Un pol¨ªtico brit¨¢nico que no nos hace falta
La soluci¨®n al tema irland¨¦s dada por el Consejo Europeo muestra que el pragmatismo sigue siendo una constante en la construcci¨®n europea. Ahora est¨¢ por ver si este rasgo, imprescindible en una Uni¨®n de 27 Estados, contin¨²a manteni¨¦ndose de cara a las decisiones, no menos f¨¢ciles, que habr¨¢ que adoptar si los ciudadanos irlandeses, en un segundo refer¨¦ndum, aceptan el Tratado de Lisboa. No son decisiones de tanto calado como la de hundirlo o no hundirlo. Pero seg¨²n c¨®mo se escoren, y presuponiendo que la ratificaci¨®n a 27 terminar¨¢ concluy¨¦ndose, cabe afirmar con razonable seguridad que conformar¨¢n la forma y manera en que la Uni¨®n Europea proseguir¨¢ un periplo hoy ensombrecido por la crisis econ¨®mica y financiera.
Blair, que ya dividi¨® a la UE cuando Irak, pondr¨ªa m¨¢s chinitas en los zapatos de la construcci¨®n europea
Se trata de decisiones que, aparte las institucionales, son las m¨¢s dif¨ªciles en la Uni¨®n Europea. La provisi¨®n de altos cargos no es irrelevante. La historia muestra que, m¨¢s all¨¢ de los loores del momento, algunos de sus ocupantes han sido d¨¦biles y a veces malos. Nadie tiene una p¨®liza de seguro para garantizar el ¨¦xito, algo que en la actualidad es m¨¢s necesario que nunca.
Dejando de lado los puestos de presidente de la Comisi¨®n y de presidentes del Parlamento Europeo (si la legislatura se divide entre dos), los que quedan son relativa o radicalmente nuevos. Uno constituye una ampliaci¨®n en relaciones internacionales de las competencias ejercidas hasta ahora por el espa?ol Javier Solana. Tambi¨¦n la ilustraci¨®n m¨¢s evidente del viejo axioma de que el hombre puede hacer el puesto. Solana ha elevado el suyo a unas cotas que pocos podr¨ªan haber previsto cuando se hizo cargo. Su sucesor dejar¨¢ de ser secretario general del Consejo pero asumir¨¢ la vicepresidencia de la Comisi¨®n para Relaciones Exteriores. Una mejora institucional que exigir¨¢ mucho tacto y mucha cintura. Construir sobre el legado de Solana no es una tarea imposible.
El segundo nuevo puesto, el de presidente del Consejo Europeo, es mucho m¨¢s, am¨¦n de una innovaci¨®n en toda regla. De qui¨¦n lo ocupe depender¨¢ la traducci¨®n a la pr¨¢ctica de los perfiles muy generales que le corresponden seg¨²n el Tratado de Lisboa. El agraciado deber¨¢ tener la capacidad a toda prueba de forjar consensos dif¨ªciles, moverse a lo largo de un estrech¨ªsimo filo entre los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 pa¨ªses miembros y definir el modus operandi del futuro en sus relaciones con los presidentes de la Comisi¨®n y del Parlamento. Si tiene ¨¦xito, podr¨¢ insuflar nuevos br¨ªos a la Uni¨®n Europea. Pero si quienes lo eligen se equivocan, habr¨¢n prestado un flaco servicio a la misma, a pesar de los previsibles elogios y alabanzas que acompa?ar¨¢n la decisi¨®n.
La decisi¨®n recaer¨¢ sobre alguien concreto, pero en el reparto de los altos cargos no pueden estar ausentes los aspectos pol¨ªticos, ideol¨®gicos y de nacionalidad, el pan y la sal de la Uni¨®n. Como debe ser. Entre los candidatos a¨²n no declarados pero cuyos nombres ya empiezan a revolotear por las p¨¢ginas de la prensa internacional, hay uno que, en mi modesta opini¨®n, no se merece ni llegar a ser considerado seriamente incluso con todo el pragmatismo del mundo por delante. Se trata de Tony Blair. Hasta el momento le apoyan abiertamente su colega e ¨ªntimo adversario de anta?o, el primer ministro brit¨¢nico Gordon Brown, e Il Cavaliere Silvio Berlusconi. Habr¨¢ otros.
Tony Blair no se merece un puesto que requiere una gran capacidad de empe?o e ilusi¨®n para aportar no ya el proverbial grano sino un kilo de arena a la construcci¨®n europea. No la tuvo, o al menos no dio demasiadas se?ales de ello, cuando fue primer ministro del Reino Unido, y quien esto escribe se dedicaba a analizar la pol¨ªtica de su Gobierno. Contribuy¨® decisivamente, como "nuestro" Aznar, a la divisi¨®n de la Uni¨®n Europea. Tampoco cabe olvidar que una de las m¨¢s incisivas investigaciones oficiales brit¨¢nicas sobre la decisi¨®n de cooperar en la invasi¨®n de Irak no le acus¨® formalmente de mentir, pero en 2004 lord Butler le dej¨® en un lugar sonrojante. Por si las moscas, Brown parece haber tomado medidas para que la pr¨®xima investigaci¨®n no llegue demasiado lejos.
Si Blair terminara siendo el primer presidente del Consejo Europeo se encontrar¨¢ haciendo equipo con Brown (en el supuesto de que contin¨²e en el poder) o lidiar¨¢ con el l¨ªder conservador David Cameron. En el primer caso no es exagerado pensar que la pol¨ªtica brit¨¢nica continuar¨¢ arrojando chinitas de mayor calibre contra la construcci¨®n europea. En el segundo, dado el proceso de fuerte ideologizaci¨®n anti-UE en que parece haberse despe?ado el pensamiento tory, Blair ser¨¢ irrelevante excepto para dorar su ego.
Hay nombres m¨¢s seguros, m¨¢s pro-europeos y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, m¨¢s fiables. Los grandes pa¨ªses que han hecho la Europa de nuestros d¨ªas, con sus virtudes, tambi¨¦n con sus defectos, no necesitan mirar allende el canal.
Angel Vi?as es historiador y autor de Al servicio de Europa. Innovaci¨®n y crisis en la Comisi¨®n Europea
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