Ginebra, el fiel de la balanza
La apacible ciudad suiza en la que Calvino predic¨® sus dogmas y teor¨ªas celebra los 500 a?os de su nacimiento
Ginebra es una de esas ciudades extra?as que puebla el imaginario de muchos de nosotros como una estampa inm¨®vil y elaborada por multitud de t¨®picos: sede de las Naciones Unidas y de pr¨¢cticamente todo el espectro burocr¨¢tico mundial, as¨ª como encrucijada de las grandes multinacionales, cuartel general de los bancos m¨¢s poderosos y cuna de las m¨¢s prestigiosas casas relojeras. Y lo es, pero como casi siempre ocurre, apenas rascamos ligeramente en esa estampa capitalista y feroz encontramos una ciudad apacible, recostada indolentemente a orillas del lago Leman, llena de historia, eclosionada de flores en primavera, bulliciosa y -en contra de lo que nos dice el t¨®pico- divertida y con mucho encanto.
Porque Ginebra es sobre todo un enclave cosmopolita que a ambas orillas del R¨®dano, la rive droit y la rive gauche, extiende multitud de almacenes y comercios, restaurantes, bistrots, tiendas de moda e innumerables relojer¨ªas y joyer¨ªas. Pero sobre todo es un hermoso paseo al borde del lago -el Quai du Mont Blanc, en la orilla derecha- donde se sit¨²an los hoteles emblem¨¢ticos de esta ciudad, desde el ampuloso Kempinsky hasta el m¨¢s sobrio President Wilson, pasando por el glamuroso Beau Rivage, a cuyas puertas fue asesinada la emperatriz Sis¨ª en septiembre de 1898 por un anarquista que desconoc¨ªa el abolengo de su v¨ªctima y que simplemente atisb¨® en ella el motivo de su odio: la riqueza y el lujo de quienes desde siglos han elegido esta ciudad para cultivar con esmero (y a menudo sin ostentaci¨®n) riquezas pasmosas. Es cierto tambi¨¦n que el paseo por el Quai du Mont Blanc se ha convertido, en apenas unas d¨¦cadas, en el lugar preferido de rusos y ¨¢rabes que aparcan ferraris, lamborghinis y aston martins a las puertas de los bares y hoteles que le dan a aquel paseo -sobre todo por la noche- una sensaci¨®n de prepotencia y derroche que los ginebrinos, educados, calvinistas y m¨¢s bien austeros, fingen apenas ver, concentrados quiz¨¢ en el Jet d'eau, el chorro de 140 metros de altura que se ha convertido en el emblema de esta ciudad en la que Calvino vivi¨® y convenci¨® a sus habitantes, a mediados del siglo XVI, para que renunciaran al Papa de Roma.
El crudo viento
Pero basta cruzar el lago por cualquiera de sus puentes para acceder a la otra parte de la ciudad, m¨¢s dom¨¦stica, m¨¢s ensimismada tambi¨¦n, recorrida en sus principales arterias por el tranv¨ªa y por c¨ªvicos automovilistas y ciclistas, entre edificios solemnes que adquieren un aspecto fantasmal en los d¨ªas m¨¢s fr¨ªos del invierno, cuando Ginebra se encapota y se desdibuja: una imagen que s¨²bitamente cambia cuando sopla la bise, ese viento crudo y desordenado que pela los ¨¢rboles y congela a sus habitantes, pero que, en contrapartida, purifica la estampa m¨¢s elegante de la ciudad.
El centro se extiende a ambas orillas del r¨ªo, con la estaci¨®n del tren y los suburbios por un lado, y la Vieille Ville en la parte sur del mismo, y resulta ideal para transitarlo a pie, aunque tambi¨¦n se puede utilizar el tranv¨ªa para recorridos m¨¢s largos, por si uno quiere desplazarse hasta Carouge, apenas a tres kil¨®metros, para saborear un vino blanco o una cerveza en un ambiente m¨¢s distendido y bohemio, con pubs, bares y restaurantes que abren hasta muy tarde.
Recuerdo de Borges
Pero no nos equivoquemos: ese aire parisiense y bon vivant que tiene Ginebra lo podemos encontrar callejeando por el casco antiguo, dominado por la catedral de Saint Pierre -que ofrece unas vistas inenarrables de los Alpes cercanos- y sobre todo por la Grand Rue, que recorre como un nervio el d¨¦dalo intrincado de callejuelas medievales que componen este peque?o enclave hist¨®rico. Perfectamente conservado, est¨¢ lleno de boutiques y tiendas de todo tipo, y a poco que uno se fije encontrar¨¢ placas que se?alan que all¨ª vivi¨® Rosseau, Calvino, Henry Dunant (el fundador de la Cruz Roja) o Jorge Luis Borges, cuyos restos descansan en un peque?o y recoleto cementerio en medio de la ciudad.
Ese mismo centro hist¨®rico ofrece infinidad de lugares para comer: restaurantes, bistrots, brasseries, kebabs y cafeter¨ªas al alcance de todos los bolsillos, aunque es necesario insistir en que Ginebra es una ciudad cara y hay que saber encontrar los peque?os bistrots donde nos ofrecer¨¢n el plat du jour. Pero adem¨¢s de disfrutar de una comida t¨ªpica de la Alta Saboya , vale la pena tomarse un pousse caf¨¦ en alguno de los muchos caf¨¦s ginebrinos que conservan el viejo encanto de sus sof¨¢s mullidos, sus cortinillas rojas y sus peque?as mesas de hierro y m¨¢rmol. Disfrutar de esta ciudad requiere pues de una actitud m¨¢s bien distendida y laxa, propicia para contemplar el lento ritmo de la ciudad y sus monumentos y, al caer el d¨ªa, asomarse a sus plazuelas y terrazas, como la Treille, en lo alto de Vieille Ville, donde se alza el marronier, el ¨¢rbol donde brota la primera hoja que inaugura la primavera ginebrina, fen¨®meno que anuncian los peri¨®dicos y que convoca a los habitantes de la ciudad como en una peque?a e ¨ªntima fiesta con siglos de existencia.
? Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, 1964) es autor de la novela Un mill¨®n de soles (Alfaguara).
M¨¢s propuestas para Ginebra en la Gu¨ªa de Suiza
Gu¨ªa
Informaci¨®n
Turismo de Ginebra (www.geneve-tourisme.ch; 0041 22 909 70 00). 18, Rue du Mont Blanc.
C¨®mo llegar
Easyjet (www.easyjet.com) vuela sin escalas desde Madrid, Barcelona, M¨¢laga, Alicante, Ibiza y Oviedo a Ginebra, a partir de 140 euros.
Iberia (www.iberia.es; 902 400 500) tiene vuelo directo desde Madrid a partir de 112 euros en total.
Visitas
Ginebra celebra en 2009 el 500 aniversario del nacimiento de Calvino y se llena de actividades que recrean la vida del te¨®logo. En www.calvin09.org aparece informaci¨®n en castellano.
Tras los pasos de Calvino
(www.geneve-tourisme.ch). Turismo de Ginebra ofrece un tour de dos horas por los lugares de Calvino. Fuera del tour puede visitarse la colina de Champel, el lugar donde fue quemado en la hoguera el heterodoxo espa?ol Miguel Servet. S¨¢bados, a las 16.00, en el 18 de la Rue du Mont Blanc (oficina de turismo). 15 francos (9,75 euros).
? Museo de la Reforma (www.musee-reforme.ch). 4 Rue du Clo?tre. De martes a domingo, de 10.00 a 17.00. Entrada, 15 francos suizos (9,75 euros).
Museo de la Reforma
(www.musee-reforme.ch). 4 Rue du Clo?tre. De martes a domingo, de 10.00 a 17.00. Entrada, 15 francos suizos (9,75 euros).
Parroquia protestante de Saint-Pierre www.saintpierre-geneve.ch). De lunes a s¨¢bado, de 9.00 a 18.30. Domingos, de 12.00 a 18.30. Entrada libre.
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