¢ teniendo lugar en Ir¨¢n, una crisis que podr¨ªa conducir al pa¨ªs a una terrible guerra civil, el Partido Republicano estadounidense acusa al presidente Obama de mostrarse "apocado y pasivo" por no pronunciarse claramente en contra de la violencia con la que se est¨¢n reprimiendo en Teher¨¢n las protestas de la oposici¨®n.
?No deber¨ªa ser Estados Unidos, el l¨ªder reconocido (y a menudo autoproclamado) del Mundo Libre, el primero en criticar lo que est¨¢ sucediendo en Ir¨¢n, donde se arresta a los dirigentes de la oposici¨®n, se reprimen violentamente las protestas p¨²blicas y se expulsa del pa¨ªs a los periodistas extranjeros? ?Por qu¨¦ tanta cautela? ?Por qu¨¦ se muestra tan indeciso Estados Unidos, "el pa¨ªs de la libertad"?
Obama tiene raz¨®n: Washington no debe implicarse directamente en la crisis iran¨ª
EE UU no tiene por qu¨¦ capitanear siempre la carga de la caballer¨ªa global
Incluso las declaraciones de Obama al respecto de la crisis iran¨ª en la conferencia de prensa del 23 de junio pasado, supuestamente m¨¢s en¨¦rgicas que las anteriores, son, en una lectura m¨¢s atenta del texto, un modelo de prudencia. A este paso, podr¨ªamos terminar oyendo esas palabras tan temidas por los republicanos: tranquilidad y contemporizaci¨®n.
Pero vamos a ver. Hay dos razones -o, m¨¢s bien, dos niveles de razones- que explican la cautelosa actitud de la Casa Blanca.
La primera es de orden pr¨¢ctico: ?qu¨¦ puede hacer en concreto Estados Unidos en Ir¨¢n? La respuesta es: "nada". M¨¢s que ayudar al pa¨ªs, la intervenci¨®n estadounidense exacerbar¨ªa la situaci¨®n. Como se?alaba muy atinadamente el senador por Connecticut, Christopher Dodd, lo peor que podr¨ªa hacer Washington es darle al desgastado Gobierno iran¨ª la posibilidad de decir que se trata de una oposici¨®n dirigida desde Estados Unidos, que las manifestaciones multitudinarias se convocan desde Estados Unidos.
Todo estadounidense con un m¨ªnimo conocimiento de la historia de su pa¨ªs deber¨ªa entenderlo. Cuando estall¨® la Guerra Civil Americana, varios pa¨ªses europeos hablaron de prestar apoyo a los Estados del Norte o de intervenir en defensa del Sur. Pero eso era una pura fantas¨ªa. En ese momento, los estadounidenses estaban decididos a dirimir sus diferencias, de la misma manera que hoy los iran¨ªes est¨¢n resolviendo las suyas, aunque esto les pueda llevar un a?o, dos, o toda una d¨¦cada. No tiene sentido alguno que el T¨ªo Sam se meta a enfangarse en aguas p¨¦rsicas.
Y esto nos lleva al segundo nivel de razones. Pese a sus muchos problemas internos, Estados Unidos cuenta todav¨ªa con una inmensa reserva de recursos para intervenir en la mayor parte del globo. Y no ha dejado de tenerlos desde 1917, m¨¢s o menos, cuando le tom¨® la delantera a Europa como centro de la pol¨ªtica mundial. Aquel a?o intervino, y de forma decisiva, en la Primera Guerra Mundial, y volvi¨® a hacerlo, toda
-v¨ªa m¨¢s decisivamente, en la Segunda.
Pero despu¨¦s de 1945, su estrategia global dio un giro interesante y fundamental. En lugar de ser la ¨²ltima Gran Potencia en entrar en liza (y, por consiguiente, con sus fuerzas intactas), adopt¨® el papel opuesto. A partir de entonces posicionar¨ªa sus ej¨¦rcitos en primera l¨ªnea, a lo largo de las fronteras de la inseguridad, unas fronteras que se hab¨ªan expandido enormemente despu¨¦s de la guerra: Berl¨ªn, el Mediterr¨¢neo, Corea, el Sureste asi¨¢tico. A medida que se retiraban las legiones francesas y brit¨¢nicas, avanzaban las tropas estadounidenses.
Algunos de estos movimientos eran comprensibles (la doctrina Truman, la creaci¨®n de la OTAN, la intervenci¨®n en Corea), y otros no ten¨ªan raz¨®n de ser (las intervenciones en Vietnam, Ir¨¢n y Am¨¦rica Central). Pero el cambio de estrategia tuvo otra consecuencia, y es que con el paso del tiempo, tanto los estadounidenses como el resto del mundo empezaron a esperar que, en caso de crisis internacional, el lugar donde se tomaran las decisiones, donde sucediera todo, donde recayera toda la responsabilidad fuera Washington.
La idea de que hubiera lugares en el mundo en los que Estados Unidos no estuviera estrat¨¦gicamente interesado lleg¨® a ser inconcebible. Al igual que poco a poco se fue haciendo inimaginable la posibilidad de que un presidente estadounidense viera suceder una convulsi¨®n pol¨ªtica en un lugar u otro del mundo sin dar su opini¨®n o proponer una pol¨ªtica decisiva al respecto. Los m¨¢s ac¨¦rrimos enemigos del pa¨ªs, al igual que los patriotas m¨¢s fervientes -sin duda, una extra?a combina-ci¨®n-, daban por supuesto que Estados Unidos hab¨ªa de estar ah¨ª, en primera l¨ªnea.
En mi opini¨®n, creer que Estados Unidos debe capitanear siempre la carga de la caballer¨ªa global y hacerla intervenir en lugares muy alejados de sus fronteras no s¨®lo es una falsa ilusi¨®n, sino tambi¨¦n una receta para el desastre. Se trata de una creencia basada en la suposici¨®n constante de que nos encontramos ante el peor de los escenarios: Ir¨¢n enviando misiles nucleares a Israel, Corea haciendo lo mismo con Jap¨®n o los talibanes volando por los aires el Yankee Stadium. Es imposible tener una sociedad civil permanentemente organizada en torno a unas hip¨®tesis de desastre inminente; no estamos en plena Batalla de Inglaterra, con los nazis prepar¨¢ndose para atacar al otro lado del Canal de la Mancha.
S¨ª que estamos, sin embargo, en un mundo en el que hay un peque?o n¨²mero de reg¨ªmenes desquiciados y/o inestables, y, sin lugar a dudas, es del todo aconsejable que Estados Unidos mantenga el alto nivel de su capacidad de control y respuesta y no malgaste la p¨®lvora en salvas. Pero tampoco hay indicios, pese a lo que afirman los seguidores de Cheney, de que el Gobierno de Obama no lo comprenda.
Lo que parece que no acaban de comprender quienes lo critican es que hay m¨¢s jugadores en el campo de juego, es decir, otros pa¨ªses a quienes afectan m¨¢s que a Estados Unidos las acciones desagradables o inconvenientes de los Estados rufianes. Por ejemplo, si la Rusia de Vladimir Putin llegara a hacer la tonter¨ªa de utilizar los recursos energ¨¦ticos para chantajear a sus vecinos occidentales el invierno que viene, ser¨¢ la Uni¨®n Europea quien tendr¨¢ que hacerse cargo del problema. Si empeora la situaci¨®n en Pakist¨¢n, ?no ser¨¢ mayor motivo de preocupaci¨®n para India, Rusia, China, Arabia Saud¨ª y otros pa¨ªses vecinos que para Estados Unidos? Si la situaci¨®n estalla en Corea del Norte, ?no es China, aparte de Corea del Sur, el pa¨ªs m¨¢s directamente afectado? ?Por qu¨¦ tiene que ser Estados Unidos el primero en hablar, el primero en actuar, el primero en sentirse obligado a responder?
Durante las d¨¦cadas de 1870 y 1880 los Balcanes fueron el escenario de repetidas convulsiones pol¨ªticas y guerras locales, lo que provoc¨® que Rusia amenazara con intervenir, y Austria con responder a la intervenci¨®n. Pero lo que todo el mundo necesitaba saber era lo que har¨ªa Bismarck, el gran canciller alem¨¢n. La pol¨ªtica de Bismarck fue mantener la boca cerrada, una muestra de prudencia por su parte, pues sembr¨® la incertidumbre en otros gobiernos, los cuales, a su vez, mostraron tambi¨¦n m¨¢s cautela. Al mismo tiempo, a?o tras a?o autorizaba nuevas mejoras en el ya renovado ej¨¦rcito prusiano. Esta combinaci¨®n -moderaci¨®n internacional unida a calladas mejoras de su poder militar- funcion¨®.
Puede que la moderaci¨®n de Bismarck no sea posible hoy en Estados Unidos, donde ciertas tertulias radiof¨®nicas y televisivas y ciertos diputados irresponsables se desga?itan pidiendo al Gobierno que act¨²e de inmediato, lo que provoca que los consejeros pol¨ªticos de la Casa Blanca urjan al presidente a mostrarse m¨¢s firme, a pronunciarse de una forma m¨¢s contundente, a ser m¨¢s resolutivo.
Pero ahora mismo no es el momento para que el presidente Obama se muestre "m¨¢s resolutivo" con respecto a Ir¨¢n, porque los estadounidenses no tienen nada que resolver en esa crisis. M¨¢s bien, es el momento de recordar la pol¨ªtica de unos de sus m¨¢s grandes predecesores en el cargo. Theodore Roosevelt hablaba suavemente, pero no se olvidaba de llevar un buen garrote.
Traducci¨®n de Pilar V¨¢zquez.
Paul Kennedy es catedr¨¢tico de Historia en la Universidad de Yale y director de su Centro de Estudios de Seguridad Internacional. En la actualidad est¨¢ escribiendo una historia de la Segunda Guerra Mundial.
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