La espont¨¢nea
"Tenemos que buscar un tesorero...". "Pero si ya ten¨ªamos uno...". "Pues a ¨¦se es al que hay que buscar". Rufus T. Firefly (Groucho Marx), presidente interino de Freedonia en Sopa de ganso, zanjaba as¨ª un alucinado consejo de ministros. Como roedor al borde del naufragio, el tesorero tr¨¢nsfuga hab¨ªa abandonado la nave del Estado antes de que el nuevo capit¨¢n se hubiera hecho cargo de los mandos, llev¨¢ndose el cofre del tesoro sobre el que hab¨ªa permanecido sentado en tiempos de bonanza.
"Tiene que haber gente pa t¨®", dijo el torero hablando del fil¨®sofo, y hay quien nace y se hace con vocaci¨®n de guardi¨¢n del tesoro, no quiere ser presidente, ni secretario, ni vocal. En la junta directiva de una asociaci¨®n de remo, al tesorero se le distingue porque nunca ha dado un palo al agua; mientras sus compa?eros reman, ¨¦l los contempla desde la orilla, guarda sus pertenencias y vigila los v¨ªveres. A los remeros no les sorprende que sus bocadillos les lleguen mordisqueados, ro¨ªdos por el tesorero que nunca se moja; en algo tiene que entretener sus ocios, algo tiene que recibir en compensaci¨®n por sus desvelos.
L. B. ya no se sienta sobre el esquilmado cofre del PP; ahora lo hace sobre una caja de Pandora
La gente, el vulgo ignaro, desconf¨ªa de los tesoreros, pero sabe que son un mal necesario. Para tesorero no vale cualquiera, para meter mano en el patrimonio de la asociaci¨®n, la empresa o el partido, sin descomponer la figura, con cara de a m¨ª que me registren, hay que haberse formado desde la infancia. Los aprendices de tesorero siempre sacaban tajada de las colectas del Domund cuando las huchas estaban demasiado llenas y se las arreglaban, gracias a sus conocimientos aritm¨¦ticos, para mantener en sus manos los cordones de la bolsa com¨²n en viajes de estudios y actividades extraescolares.
Hay que haber acreditado muchos merecimientos para que tus colegas, de militancia o de mangancia, te conozcan con el familiar apelativo en clave de Luis el Cabr¨®n, y Luis B¨¢rcenas parece empe?ado hasta el final en mantener la vigencia del apodo. A¨²n no se ha fugado con la caja, sorprendido in fraganti en las redes finamente tramadas con las mejores telas de Mil¨¢n, L. B. s¨®lo se ha llevado, de momento, nueve cajas con documentaci¨®n comprometedora que alg¨²n incauto deposit¨® en sus manos o puso a su alcance. La informaci¨®n es el mejor de los tesoros cuando se trata de salvar la bolsa y la vida, arrecia la tormenta medi¨¢tica y se desencadena el tsunami judicial. Mariano, dubitativo, le ayud¨® hasta ahora a guardar los muebles y las formas, pero no en vano se gan¨® su alias el Cabr¨®n, con pintas y con may¨²scula; los cabrones embisten hasta el final, es su querencia y forma parte de su memoria gen¨¦tica.
L. B. ya no se sienta sobre el esquilmado cofre del tesoro del PP; ahora lo hace sobre una presunta caja de Pandora que contiene rayos y truenos, cataclismos, intrigas, traiciones y complicidades. Ante la apocal¨ªptica amenaza, tiembla la c¨²pula de PP, nadie se atreve a lidiar con el desmandado y bragado corn¨²peta. ?Nadie? En estos momentos de tribulaci¨®n y desbandada, cuando las baronesas y los barones populares permanecen a cubierto en los burladeros, una espont¨¢nea, situada en los primeros puestos del escalaf¨®n, Esperanza Aguirre, ha saltado al ruedo de las compraventas dispuesta, como siempre, a hacer faena, y ha recibido al enfurecido morlaco, de rodillas en el centro de la plaza, con una larga cambiada. "De rodillas se lo pido, f¨ªjese el temblor que tengo". Con esta copla retadora en los labios, la presidenta de la Comunidad de Madrid dio sus primeros capotazos al astado que no acababa de cre¨¦rselo. "Le pido de rodillas al se?or B¨¢rcenas que toda la informaci¨®n que tenga sobre m¨ª la haga p¨²blica cuanto antes, y adem¨¢s, con mucha claridad y con mucha precisi¨®n".
Comparto tal petici¨®n y me arrodillo si es preciso ante las pezu?as del Gran Cabr¨®n para que cante de plano, aunque me temo que B¨¢rcenas no entrar¨¢ al trapo, ni tomar¨¢ el enga?o con el que Esperanza le cita. Los buenos aficionados a la fiesta nacional se?alan que el primer pase de Esperanza ha sido un "farol", un pase "afarolado", un muletazo que ha pillado al toro despistado y fuera de cacho. "?Qu¨¦ tienes contra m¨ª?", le espet¨® la diestra, a la ver¨®nica, en uno de los primeros lances de una tarde de verano que se antoja interminable. Los aficionados del tendido del 7, que no se encandilan f¨¢cilmente con adornos y desplantes, se?alan que los primeros capotazos de la Aguirre ten¨ªan como objeto proteger de las amenazadoras artes del Cabr¨®n a su mano derecha, el vicepresidente Ignacio Gonz¨¢lez, cuyo nombre podr¨ªa figurar en los comprometidos papeles que el tesorero se llev¨® a casa. Mucho me temo que esta becerrada popular termine a bajonazos y bajo una lluvia de almohadillas.
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