Zapatero encarga al general Sanz restaurar la disciplina en el CNI

Cuando Zapatero se marchaba del Palacio Real, tras la celebraci¨®n de la ¨²ltima Pascua Militar, invit¨® a F¨¦lix Sanz a subir a su lado en el asiento trasero del coche oficial. Es la ventaja que tiene trabajar en La Moncloa: que uno puede compartir transporte con el presidente del Gobierno. Y, a ojos del p¨²blico, eso puede resultar m¨¢s importante que el cargo. E incluso que el encargo.

El encargo que recibi¨® F¨¦lix Sanz cuando fue relevado al frente de la c¨²pula militar, en julio de 2008, era modesto y de corta duraci¨®n: preparar la presidencia espa?ola de la UE en materia de Defensa, para el primer semestre del a?o pr¨®ximo. Eso s¨ª, con el rango de secretario de Estado, que ya ten¨ªa, y que mantendr¨¢ ahora al frente del CNI.

Como Jemad debi¨® gestionar el Yak-42, la arenga de Mena y el 'caso Cougar'

El mayor riesgo es que los agentes lo vean como un jefe de transici¨®n

El entonces ministro de Defensa, Jos¨¦ Antonio Alonso, promovi¨® en 2007 su candidatura a presidente del Comit¨¦ Militar de la OTAN, que se sald¨® con un fiasco; y su sucesora, Carme Chac¨®n, quiso convertirlo en embajador ante la Alianza Atl¨¢ntica, pero Moratinos se resisti¨®.

Aunque a Zapatero le habr¨ªa gustado mantenerlo alg¨²n tiempo como jefe del Estado Mayor de la Defensa, acab¨® cediendo ante la demanda de Chac¨®n de formar su propio equipo, una vez reincorporada al despacho ministerial tras su primer parto, y le busc¨® acomodo para agradecerle los servicios prestados.

Que eran muchos, ya que el general Sanz, con Bono como ministro, tuvo que lidiar con algunos de los toros m¨¢s bravos a los que se enfrent¨® el Gobierno en la anterior legislatura: las secuelas de la retirada de Irak; la traum¨¢tica investigaci¨®n del caso Yak-42; el accidente del Cougar en Afganist¨¢n; o la arenga golpista del general Mena contra el Estatuto de Catalu?a.

En este ¨²ltimo episodio tuvo mayor protagonismo del que hubiera deseado, pues asumi¨® la responsabilidad de proponer medidas disciplinarias ante la ausencia del jefe del Ej¨¦rcito, a quien correspond¨ªa hacerlo.

Tampoco formaba parte del cargo, ni del encargo, una de las ¨²ltimas demandas que le hizo Zapatero: que acompa?ase al secretario general de la Presidencia, Bernardino Le¨®n, a Washington para presentarle al nuevo consejero de Seguridad Nacional de Obama, el general James Jones, a quien Sanz conoc¨ªa de su etapa en la OTAN. La visita, prevista como una toma de contacto cort¨¦s, se acab¨® convirtiendo en una misi¨®n de bomberos al coincidir con la tormenta diplom¨¢tica desatada por la retirada de las tropas de Kosovo.

Con 64 a?os, Sanz ya se estaba preparando para el que se supon¨ªa su retiro definitivo, a la vuelta del pr¨®ximo verano, tal vez en su localidad natal de Ucl¨¦s (Cuenca). Incluso, empezaba a recibir homenajes, como el de la Universidad Alfonso X El Sabio, que en mayo pasado lo nombr¨® doctor honoris causa; el primer militar en recibir dicho honor desde Franco.

Lo ¨²ltimo que imaginaba era que Zapatero le encargara a estas alturas un destino de tanto riesgo y esfuerzo como el CNI.

Carece de experiencia en espionaje, aunque le toc¨® crear el Centro de Inteligencia de las Fuerzas Aramadas (CIFAS), el servicio secreto militar, cuando era jefe del Estado Mayor de la Defensa. Adem¨¢s, a diferencia de su antecesor, domina el ingl¨¦s y tiene amplia experiencia internacional, adem¨¢s de estrechas relaciones con EE UU, de su etapa de agregado en Washington.

En otras circunstancias, su condici¨®n de militar, aunque ya en la reserva, le habr¨ªa excluido para el puesto. Ahora, ha pesado m¨¢s la autoridad personal con la que cuenta para restaurar la disciplina en un centro en el que la mayor¨ªa de los miembros siguen siendo de origen militar. Adem¨¢s, su formaci¨®n castrense deber¨ªa servirle de protecci¨®n ante acusaciones de corruptelas.

El razonamiento es similar al que llev¨® en 2004 a Zapatero a poner a un general, Carlos Arruche, al frente de la Guardia Civil, despu¨¦s de tres directores civiles. Y, como entonces, en la elecci¨®n ha tenido un papel decisivo el director de Gabinete de Zapatero, Jos¨¦ Enrique Serrano.

Su mayor riesgo es que sus nuevos subordinados crean que se trata de un director de transici¨®n. Aunque desde el papa Juan XXIII, nadie puede fiarse.