Placebo contra la vejez
Cuando un hombre sufre la crisis de la mediana edad, el t¨®pico le exige que se compre un deportivo y siente a una chavala cachonda en el asiento del copiloto. El grupo Placebo ha protagonizado su particular huida hacia delante subiendo a bordo a un nuevo bater¨ªa de 22 a?os con el torso cubierto de tatuajes y lanzando un sexto ¨¢lbum con el elocuente t¨ªtulo de Battle for the sun (Lucha por el sol) que pretende ser el negativo luminoso del previo Meds (Medicamentos). Porque Brian Molko (36 a?os) y Stefan Olsdal (35) no se sienten viejos, pero a finales de 2007, Placebo s¨ª lo sent¨ªa. Tanto, que Meds casi se convierte en su mortaja profesional.
Molko echa mano de El gatopardo para explicar que "hab¨ªa que cambiarlo todo para que todo siguiera igual". Arrellanado en una butaca, entre fr¨¢gil e insolente, el cantante y guitarrista de Placebo enciende un camel light con la colilla del anterior. Se los fuma hasta el filtro. ?l, Olsdal y el reci¨¦n incorporado Steve Forrest llevan toda la ma?ana cont¨¢ndole a la prensa c¨®mo empieza este nuevo cap¨ªtulo de su historia: Placebo, segunda parte, o c¨®mo demostrar que el rock and roll sigue corriendo por sus venas. "Tras grabar Meds, nuestra relaci¨®n con Steve [Hewitt, su anterior bater¨ªa] era una pesadilla. Salimos del estudio desunidos y hechos polvo, pero hab¨ªa que irse de gira. De modo que partimos hacia el frente. Cuando acab¨®, lo ¨²nico que Placebo ten¨ªa de grupo era el nombre. Las heridas no hab¨ªan cicatrizado. Fue como echarles sal", contin¨²a Olsdal, el bajista. Dos metros de estatura, orejas de soplillo y flequillo decolorado sobre la frente. Su intervenci¨®n evidencia la din¨¢mica de este tr¨ªo. Aqu¨ª, Molko habla, Olsdal corrobora y Forrest asiente.
"Ten¨ªamos problemas de incomunicaci¨®n. Le dije por 'e-mail' al ex bater¨ªa que no quer¨ªamos que siguiera. No he vuelto a saber de ¨¦l" (B. Molko, vocalista)
"Ten¨ªamos problemas de incomunicaci¨®n, como la mayor¨ªa de los matrimonios que conozco. Y decidimos divorciarnos. Porque cuando est¨¢s de gira, sentado en el autob¨²s, en silencio y evitando el contacto visual con el resto, llega un momento en el que dices: 'Vale, esto ya no tiene gracia'. Pero yo no hab¨ªa sacrificado todo lo que he sacrificado durante estos a?os para ver Placebo quemarse a fuego lento, as¨ª que le dije por e-mail a Hewitt que ya no quer¨ªamos que formara parte de Placebo. Luego, nuestra manager se lo anunci¨® formalmente. No hemos vuelto a saber nada de ¨¦l", concluye Molko.
—?De d¨®nde hab¨¦is sacado a Forrest?
—Mmm? Del set de Mi Idaho privado, de Gus van Sant? No, espera, ?de Huckleberry Finn, de Mark Twain!
El aludido se r¨ªe. Como si tuviera otra opci¨®n? A¨²n es el nuevo y se nota. La verdad, algo s¨ª palidece en comparaci¨®n a esos or¨ªgenes m¨ªticos que le atribuye Molko: Steve Forrest tocaba en Evaline, un grupo que telone¨® a Placebo en Arizona en 2006. "Parec¨ªan reci¨¦n salidos del colegio. Eran tan j¨®venes, que casi no les dejan entrar en el edificio porque se iba a servir alcohol en ¨¦l. Forrest nos impresion¨® mucho. Nunca hab¨ªamos visto a un puto ni?o hacerlo tan bien. Y flipamos cuando se quit¨® la camiseta. Un a?o despu¨¦s busc¨¢bamos bater¨ªa. ?l se enter¨® y se puso en contacto con nosotros. No quisimos asumir riesgos, as¨ª que le volamos hasta Londres para pasar un par de semanas con ¨¦l y ver qu¨¦ tipo de persona era. Nos gust¨® y aqu¨ª estamos. Ahora somos una banda sana cuyos miembros soportan estar en la misma habitaci¨®n".
Placebo le debe su existencia a un encuentro entre Olsdal y Molko que tuvo lugar hace 15 a?os en el metro de Londres. Llevaban toda la vida movi¨¦ndose en c¨ªrculos conc¨¦ntricos sin llegar a conocerse. Ambos se hab¨ªan mudado de Luxemburgo a Inglaterra para lanzar flechas contra el tiempo perdido. "Crecimos en el rinc¨®n m¨¢s aburrido de Europa", cuentan. Ciudad peque?a, infierno grande. All¨ª, los dos asistieron al Colegio Internacional Americano, pero jam¨¢s cruzaron una palabra. A Molko le iba el teatro, y a Olsdal, el deporte. Completamente diferentes, pero con una cosa en com¨²n: eran dos ni?os bien (hijos de banqueros) que prefirieron ser mal. Pasaron la adolescencia encerrados en su habitaci¨®n escuchando a Sonic Youth, mir¨¢ndose al espejo y pensando que ¨¦se era un marco muy peque?o para sus ambiciones. Molko empez¨® a maquillarse a escondidas y Olsdal se echaba novias cortina de humo para ocultar su homosexualidad. Llegaron a Londres para convertirse en apologistas del descarr¨ªo.
Un a?o despu¨¦s, Olsdal y Molko conoc¨ªan a Hewitt y lanzaban un primer disco (Placebo) de canciones emocionales en las que el hedonismo se presentaba como la libertad ganada. Sus letras turbadoras ten¨ªan la p¨¦rdida de la inocencia como lugar com¨²n. Drogas, resacas, sexo con desconocidos, pena posadolescente. Era 1996 y al indie ya no le quedaba mucho que decir cuando aparecieron ellos apadrinados por David Bowie (el ¨ªdolo les invit¨® a tocar en su fiesta de 50? cumplea?os). Un tr¨ªo enervado con un l¨ªder que se ofrec¨ªa a s¨ª mismo como espect¨¢culo. ?Es una chica o un chico? ?sa fue la primera duda que suscit¨® un Molko que cantaba con voz meliflua, se sub¨ªa al escenario profusamente maquillado y jugaba al despiste no sin ganas de provocar. En las entrevistas contestaba con circunloquios sobre hacia d¨®nde se dirig¨ªan sus afectos, a sabiendas de que en el rock no puede haber nada m¨¢s decepcionante que una respuesta directa. Luego se declar¨® abiertamente bisexual.
Ninguno de los tres era especialmente guapo, pero el escenario puede con todo. Llegaron los y las fans. "Una vez una madre y una hija me propusieron un tr¨ªo", recuerda Molko. Llegados a este punto, esta periodista le confiesa: "Yo era muy, muy fan tuya. En un concierto cog¨ª al vuelo una colilla que lanzaste desde el escenario". ?l contesta: "Oye, pues si quieres, te puedes llevar este cenicero, que mira lo lleno que est¨¢ de colillas. Te lo puedes meter en el bolso". A fecha de hoy, Molko lleva ocho a?os de relaci¨®n con la fot¨®grafa Helena Berg y ya no se muestra tan dispuesto a hacer declaraciones sobre su sexualidad. A la pregunta de si sigue vivi¨¦ndola de manera fluida, se limita a contestar, tras un largo silencio: "Supongo que algunos disfraces se han quedado en el armario". Molko y Berg tienen un hijo de tres a?os, Cody. "Es fant¨¢stico querer a alguien m¨¢s que a ti mismo", confiesa. "Aunque mi vida se haya reducido a ir a cumplea?os infantiles".
En Placebo siempre ha sobresalido la ambici¨®n. Desde el primer disco, su m¨²sica ha apuntado voluntad de conquista. Sin embargo, muchos siempre los considerar¨¢n un grupo de chichinabo con un cantante que se parece a Do?a Croqueta, el entra?able personaje del Un, dos, tres? "Para la prensa musical inglesa hemos sido un fais¨¢n al que dar caza. Nos han maltratado mucho".
Quiz¨¢ el mayor m¨¦rito de esta historia es que los Placebo han sobrevivido a Placebo.
Battle for the sun est¨¢ editado en Pias.
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