?Una revoluci¨®n en Westminster?
Salvo que me haya perdido algo, Reino Unido no acaba de salir de una guerra, una revoluci¨®n ni una declaraci¨®n de independencia. ?sas son las circunstancias excepcionales que suelen hacer falta para producir un momento constitucional. Y sin embargo, extra?amente precipitado por las revelaciones sobre miembros del Parlamento brit¨¢nico que declaraban gastos por cosas como una casita de madera para patos en un estanque, una plancha de pantalones y la construcci¨®n de habitaciones para el servicio, existe un reconocimiento generalizado de que el sistema pol¨ªtico brit¨¢nico se encuentra en una profunda crisis. A principios de esta semana o¨ª a Dominic Grieve, el portavoz de Interior de la oposici¨®n conservadora, decir que la crisis podr¨ªa poner en tela de juicio "las bases de la legitimidad del Estado".
El sistema pol¨ªtico brit¨¢nico se encuentra en una profunda crisis
Se precisa una gran movilizaci¨®n popular por un "gobierno abierto"
No hay consenso sobre la soluci¨®n. Muchos miembros de la clase pol¨ªtica, especialmente en los dos grandes partidos, el Laborista y el Conservador, parecen seguir creyendo que bastar¨¢n algunos parches. Se equivocan. Reino Unido no necesita una revoluci¨®n, pero s¨ª una gran reforma. Hay algo que est¨¢ fundamentalmente mal en un Estado tan centralizado y con un Ejecutivo tan poderoso, cuyos ¨²nicos l¨ªmites son los que le imponen los jueces que aplican la Ley de Derechos Humanos, unos lores no elegidos y los periodistas.
En teor¨ªa, Reino Unido tiene un Parlamento soberano. En la pr¨¢ctica, como dijo Grieve en una reuni¨®n en el Instituto de Investigaciones sobre Pol¨ªticas P¨²blicas de Londres el martes pasado, la historia reciente del Parlamento muestra una subordinaci¨®n creciente al Ejecutivo. El parlamentario laborista Tony Wright se mostr¨® de acuerdo: tenemos un Parlamento que, en la pr¨¢ctica, se niega a ser soberano porque "el principal objetivo de los miembros de la legislatura es entrar en el Gobierno". Y el fin de nuestro actual sistema electoral, a?adi¨®, es escoger un Gobierno, no a los representantes del pueblo.
El deber nacional del Reino Unido, por consiguiente, es crear y sostener un momento constitucional, sin las circunstancias hist¨®ricas que suelen engendrarlo. Para ello hacen falta iniciativas que vengan de arriba y de abajo, del Parlamento y de la gente. Por el momento, hay al mismo tiempo demasiado y demasiado poco en ambas partes. Existen innumerables propuestas, discursos, reuniones, iniciativas y esl¨®ganes, pero no est¨¢ nada claro c¨®mo se va a plasmar todo eso en un cambio real.
Lo que ha venido de arriba, hasta ahora, es bastante poco. La C¨¢mara de los Comunes va a mejorar su sistema de gastos. Hay un nuevo presidente de la C¨¢mara, que no parece nada del otro mundo. Este oto?o, un comit¨¦ selecto, presidido por Wright, deber¨¢ presentar propuestas significativas para mejorar la forma de trabajar de la C¨¢mara baja. (Por ejemplo, es incre¨ªble que el Gobierno controle la asignaci¨®n de tiempos en las sesiones parlamentarias. Imaginemos qu¨¦ dir¨ªa el Congreso estadounidense en un caso as¨ª). M¨¢s importante es que vuelve a discutirse la reforma electoral. Alan Johnson, firme candidato a ser el pr¨®ximo l¨ªder del Partido Laborista, expuso el otro d¨ªa su propuesta de que el d¨ªa de las elecciones se lleve a cabo un refer¨¦ndum sobre el sistema de "voto alternativo plus" (un sistema mixto entre listas y circunscripciones de candidato ¨²nico), el sistema recomendado hace una d¨¦cada por una comisi¨®n encabezada por Roy Jenkins -el ex ministro laborista y presidente de la Comisi¨®n Europea-, que el Gobierno de Tony Blair aparc¨®.
Mientras tanto, estamos con la pol¨ªtica preelectoral de costumbre. El primer ministro, Gordon Brown, y el l¨ªder conservador, David Cameron, se ponen mutuamente por los suelos en las sesiones de preguntas al Gobierno, con una competici¨®n de gritos que hace que, en comparaci¨®n, los clubes de debate estudiantiles parezcan m¨¢s adultos. Los maestros de la manipulaci¨®n como lord Peter Mandelson, que es quien tiene el poder detr¨¢s del trono de Brown, siguen haciendo declaraciones descaradamente falsas, como su rid¨ªcula afirmaci¨®n de que el Gobierno no puede ofrecer proyecciones de recortes del gasto p¨²blico -que todos sabemos que deben llegar- porque estar¨ªan basadas en "especulaciones". Cada cosa que dicen los pol¨ªticos est¨¢ evidentemente preparada para causar el mayor impacto posible en un ciclo de noticias incesante, presente las 24 horas.
En las pantallas de nuestros televisores sigue jug¨¢ndose ese deporte llamado pol¨ªtica como si fuera tenis o f¨²tbol. ?Pero cu¨¢nta gente siente verdaderamente que ¨¦stos son nuestros representantes? Los niveles intermedios de participaci¨®n democr¨¢tica son escasos o inexistentes, a diferencia de la floreciente democracia local y regional de Estados Unidos y gran parte de la Europa continental. Los partidos pol¨ªticos controlan la designaci¨®n de los candidatos parlamentarios, aunque Cameron ha prometido primarias que nos dar¨ªan voz y voto en la elecci¨®n de candidato.
Es verdad que cada cuatro o cinco a?os el votante brit¨¢nico puede contribuir a "echar a esos cabrones". Entonces llega a Westminster un nuevo grupo que sigue jugando el mismo juego y de la misma manera. Incluso aunque, de vez en cuando, haya un candidato nuevo y fresco que parezca hablar ingl¨¦s normal, al cabo de unos meses aparece en televisi¨®n hablando exactamente como Mandelson.
Al mismo tiempo, fuera de las paredes del Parlamento y los estudios de televisi¨®n, hay muchas iniciativas nuevas en todas direcciones. El jueves por la noche hubo una concentraci¨®n en el centro metodista de Westminster organizada por la coalici¨®n Vote for Change (Voto para el Cambio), amenizada por m¨²sica de Billy Bragg, con el objetivo de despertar el entusiasmo por la reforma electoral. La campa?a Unlock Democracy (Abramos la democracia) tiene un proyecto de ley para autorizar una convenci¨®n de ciudadanos que, con car¨¢cter deliberativo, decida sobre una serie de reformas importantes. Por su parte, 38degrees.org.uk pretende crear una comunidad brit¨¢nica en la Red para fomentar el cambio, como MoveOn.org en Estados Unidos. Una nueva iniciativa llamada Real Change (a cuyo comit¨¦ directivo pertenezco) tiene el objetivo de poner en marcha mil peque?as reuniones c¨ªvicas en todo el pa¨ªs que seguramente desemboquen este oto?o en una convenci¨®n para la reforma (ver www.realchange.uk.net).
Es fundamental que haya una gran movilizaci¨®n popular. Sin una presi¨®n desde abajo, los pol¨ªticos brit¨¢nicos volver¨¢n a sus malos h¨¢bitos de siempre. Pero por nuestra parte tambi¨¦n tenemos que plantearnos una serie de preguntas dif¨ªciles. ?Hasta qu¨¦ punto la indignaci¨®n popular con la clase pol¨ªtica puede traducirse en la participaci¨®n sostenida en un movimiento para el cambio constitucional? ("Reforma constitucional" no es un t¨¦rmino que tenga mucho eco entre los brit¨¢nicos; "gobierno abierto" quiz¨¢ podr¨ªa tener m¨¢s ¨¦xito). ?No se disipar¨¢ la energ¨ªa c¨ªvica existente entre todas esas iniciativas tan variadas? ?En qu¨¦ sentido tiene derecho a afirmar cada una de ellas que representa "al pueblo"? (Una convenci¨®n de ciudadanos dispuestos y seleccionados al azar, como se hizo por primera vez en la provincia canadiense de la Columbia Brit¨¢nica, servir¨ªa para aplacar en cierta medida esa objeci¨®n). Y, en definitiva, ?c¨®mo puede traducirse todo esto en leyes parlamentarias y en una moci¨®n espec¨ªfica para que se celebre un refer¨¦ndum, que son las formas apropiadas de llevar a cabo una reforma importante en Reino Unido?
En alg¨²n momento, y m¨¢s pronto que tarde, necesitaremos un organismo que sea un puente de dos direcciones entre el Parlamento y la gente. Tendr¨¢ que estar dotado de competencias y legitimidad. Wright ha sugerido llamarlo Comisi¨®n de la Democracia. En ¨¦l deber¨ªan estar personas que verdaderamente sepan de qu¨¦ hablan en relaci¨®n con la Constituci¨®n semiescrita y el complejo sistema pol¨ªtico del pa¨ªs: gente como el destacado abogado Thomas Bingham, el experto constitucional de Oxford Vernon Bogdanor y la veterana activista pol¨ªtica Helena Kennedy. Deber¨ªa contar con representantes de los partidos pol¨ªticos. Pero tambi¨¦n deber¨ªa tener a un estudiante, un bloguero, un par de activistas de la sociedad civil... ?y por qu¨¦ no varios miembros de la poblaci¨®n en general, escogidos por sorteo?
No puede ni debe ser una delegaci¨®n de Westminster que se dedique a recorrer el pa¨ªs escuchando graciosamente las humildes peticiones de los s¨²bditos de Su Majestad y luego elabore propuestas de compromiso de las que el Gobierno del momento escoja los fragmentos que quiera impulsar a trav¨¦s de una c¨¢mara legislativa servil. Pero tampoco puede ser s¨®lo una iniciativa desde abajo de ciudadanos independientes, sin la autoridad pol¨ªtica para plantear demandas al Parlamento. Ni el Parlamento ni el pueblo pueden actuar por su cuenta. S¨®lo un nuevo tipo de relaci¨®n creativa entre los dos podr¨¢ darnos a los brit¨¢nicos el momento constitucional que necesitamos.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford y profesor titular de la Hoover Institution en Stanford.
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