Decoro
Es un principio muy sencillo y de amplio espectro, porque est¨¢ indicado por igual en acciones primarias, hurgarse la nariz, sin ir m¨¢s lejos, y en otras tan complejas como el tr¨¢fico de armas. Se trata de envolver la desnudez, y por extensi¨®n, las actitudes vergonzosas o inmorales, en un ropaje que no ofenda al pudor de nadie, pero sus efectos, eso s¨ª, son ambiguos. El decoro, que puede hacer agradable la convivencia entre las personas, inspira tambi¨¦n escenarios de hipocres¨ªa pol¨ªtica tan espectaculares como el que estamos viendo en Costa Rica.
?scar Arias ha sentado a su mesa, en igualdad de condiciones, a Manuel Zelaya y a Roberto Micheletti, presidentes ambos de Honduras, uno "elegido por el pueblo", seg¨²n palabras del propio Arias, y el otro "en ejercicio". Se trata de que hablen y limen asperezas para encontrar una salida a la situaci¨®n. ?Qu¨¦ bonito! podr¨ªa pensarse, ?qu¨¦ humanitario y progresista! El problema es que el ejercicio que ha llevado a Micheletti al poder ha sido un golpe de Estado militar. Peque?o, eso s¨ª, dicen sus partidarios, un golpecito de nada, porque el poder est¨¢ en manos civiles. Mientras los enemigos de Zelaya proponen esta nueva y decorosa definici¨®n, resulta dif¨ªcil comprender c¨®mo lograr¨ªa este hombre ganar las elecciones, porque los medios de comunicaci¨®n occidentales s¨®lo encuentran por las calles a hondure?os que hablan mal de ¨¦l.
Parece mentira tener que recordarlo pero, por muy premio Nobel de la Paz que sea el presidente de Costa Rica, con un golpista no se puede hablar de nada que no sean las condiciones de su rendici¨®n. Mientras la comunidad internacional castiga a Micheletti con el l¨¢tigo de su indiferencia -el mismo tratamiento que aplic¨® a Franco, entre otros muchos longevos dictadores-, el decoro de Arias ofende tanto al pudor como el traje nuevo del emperador de Andersen.
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