El golpe de las burlas
PIEDRA DE TOQUE. El grueso de la poblaci¨®n hondure?a se manifest¨® en contra de convertirse en un pa¨ªs dependiente de Hugo Ch¨¢vez, es decir, en una peque?a dictadura populista enfeudada al caudillo venezolano
Despertar a un presidente constitucionalmente elegido a punta de bayonetas y enviarlo al exilio sin darle tiempo siquiera a cambiarse el pijama, como hicieron los militares hondure?os con Manuel Zelaya hace dos semanas, es un acto de barbarie pol¨ªtica y resulta justa la en¨¦rgica condena que este atropello ha merecido de las Naciones Unidas, la OEA y de la mayor¨ªa de naciones del mundo entero.
Ahora bien, sentado este principio, que la interrupci¨®n de la democracia por una acci¨®n militar no es justificable en ning¨²n caso, es preciso analizar lo ocurrido m¨¢s de cerca y con prudencia porque en este golpe de Estado, como en la famosa "cena de las burlas", nada es lo que parece ser y la frontera entre la verdad y la mentira resulta m¨¢s escurridiza que una anguila.
La mediaci¨®n del presidente de Costa Rica, ?scar Arias, premio Nobel de la Paz, es una buena idea
Ch¨¢vez amenaza con una intervenci¨®n militar. Y Nicaragua probablemente har¨ªa de pe¨®n de brega
Tal vez m¨¢s que la acci¨®n misma del asalto a la residencia del jefe de Estado hondure?o haya que reprochar a los militares, y a los jueces que les dieron la orden de hacerlo, que, con semejante atropello, hayan convertido en v¨ªctima de la democracia y poco menos que en h¨¦roe de la libertad, a un demagogo irresponsable como Mel Zelaya, quien, en violaci¨®n flagrante de la Constituci¨®n que hab¨ªa jurado respetar, se dispon¨ªa a llevar a cabo un refer¨¦ndum para hacerse reelegir, una pretensi¨®n que fue condenada por la Corte Suprema y la Fiscal¨ªa de la Naci¨®n, y por la que el Congreso hondure?o hab¨ªa iniciado un proceso para destituirlo como jefe del Estado. ?ste era un procedimiento leg¨ªtimo en defensa de la democracia que la acci¨®n militar fren¨® y desnaturaliz¨®, sembrando una confusi¨®n de manicomio.
A tal extremo que nada menos que el comandante Hugo Ch¨¢vez, el comandante Daniel Ortega, Evo Morales y hasta el mism¨ªsimo Ra¨²l Castro aparecieron de pronto liderando la protesta continental en defensa de la ley y de la democracia, exigiendo sanciones contra Honduras y convocando en Nicaragua una reuni¨®n de ALBA (Alternativa Bolivariana para las Am¨¦ricas) a la que el despistado Jos¨¦ Miguel Insulza, secretario general de la OEA, dio, con su presencia, un aura de legitimidad.
Si el comandante Hugo Ch¨¢vez, gran desestabilizador de la democracia latinoamericana, ex golpista y megal¨®mano caudillo que ha convertido a Venezuela en una peque?a satrap¨ªa personal y aspira a hacer otro tanto con el resto de Am¨¦rica Latina, se arroga el rol de defensor del Estado de derecho hondure?o, adem¨¢s de un eclipse del sentido com¨²n y de la racionalidad, comprobamos una evidencia: que algo deb¨ªa de andar podrido antes de este golpe en ese peque?o pa¨ªs latinoamericano convertido hoy en el centro de la atenci¨®n mundial. Y, en efecto, Honduras estaba a punto de caer, tras de Bolivia, Nicaragua y Ecuador, en la ¨®rbita de Hugo Ch¨¢vez cuando sobrevino la intervenci¨®n militar. Manuel Zelaya era la ¨²ltima conquista del caudillo venezolano.
Lo hab¨ªa sobornado, al igual que a sus otros vasallos latinoamericanos, vendi¨¦ndole el petr¨®leo de su pa¨ªs a precio de ganga y con cr¨¦ditos generosos, y, sobre todo, apoyando sus apetitos reeleccionistas. Ni corto ni perezoso, Zelaya, antiguo destacado figur¨ªn de la oligarqu¨ªa rural hondure?a, vinculado en el pasado a matanzas de campesinos, y elegido presidente como candidato del Partido Liberal, de centro derecha, con un programa de apoyo a la inversi¨®n extranjera y a la empresa privada y de severa persecuci¨®n a la delincuencia, de pronto, a media gesti¨®n, experiment¨® una conversi¨®n populista y revolucionaria (es decir, chavista), afili¨® su pa¨ªs a ALBA y comenz¨® a preparar su eternizaci¨®n en el poder mediante una reforma constitucional, tal como lo han hecho Ch¨¢vez y sus disc¨ªpulos, es decir, la hez pol¨ªtica de Am¨¦rica Latina.
Pero, a diferencia de lo ocurrido en pa¨ªses como Ecuador, Bolivia o Nicaragua (o, en el otro extremo del espectro pol¨ªtico, la Colombia de Uribe, un mandatario democr¨¢tico que por desgracia incurri¨® tambi¨¦n en el siniestro deporte de la reelecci¨®n), donde los mandatarios reeleccionistas contaban con una base popular que apoyaba sus planes, en Honduras la pretensi¨®n de Zelaya fue desde el principio masivamente impopular y lo desprestigi¨® en todos los ¨¢mbitos del espectro pol¨ªtico. Todas las instituciones rechazaron su intento, la Corte Suprema de Justicia, el Tribunal Electoral, todos los partidos pol¨ªticos democr¨¢ticos (empezando por el suyo, el Liberal), la Fiscal¨ªa de la Naci¨®n y la opini¨®n p¨²blica en general. El rechazo no fue s¨®lo al volteretazo ideol¨®gico del voluble mandatario. Fue, tambi¨¦n, una clar¨ªsima toma de posici¨®n del grueso de la poblaci¨®n hondure?a en contra de la perspectiva de convertirse en un pa¨ªs dependiente de Hugo Ch¨¢vez, es decir, en una peque?a dictadura populista enfeudada al caudillo venezolano.
?ste es el contexto en el que hay que juzgar la situaci¨®n hondure?a. No para justificar una acci¨®n militar de una gran torpeza, que s¨®lo ha servido para sembrar el descr¨¦dito en unas instituciones y un pueblo que hab¨ªan emprendido una valerosa resistencia contra un intento claramente antidemocr¨¢tico de un mandatario sin principios, sino, para no incurrir, creyendo actuar en defensa de la democracia, en una operaci¨®n que termine legitimando los planes inconstitucionales, reeleccionistas y de entrega de Honduras al poder chavista de Manuel Zelaya.
?Qu¨¦ se puede hacer para reconstituir la demediada democracia hondure?a? Lo ideal, que ser¨ªa reponer a Zelaya en la presidencia a condici¨®n de que renuncie a sus planes reeleccionistas y garantice que las elecciones de noviembre se lleven a cabo de manera impecable bajo vigilancia de las Naciones Unidas, parece ahora dif¨ªcil, por lo envenenada que est¨¢ la situaci¨®n, como se vio el 5 de julio, cuando el fracasado intento de retorno a Tegucigalpa del depuesto presidente, que provoc¨® violentos incidentes y varios heridos. Honduras se ha retirado de la Organizaci¨®n de Estados Americanos, lo que no debe sorprender a nadie dada la pertinaz inutilidad de esta instituci¨®n que tiene, adem¨¢s, la nefasta propiedad de volver tambi¨¦n in¨²tiles a sus secretarios generales, incluso a los que, como Jos¨¦ Miguel Insulza, parec¨ªan m¨¢s despiertos que los otros, de modo que la OEA mientras menos intervenga ahora tanto mejor. La mediaci¨®n del presidente de Costa Rica, ?scar Arias, premio Nobel de la Paz, es una buena idea: se trata de un estadista respetado y respetable, buen negociador y aut¨¦ntico dem¨®crata.
De otro lado, hay que evitar por todos los medios que la tensi¨®n existente evolucione hacia el derramamiento de sangre. Ch¨¢vez ha amenazado con una intervenci¨®n militar, en la que probablemente har¨ªa de pe¨®n de brega la Nicaragua del comandante Ortega, a la que el Gobierno de facto ha acusado de movilizar tropas hacia la frontera con Honduras. Es cierto que no hay manera de verificar si las noticias seg¨²n las cuales esa frontera viene siendo cruzada ya desde antes del golpe por comandos venezolanos y cubanos que denuncia la prensa de Honduras son ciertas o meras operaciones publicitarias en defensa del Gobierno de Roberto Micheletti, pero, dados los antecedentes y el contexto pol¨ªtico de Am¨¦rica Central, tampoco pueden ser descartadas. La situaci¨®n inestable y precaria de Honduras, ahora en la picota de la opini¨®n internacional, es propicia para una acci¨®n insurreccional teledirigida desde Caracas.
Tal vez estos riesgos puedan conjurarse con el adelanto de las elecciones presidenciales ya convocadas para el mes de noviembre. Este proceso deber¨ªa tener lugar a la brevedad posible, dentro de un par de meses a lo m¨¢s, algo realizable si la comunidad internacional colabora con la infraestructura electoral, y llevarse a cabo bajo la responsabilidad y vigilancia de las Naciones Unidas y con observadores internacionales de la Uni¨®n Europea y de organizaciones pol¨ªticas y de derechos humanos como la Fundaci¨®n Carter, Amnist¨ªa Internacional y Americas Watch. No veo otra manera m¨¢s r¨¢pida de reconstruir el Estado de derecho y poner fin a la an¨®mala situaci¨®n que vive Honduras por culpa tanto de los militares que asaltaron la Presidencia con nocturnidad como de las arteras maniobras de Mel Zelaya y su gur¨² ideol¨®gico, Hugo Ch¨¢vez.
? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2009.
? Mario Vargas Llosa, 2009.
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