El camale¨®n tiene gracia
Como la mayor¨ªa de los t¨®picos, puede resultar irritante la certidumbre de que una imagen vale por mil palabras. Depende del valor de la imagen y de la hermosura y la lucidez de las palabras. Desconfiando de un universo en el que el absoluto protagonismo lo ejercen las im¨¢genes -soporte de esa cosa tan agobiante y trascendente llamada publicidad-, reconozco que ningun an¨¢lisis pol¨ªtico ni perfil sicol¨®gico puede revelarme mayor y pat¨¦tica verdad sobre George Bush -el antiguo jefe del universo- que una secuencia del documental Farenheit 9-11 en la que comunican a ese mu?eco inarticulado y de expresividad grotesca, a ese imb¨¦cil infinitamente poderoso que condiciona con sus decisiones la existencia pl¨¢cida o precaria de cualquier individuo del universo, en la seguridad de que los piratas ser¨¢n cada vez m¨¢s ricos a costa del infortunio de los pringados ancestrales, la noticia de que han atacado las Torres Gemelas, de que todo tiene la atm¨®sfera del imprevisible Apocalipsis. Ese profesional de la mediocridad satisfecha, ese tipo que necesita que alguien le escriba continuamente todo lo que sale oficialmente de su rob¨®tica boca, ese logotipo de involuntario dada¨ªsmo cada vez que intentaba comunicar algo propio, se siente el m¨¢s indefenso del mundo, no sabe qu¨¦ decir, su rostro es un poema, sus gestos se congelan, en una escuela infantil en la que est¨¢ soportando con gesto forzadamente beat¨ªfico un cuento humanista sobre cabras. El demagogo Michael Moore, el maestro del montaje y de la realidad manipulada, la vibrante mosca cojonera, el documentalista inc¨®modo que se cree legitimado para exagerar y deformar en nombre de la sagrada verdad los punitivos males que aquejan a nuestro mundo, revelaba con ese impagable gesto del estupor bushiano la indefensi¨®n, la incompetencia y el caos de los que marcan el estado de las cosas.
BRUNO
Direcci¨®n: Larry Charles.
Int¨¦rpretes: Sacha Baron Cohen, Gustaf Hammarsten, Clifford Ba?agale, Josh Meyers, Bono.
G¨¦nero: comedia. EE UU, 2009.
Duraci¨®n: 83 minutos.
Sacha Baron Cohen, como Michael Moore, tambi¨¦n utiliza el falso documental para mostrar la impostura, la mentira o la vacuidad de los grandes principios, para caricaturizar los dogmas, para que todo tipo de feligreses de la verdad absoluta entren a su venenoso trapo. A diferencia del concienciado Moore ejerce de payaso salvaje, de camale¨®n surrealista, de kamikaze expuesto a que le partan la cara si a cambio obtiene lo que desea. O sea: lo rid¨ªculo de los fundamentalismos, los vertederos de la doble moral, la ominosa gratuidad del pensamiento ortodoxo.
Y el muy desvergonzado se pasa seis pueblos interpretando a maliciosos seres de ficci¨®n a los que sus ingenuos entrevistados (utiliza el cebo de que sus v¨ªctimas aparezcan en la televisi¨®n, hay que que ser imb¨¦cil para prestarse al circo en nombre de la supuesta popularidad que otorga el medio, para no investigar la identidad del acosador) le cuentan barbaridades, se enredan en el esperp¨¦ntico juego, ponen caritas, quieren linchar a ese brutal promotor que rompe sus esquemas mentales. Y me interesa tanto lo que muestra Baron Cohen como lo que oculta, lo que pretende y lo que consigue, su verdad y su mentira.
Teniendo serias dudas sobre la metodolog¨ªa del corrosivo buf¨®n, sabiendo que la c¨¢mara oculta es frecuentemente el recurso que utilizan esos delincuentes fachosos que se definen como periodistas de investigaci¨®n, confieso que me dan ataques de risa con los pasotes de Bruno, esa locaza vienesa que pretende ser famosa a cualquier precio. Y hay bastantes cosas inservibles, con gracia forzada, pero tambi¨¦n una comicidad con mucho talento, el de un soci¨®pata temible, sin reglas, un necesario peligro p¨²blico.
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