El dilema del uso del biquini por la ciudad
La indumentaria de la playa se adentra por las calles de las ciudades - El sector hostelero insta a los ayuntamientos a que lo eviten, pero el poder p¨²blico es reacio a ordenanzas y sanciones
En biquini o traje de ba?o. O sin camiseta. La estampa, propia de las localidades del litoral espa?ol, especialmente del mediterr¨¢neo, ya no es s¨®lo de los paseos mar¨ªtimos que bordean las playas. Se extiende al interior de los cascos urbanos en una suerte de estrafalario desfile. La mayor¨ªa de los protagonistas son turistas. El espect¨¢culo no es del agrado de casi nadie y abundan las cr¨ªticas a que comporta una degradaci¨®n de la calle. Del llamado espacio p¨²blico. ?Hay receta para impedirlo? Parece que no.
En M¨¢laga, por ejemplo, para evitar el paseo en traje de ba?o se han colocado pictogramas en la entrada de comercios y restaurantes: una se?al de prohibido sobre un torso desnudo. "Aqu¨ª les llamamos [a los que van en ba?ador, sin camiseta y con chanclas] merdellones", cuenta Rafael Prados, miembro de una asociaci¨®n de la hosteler¨ªa, que tiene su establecimiento en el centro hist¨®rico de M¨¢laga. En esa ciudad andaluza, el fen¨®meno empez¨® hace cinco a?os pero de forma concentrada en la feria de agosto, cuando la indumentaria de traje de ba?o habitual en los paseos de la playa empez¨® a lucirse en la calle de Larios.
Entre el pictograma y el "reservado el derecho de admisi¨®n" propio de los locales, los hoteleros afirman que han conseguido frenar el efecto merdell¨®n. Eso s¨ª, con el reproche al Ayuntamiento de no haber tomado cartas en el asunto. "Antes de la feria se hacen recomendaciones, como la de ser respetuoso con la vestimenta", contraponen desde el Consistorio, que nunca ha visto la necesidad de dictar ordenanzas. A?aden que el fen¨®meno del traje de ba?o no suele sobrepasar los paseos de la playa. Y es cierto que en no pocas localidades andaluzas costeras las formas de vestir estivales son el paisaje habitual porque han crecido de forma paralela al empuje del turismo. Se podr¨ªan citar los ejemplos de Marbella y Torremolinos: "No hay conflicto porque se est¨¢ acostumbrado", insisten desde el Consistorio malague?o.
En realidad, ni M¨¢laga ni ning¨²n otro municipio costero ha dictado ordenanzas que acompa?en sanciones por ir en traje de ba?o o sin camiseta.
En Sitges (Barcelona), otra ciudad con gran tradici¨®n tur¨ªstica, se lleg¨® hace dos a?os a un plan por el civismo que deriv¨® en una ordenanza y un dec¨¢logo de "buenas pr¨¢cticas". Uno de los puntos dice: "En nuestra villa nos gusta ver a gente vestida con decoro tanto por las calles, como las plazas y tambi¨¦n por el paseo". Esa recomendaci¨®n no ha pasado de ah¨ª, y el que va en camiseta o traje de ba?o por la calle no es multado. "Eso s¨ª, un agente c¨ªvico de la localidad puede requerir al viandante que se ponga la camiseta o que se abstenga de ir en traje de ba?o", explica Toni Caballero, regidor de espacio p¨²blico de Sitges. ?Y? Pues la respuesta, apunta el edil, es satisfactoria. "Se ponen la camiseta".
Precisamente, la palabra tolerancia es una de las m¨¢s recurrentes por parte del Ayuntamiento de Barcelona. La capital catalana ha visto en los ¨²ltimos a?os c¨®mo el fen¨®meno del descamisado se adentra sin complejos por el casco urbano. No se trata s¨®lo del paseo de la Barceloneta o del mar¨ªtimo de la N¨®va Ic¨¤ria o el del Bogatell -los tres, a pie de playa-, ahora el fen¨®meno se extiende hacia el casco urbano; como el paseo de Joan de Borb¨®, el Moll de la Fusta y la propia Rambla.
La visi¨®n provoca cr¨ªticas de sectores bien distintos. A veces con razones coincidentes. Otras, no. Por ejemplo, los hosteleros y due?os de otros negocios de la Rambla protestan porque consideran que la imagen de personas sin camiseta o en traje de ba?o por el principal paseo de la ciudad da?a la imagen de Barcelona. A la capital catalana, entienden, no le conviene difundir una imagen de turismo degradado que afea el espacio p¨²blico. Se trata de un sector de la econom¨ªa -que hasta el a?o pasado ha batido marcas en n¨²mero de visitantes con 6,6 millones de turistas- al que le cuadra mucho m¨¢s la imagen de Vicky Cristina Barcelona.
El barcelon¨¦s, en general, y el residente del centro hist¨®rico y los barrios costeros, en particular, est¨¢ convencido de que esas conductas demuestran hasta qu¨¦ punto se han ense?oreado de la ciudad.
Frente a la postura m¨¢s radical contraria al auge del turismo, los poderes p¨²blicos contraponen que esa actividad econ¨®mica supone el 14% del PIB de la ciudad y que da empleo directo e indirecto a miles de personas. Parecidos son los discursos de otras ciudades con un impacto tur¨ªstico importante.
La pol¨ªtica de sanciones y multas no sirve, esgrimen desde los ayuntamientos, que m¨¢s bien se inclinan por una complicidad de todos. ?C¨®mo? La Asociaci¨®n de Gu¨ªas Tur¨ªsticos de Catalu?a, por ejemplo, considera que las normas de imposible cumplimiento no sirven para nada. "Advertimos a los turistas de que no pueden ir vestidos de cualquier manera en lugares de culto como la catedral. En los locales, son los responsables los que ponen los l¨ªmites", afirma Mari Paz Alonso, presidenta de dicha asociaci¨®n. Cuenta que en una ocasi¨®n presenci¨® c¨®mo un turista entraba en traje de ba?o a la bas¨ªlica de Montserrat y apunta que s¨®lo se podr¨¢ conseguir un cambio si todos se ponen a la labor.
De la misma manera que en los hoteles advierten a los turistas del peligro de los descuideros al dejar los bolsos sobre las mesas de bares o restaurantes, se podr¨ªa hacer una indicaci¨®n de que por la calle tienen que ir vestidos con cierta correcci¨®n. "Es cierto que todas las personas tienden a relajar sus costumbres cuando est¨¢n de vacaciones, pero Barcelona es una capital, no es un pueblo", insiste la presidenta de la asociaci¨®n.
En Lloret de Mar (Gerona), una poblaci¨®n de 40.000 residentes que llega a 1.500.000 turistas al a?o, han optado por colocar letreros en locales, museos y oficinas p¨²blicas. No han conseguido atajar el descamisado por las calles. En ese caso, el Consistorio no es partidario del r¨¦gimen de sanciones.
La ordenanza de civismo aprobada hace cuatro a?os en Barcelona no hace referencia ni al nudismo, ni a la correcci¨®n en la vestimenta ni a nada que se considere que entra en la esfera de la libertad individual. Otra ordenanza, sobre el uso de las v¨ªas y el espacio p¨²blico, s¨ª hace menci¨®n a las garant¨ªas para que la libertad individual no suponga un menoscabo al respeto a las personas: "Ninguno puede, con su comportamiento en la v¨ªa p¨²blica, despreciar los derechos de las otras personas, ni su libertad de acci¨®n, ni ofender las convicciones ni las pautas generalmente admitidas sobre la convivencia". Incumplirlo es una falta grave que acarrea multas de hasta 901 euros.
La cuesti¨®n es que se aplica poco porque su enunciado es muy gen¨¦rico. "Siempre se hace a requerimiento de alguien que lo denuncia", apunta la edil de Seguridad del Ayuntamiento, Assumpta Escarp. Reconoce que hay que recuperar la dignidad del espacio p¨²blico pero insiste en no se podr¨¢ conseguir con prohibiciones sino con la colaboraci¨®n de los implicados, "empezando por los operadores tur¨ªsticos que deber¨ªan dar unos cuantos consejos a los que nos visitan, como el de ir vestidos por la ciudad. As¨ª de sencillo".
Joan Subirats, catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona y analista de fen¨®menos urbanos, opina que el problema de la incorrecci¨®n de la vestimenta se da especialmente entre turistas porque "usan la ciudad y se van". Es m¨¢s f¨¢cil que funcione la autorregulaci¨®n con la poblaci¨®n aut¨®ctona. "Convencer al turista que la Rambla de Barcelona no es lo mismo que el paseo de Roses o del Estartit requiere que todos los sectores implicados entren en el debate y que la guardia urbana act¨²e. Estamos equivocados si creemos que la gobernanza urbana corresponde ¨²nicamente a los poderes p¨²blicos", argumenta.
Frederic Munn¨¨, catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica Social de la Aut¨®noma de Barcelona, sostiene que prohibir y multar tampoco sirve de nada: "Pero s¨ª hacer indicaciones que deber¨ªan de partir de todos: de los vecinos, de los comerciantes, del sector tur¨ªstico y de los agentes de polic¨ªa local porque es un problema de urbanismo y de informaci¨®n sobre las normas de comportamiento". Matiza Munn¨¦ que, en el fondo, se trata de educaci¨®n.
De forma diferente ve el fen¨®meno Manuel Delgado, profesor de Antropolog¨ªa de la Universidad de Barcelona: "Cualquier cosa que afee el espacio p¨²blico se pretende prohibir: el turista que va en traje de ba?o, el nudismo, la pobreza y la prostituci¨®n. La obsesi¨®n es prohibir cualquier cosa que contradiga el modelo de pasarela". Delgado est¨¢ convencido de que las ciudades tienen problemas mucho m¨¢s graves que el turismo que va en traje de ba?o y se muestra contrario a prohibir comportamientos espont¨¢neos.
Una de las pocas iniciativas prohibicionistas, v¨ªa ordenanza, fue la de Ciutadella, en Menorca, hace algo m¨¢s de un a?o. En la etapa del PP, el Ayuntamiento de esa ciudad prepar¨® un proyecto de ordenanza c¨ªvica que prohib¨ªa ir sin camiseta o en biquini por la calle. La iniciativa no lleg¨® a aprobarse porque se produjo un cambio de mayor¨ªas en el Consistorio y la ordenanza decay¨®. En Palma, los descamisados y las gentes en traje de ba?o no suelen sobrepasar el paseo mar¨ªtimo.
Otras ciudades del litoral, tambi¨¦n muy tur¨ªsticas, como Valencia, tampoco tienen ordenanzas al respecto. Aseguran que, de momento, no son necesarias porque la autorregulaci¨®n en los locales funciona: "En los chiringuitos de la playa s¨ª se permite estar en traje de ba?o o sin camiseta, pero los restaurantes lo proh¨ªben".
Multas por ir desnudo
Dos hombres se pasean desnudos por el centro de Barcelona con bastante frecuencia, sobre todo a partir de la primavera. Uno se suele desplazar a pie y el otro, miembro de una plataforma que reivindica el nudismo, va en bicicleta.
Los dos han sido abordados por agentes de la Guardia Urbana y tambi¨¦n por los mossos en reiteradas ocasiones -con alg¨²n que otro rifirrafe- y han sido sancionados con multas por el ¨²nico art¨ªculo de todas las ordenanzas municipales que roza, de refil¨®n, la cuesti¨®n del comportamiento en el espacio p¨²blico. Este art¨ªculo se refiere a aquellas actitudes que puedan "ofender las convicciones y pautas generalmente sobre la convivencia".
No son los ¨²nicos. Otros ciudadanos extranjeros, de paso en la ciudad, tambi¨¦n se apuntan a la pr¨¢ctica del nudismo en las calles, m¨¢s all¨¢ de la l¨ªnea de las playas. Barcelona se ha ganado fama de cierta permisividad en la materia. El consistorio barcelon¨¦s argumenta que ha impuesto un centenar de sanciones por comportamientos inadecuados en la calle. De hecho, muchas a requerimiento de alguna persona que se ha sentido ofendida por el espect¨¢culo, sobre todo por la presencia de ni?os.
Multar ha servido de bien poco porque la mayor¨ªa de las sanciones no han sido cobradas o han acabado en recursos ante los tribunales. Porque los sancionados reivindican su derecho a ir desnudos. Uno de ellos se sinti¨® perseguido y acosado por los agentes de la Guardia Urbana hasta el punto de que lleg¨® a demandar al consistorio por acoso. El asunto no est¨¢ del todo cerrado y una y otra parte han tenido que acudir a los juzgados para defender sus tesis.
El nudista reivindica su derecho a ir desnudo por la ciudad y el Ayuntamiento su potestad de aplicar una ordenanza que regula las conductas en el espacio p¨²blico.
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