Luna Andr¨®gina
El Sol es el hombre. La Tierra es la mujer. ?Y la Luna? La Luna es andr¨®gina. ?sta es la met¨¢fora inicial que, como faro conductor, gu¨ªa Eonnagata, espect¨¢culo deslumbrante que narra la historia ver¨ªdica de un hombre que eligi¨® ser la Luna y supone adem¨¢s una conjunci¨®n de talentos extraordinarios haciendo cosas extraordinarias. Porque si el canadiense Robert Lepage es ampliamente conocido como uno de los prestidigitadores de la m¨¢s moderna direcci¨®n teatral, aqu¨ª se le ver¨¢ debutando en los roles de core¨®grafo y bailar¨ªn. Si la diva francesa Sylvie Guillem es recordada como la tr¨¦mula Julieta o la diestra Giselle, aqu¨ª estar¨¢ encarnando a un hombre que termin¨® crey¨¦ndose que era una mujer, y si a Alexander McQueen se le reconoce como uno de los m¨¢s osados dise?adores de moda, que ha rehusado siempre crear trajes esc¨¦nicos, aqu¨ª lo tenemos entusiasta mostrando unos ins¨®litos modelos compuestos por elegantes elementos decimon¨®nicos y coloridos ornamentos milenarios de Oriente, mezclados arm¨®nicamente con la m¨¢s decidida vanguardia siglo XXI. Por si fuera poco, al bailar¨ªn y core¨®grafo brit¨¢nico Russell Maliphant le veremos haciendo movimientos cercanos a las artes marciales y practicando la esgrima.
"Debutar como bailar¨ªn a mis 50 a?os al lado de dos de los m¨¢s grandes parec¨ªa descabellado, pero termin¨¦ aceptando y s¨ª, ahora bailo", dice Lepage
Y es que todos ellos han puesto sus habilidades conocidas -y desconocidas- al completo servicio de una historia ciertamente rocambolesca e incre¨ªble pero real, la de Charles de Beaumont Chevalier d'Eon (Tonnerre, Francia, 1728-Londres, 1810), quiz¨¢ el primer James Bond de la historia, un soldado valiente y diestro con la espada, que trabaj¨® como esp¨ªa de Luis XV. Como parte de su trabajo hac¨ªa sus misiones indistintamente como hombre o como mujer, consiguiendo enga?ar a todos, pero no se trataba solamente del deber. Tambi¨¦n hab¨ªa una tremenda confusi¨®n mental con respecto a su verdadera identidad sexual, y al final de su vida realmente no sab¨ªa bien lo que era. Goz¨® de privilegios en la corte y obtuvo el grado de capit¨¢n en la Legi¨®n de Honor, pero cuando ascendi¨® al poder Luis XVI, al nuevo rey no le pareci¨® tan honorable y gracioso, y lo desterr¨® a Inglaterra. Insertado como dama en la sociedad londinense, D'Eon gener¨® todo tipo de rumores y se dice que hab¨ªa apuestas millonarias por desvelar su realidad sexual. Cansado, se retir¨®, siempre como mujer, a Middlesex, donde comparti¨® casa con una anciana viuda que no se enter¨® de su g¨¦nero hasta que vio su cad¨¢ver desnudo.
El relato podr¨ªa ser una perfecta y trepidante pel¨ªcula pero Robert Lepage llevaba 20 a?os pensando en c¨®mo podr¨ªa montarla en escena. Le fascinaba la ambivalencia del personaje pero quer¨ªa tambi¨¦n establecer el paralelismo entre Chevalier d'Eon y la vida de un onnagata, esos actores del legendario teatro kabuki japon¨¦s que se entrenan para los papeles femeninos a tal punto que su masculinidad es brutalmente aplastada por su feminidad artificial. El director canadiense no hallaba el camino hasta que, una noche, en Sidney, cuando acababa la funci¨®n de su unipersonal The Anderson's Project, se le present¨® en el camerino Sylvie Guillem, dici¨¦ndole que hab¨ªa pensado en ¨¦l para que le acompa?ara en su pr¨®ximo proyecto. "Lepage tiene ese ojo genial para lo teatral y esa habilidad ¨²nica para contar las cosas de una manera clara, transparente e inteligente pero siempre aut¨¦ntica; me fui a su camerino y le dije que si quer¨ªa hacer algo con una bailarina, yo estaba por ah¨ª". Y claro que quer¨ªa. No tard¨® en comprender que la danza era un veh¨ªculo perfecto para materializar su sue?o esc¨¦nico sobre la vida de Chevalier d'Eon, montar finalmente su espect¨¢culo que ya ten¨ªa t¨ªtulo, Eonnagata, una mezcla del nombre de Chevalier y los curiosos actores japoneses. "Pens¨¦ que Sylvie ten¨ªa las cualidades para ser asombrosamente femenina y graciosa pero tambi¨¦n el temple para encarnar una figura imponente y masculina, mientras que Russell tiene las cualidades contrarias. Le llamamos Russell, el m¨²sculo, y es el elemento varonil de la producci¨®n pero al mismo tiempo tiene una manera muy femenina y sutil de aproximarse a la danza". La idea era que Guillem representara a Eon en su juventud y Maliphant en su madurez. Con lo que Lepage realmente no contaba es con que ambos artistas quer¨ªan que ¨¦l mismo encarnara a Eon en su decrepitud. Se lo dijeron cuando el proceso estaba bastante avanzado y se encontr¨® en una encrucijada. "Me qued¨¦ un poco desconcertado. Debutar como bailar¨ªn a mis 50 a?os al lado de dos de los m¨¢s grandes del mundo parec¨ªa descabellado pero termin¨¦ aceptando y s¨ª, ahora bailo".
Tras una segunda reuni¨®n en Londres, los tres artistas, a los que se unieron Alexander McQueen y el renombrado dise?ador de luces Michael Hulls, se pusieron a trabajar con miras a estrenar la obra en el reputado teatro londinense de danza Sadler's Well, donde vio la luz en marzo pasado, tras dos a?os fren¨¦ticos de preparaci¨®n. Las apretadas agendas de los involucrados le dieron un toque inusual al montaje que se hac¨ªa, frecuentemente, con los artistas repartidos en dos o tres continentes. E-mails, grabaciones colgadas, videoconferencias, viajes rel¨¢mpago... marcaron el ritmo de construcci¨®n de Eonnagata, que se representar¨¢ la pr¨®xima semana en el Festival Grec.
Eonnagata es especial, no solamente por la reputaci¨®n de los artistas involucrados, sino porque para cada uno de ellos ha supuesto un reto, algo completamente diferente. El proyecto da continuidad a la l¨ªnea de danza contempor¨¢nea arriesgada que Guillem, hoy con 44 a?os, ha asumido desde que abandon¨®, de manera definitiva seg¨²n dice, el tut¨² y el ballet cl¨¢sico. "Creo que lo que Sylvie y Russell m¨¢s disfrutaron fue el inicio de los ensayos cuando se enfrentaron por primera vez a la palabra hablada, fue como una liberaci¨®n", opina Lepage. "Para m¨ª, en cambio, lo m¨¢s excitante era lo contrario, abandonar el apego a las palabras y dejar que la danza contara buena parte de la historia". El resultado, desde luego, es un h¨ªbrido de danza, teatro y alta tecnolog¨ªa que puede ser fascinante o chocante (alg¨²n medio brit¨¢nico subray¨® que el espect¨¢culo no termina de ser coherente y es excesivamente largo) pero no deja indiferente. Se estructura en diferentes cuadros, algunos de gran belleza formal, que van alternando danza, peleas de espada, movimiento milim¨¦tricamente calculado, gesto kabuki y el uso de una narraci¨®n, indistintamente recitada por alguno de los tres. "No es pura danza", advierte Russell Maliphant. "Que nadie se espere a Sylvie haciendo piruetas y asombrosas ca¨ªdas, pero tampoco es puro teatro, y eso es lo que lo hace tan fascinante".
Todos estimaban que estaban creando algo importante y, en honor a ello, cedieron. "Yo no sab¨ªa que para entender f¨ªsicamente los conceptos, los bailarines deben repetir una y otra vez los movimientos hasta que el cuerpo los asimila", confiesa Lepage, "as¨ª que, armado de paciencia, deb¨ªa esperar a que ellos lo tuvieran para poder pasar a trabajar otra escena". Para el director, el proceso era lento pero para Maliphant, como core¨®grafo, todo iba demasiado deprisa. Lepage les cit¨® en Quebec, donde opera su compa?¨ªa Ex Machina, para hacer algo que en sus procesos es pura rutina: prepararse durante 20 d¨ªas para mostrar a un p¨²blico piloto parte del proceso y estudiar sus reacciones. "Era como un estado de emergencia", rememora Guillem. "Para m¨ª no era del todo normal trabajar a ese ritmo fren¨¦tico para mostrar al p¨²blico algo que no estaba terminado". Pero en el momento del estreno en Londres parec¨ªan contentos y satisfechos. En cualquier caso, Eonnagata quedar¨¢ en sus trayectorias como una de sus m¨¢s apasionantes y descabelladas aventuras, independientemente de la repercusi¨®n real que tenga el espect¨¢culo.
Eonnagata. Teatre Nacional de Catalunya. Festival Grec de Barcelona. Del 15 al 18 de julio. www.barcelonafestival.com
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