300 vecinos esperan una licencia del nuevo Gobierno de Gondomar
La nueva Lei do Solo permitir¨¢ al alcalde actuar con menos control
En Gondomar, el gobierno erigido con la moci¨®n de censura del martes se propone, prioritariamente, hacer "algo" con el par¨®n urban¨ªstico. No saben a¨²n si rescatar el plan general de 2006, el "de la corrupci¨®n", pese a que se han pasado el ¨²ltimo a?o y pico reclamando su reactivaci¨®n, o decantarse ahora por encargar uno nuevo, como pretend¨ªa el BNG. Pero les devora la impaciencia y "algo" har¨¢n para hacerse notar en el asunto. La reforma de la Lei do Solo que anuncia la Xunta acude en su ayuda: ya ser¨¢n menos los vetos para dar licencia a los m¨¢s de 300 vecinos que la esperaban.
El Val Mi?or, que se reparten los municipios de Baiona, Gondomar y Nigr¨¢n, anticipa un territorio de paisajes espectaculares a veces y amable siempre, como el clima. Por eso capta preferencias entre los vigueses que huyen de la gran ciudad, y esta demanda inmobiliaria, para domiciliarse o construir una segunda vivienda, constituye un primer foco de presi¨®n sobre el sector urban¨ªstico.
La especulaci¨®n ha generado expectativas distorsionadas
"Reclaman su condici¨®n rural, pero su modo de vida es urbanita"
La relaci¨®n con Vigo incluye, adem¨¢s, la dependencia (empleo, negocios, movimiento constante) de los vecinos naturales de la comarca. "Han dejado de ser municipios rurales", anticipa Ana Fuentes, delegada para temas urban¨ªsticos del colegio de arquitectos de Vigo. "La econom¨ªa agraria es anecd¨®tica, todos son urbanitas", sentencia.
Las propias bendiciones naturales, por otra parte, potencian la explotaci¨®n tur¨ªstica, y una cosa y otra reclaman planteamientos urban¨ªsticos diferenciados que a su vez hay que armonizar con los intereses, particulares y arduos, del vecindario porque, seg¨²n les venga, "reivindican su condici¨®n rural, pero iluminada con farolas en lugar de las linternas que usaban antes".
Un solar o parcela, por el mero hecho de estar ah¨ª e interesar a un promotor, ha multiplicado por cinco, por diez, su precio en los ¨²ltimos a?os. El negocio inmobiliario ha movido cantidades ingentes de dinero con las ¨²nicas artes de la especulaci¨®n y ha generado entre los propietarios de terreno expectativas distorsionadas y, hoy d¨ªa, ya inalcanzables. Haber perdido la ocasi¨®n provoca contrariedad. Pero lo que menos toleran los propietarios son las restricciones administrativas al uso del suelo que les pertenece.
El nuevo alcalde de Gondomar, Mart¨ªn Urgal, ha mostrado en su caso una declarada intenci¨®n de complacerles. Tambi¨¦n lo hizo antes, por complacencia mutua, el alcalde del PP que le precedi¨®, Carlos Silva, a¨²n concejal del equipo actual, condenado a c¨¢rcel e inhabilitaci¨®n, con su junta de gobierno, por un peque?o lote de las m¨¢s de 300 licencias que otorg¨® al amparo de un plan general anulado por el Tribunal Supremo. Las que den Urgal y su virtual concejal de Urbanismo, el ex socialista Alfonso de Lis, tendr¨¢n ahora el paraguas reformador anunciado por la Xunta.
Esos dos protagonistas de la moci¨®n de censura sufren en propia carne condenas de demolici¨®n por pr¨¢cticas urban¨ªsticas ilegales: el hotel de uno y la nave industrial del otro. Independientemente del resultado ¨²ltimo de ambos casos, su mera existencia ya induce la precariedad con la que prende en ambos dirigentes el binomio urbanismo-legalidad. Podr¨ªan convertirse, en su carrera para hacer "algo" con tal punto de partida, en adalides de esa corriente tan extendida por los municipios gallegos. Como Oia, por ejemplo, cuyo regidor, Alejandro Rodr¨ªguez (PP), se resiste a ejecutar la orden judicial de demolici¨®n de la nave de De Lis: "Son gente trabajadora que crea empleo", aduce. Como si eso fuera imposible desde la legalidad, e ignorando siempre que el espacio ya no es propiedad exclusiva de vecinos o ayuntamientos.
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