Medio siglo de terror
El nacimiento de ETA, hace 50 a?os, ha supuesto una pesadilla amarga. Hoy, debilitada y aislada, sobrevive como un residuo sangriento en Europa. Pese a ello, sigue empe?ada en atemorizar en nombre de un pueblo vasco que s¨®lo existe en su imaginaci¨®n
Las pesadillas no nacen en un momento preciso; se van espesando en la telara?a de los sue?os hasta que cobran forma y amargan los despertares. La pesadilla de ETA ha cumplido cincuenta a?os, y durante su existencia alucinada y sin freno se ha llevado por delante la vida de casi novecientas personas, ha sumergido en el miedo la existencia de varios miles m¨¢s, ha narcotizado la conciencia de otras decenas de millares de vascos y, como cierre provisional del balance, ha envenenado la convivencia en Euskadi y en Espa?a hasta extremos dif¨ªciles de concebir.
Medio siglo despu¨¦s, la criatura engendrada en ese mal sue?o se encuentra debilitada, m¨¢s exhausta y aislada que nunca. Sobrevive ajena al tiempo y al mundo circundantes, como una reliquia sangrienta en la Europa de otra ¨¦poca en la que la disposici¨®n a matar o morir por la patria o la revoluci¨®n estuvo bastante extendida; obstinada en ser el ¨²ltimo y parad¨®jico residuo del franquismo en el que surgi¨®. Pero, pese a todo, contin¨²a dispuesta a seguir cumpliendo su determinaci¨®n de aterrorizar, de perpetuarse causando dolor en nombre de un pueblo vasco que no existe m¨¢s que en su imaginaci¨®n, de una sociedad que mayoritariamente se muestra hastiada y aburrida de sus pretendidos liberadores. Y as¨ª hasta que alguien, desde su seno, tenga la sensatez de darle fin. De "cerrar la persiana", como propugna desde la c¨¢rcel, m¨¢s interesada que piadosamente, el abogado Txema Matanzas Gorostiaga, otrora mantenedor de la moral y la obediencia debidas entre los reclusos de la organizaci¨®n terrorista.
Despu¨¦s de 856 asesinatos y 200 v¨ªctimas propias, la banda y su entorno han llegado a la soledad m¨¢s extrema
El ¨²ltimo tren para un fin dialogado lo perdi¨® hace dos a?os con el atentado contra la T-4 de Barajas, al volar el proceso de paz
ETA tiene voluntad y capacidad para seguir matando, pero ninguna esperanza de alcanzar sus metas
Un experto considera m¨¢s factible un final por implosi¨®n que por reflexi¨®n, como los "polimilis" o el IRA
Matanzas, al igual que gran parte de sus actuales integrantes, no se hab¨ªa asomado al mundo cuando un peque?o grupo de estudiantes nacionalistas crearon a principios de los a?os cincuenta el grupo EKIN (acometer) y, tras romper en 1958 con sus mayores del PNV, a quienes acusaban de asistir cruzados de brazos a la "destrucci¨®n de la patria vasca", constituyeron Euskadi ta Askatasuna (ETA, Euskadi y libertad). El momento exacto del nacimiento sigue en discusi¨®n. Se sabe que el nombre se decidi¨® en diciembre de ese a?o y que se prefiri¨® al de Aberria ta Askatasuna (patria y libertad) porque el buen gusto del futuro escritor y acad¨¦mico Jos¨¦ Luis ?lvarez Emparanza, Txillardegi, uno de los conjurados, no pod¨ªa tolerar una denominaci¨®n abreviada, ATA, que en euskera significa pato. Se conoce tambi¨¦n, aunque con brumas, que la reuni¨®n constitutiva se celebr¨® el 31 de julio del a?o siguiente, fecha nada casual por ser la festividad de san Ignacio de Loyola y el d¨ªa elegido por Sabino Arana para fundar en 1895 el PNV.
Seguramente, sus fundadores no pod¨ªan imaginar que la organizaci¨®n puesta en marcha para sacudir el viejo nacionalismo y salvar a una Euskadi mitificada de una opresi¨®n espa?ola que s¨®lo el franquismo hac¨ªa veros¨ªmil derivar¨ªa, apenas dos d¨¦cadas m¨¢s tarde, en una "hidra sangrienta" capaz de amenazar la democracia y la libertad apenas recobradas. Con esas dos palabras defini¨® a ETA Dolores Gonz¨¢lez Katarain, Yoyes, en 1985, un a?o antes de que el monstruo la asesinara en presencia de su hijo, porque no pod¨ªa consentir que la vuelta a casa de esta dirigente refutara la predicada necesidad de seguir atados a la espiral de la muerte. Una rueda que tard¨® casi una d¨¦cada en dar ese primer giro, al que conduc¨ªan fatalmente el activismo mesi¨¢nico de aquellos j¨®venes y las corrientes de la ¨¦poca -Mayo del 68, movimientos de liberaci¨®n nacional, crisis de la izquierda hist¨®rica-. En una misma fecha, el 7 de junio de 1968, y en la misma secuencia, en el coraz¨®n de Guip¨²zcoa, ETA caus¨® su primera v¨ªctima mortal, el guardia civil de tr¨¢fico Jos¨¦ Pardines, y tuvo su primer m¨¢rtir en la persona de su asesino, el joven Xabi Etxebarrieta.
Bihar ere, berriro ere, beste bat hilko dute (ma?ana, de nuevo, matar¨¢n a otro), cant¨® m¨¢s tarde Imanol en su recuerdo. Se refer¨ªa el fallecido cantautor vasco a la polic¨ªa franquista, sin sospechar que su estribillo podr¨ªa describir con tono exacto el futuro discurrir de una organizaci¨®n que llegar¨ªa a expulsarle de su tierra, como a tantos otros. Esa primavera salt¨® la chispa que activ¨® una din¨¢mica imparable de m¨¢s muertos por ambas partes, detenciones y abusos policiales, juicio de Burgos, fusilamientos de 1975... Una cadena de conmociones que disolvi¨® en el Pa¨ªs Vasco la vigencia social del quinto mandamiento y dio a aquellos j¨®venes aguerridos el aura de resistentes a un r¨¦gimen igualmente violento. La puesta en contacto de una fe absoluta en la capacidad resolutiva de la violencia con unas aspiraciones ultranacionalistas para Euskal Herria sostenidas por encima del principio de realidad y de la propia voluntad de los vascos convirtieron la organizaci¨®n en un mecanismo diab¨®lico, desprovisto de interruptor capaz de desconectarlo, como ha se?alado Kepa Aulestia.
Ni la amnist¨ªa de 1977 ni la democracia ni la consecuci¨®n del autogobierno movieron a ETA a revisar su pr¨¢ctica y sus postulados; al contrario, nunca mat¨® tanto como el a?o en que el Pa¨ªs Vasco estren¨® su Estatuto de Autonom¨ªa (98 asesinatos en 1980). Tampoco lo ha hecho con la entrada de Espa?a en la Uni¨®n Europea, que comenz¨® a recortar el cr¨¦dito exterior arrastrado del franquismo y su hasta entonces confortable retaguardia en el sur de Francia, ni con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, que la despoj¨® de su barniz socialista, o con la sacudida del 11-S, que ha estigmatizado en todo el mundo la etiqueta del terrorismo. ETA se convirti¨® hacia 1976 en un fin en s¨ª mismo, en un ente cerrado y autorreferencial alrededor del cual se configur¨® una sociedad aparte -la cambiante constelaci¨®n de organizaciones del llamado Movimiento de Liberaci¨®n Nacional Vasco (MLNV)-, que sigue, ampara y da culto al t¨®tem. Incluso cuando ¨¦ste conduce a su expresi¨®n pol¨ªtica -Herri Batasuna, Euskal Herritarrok, Batasuna; la disposici¨®n a cambiar de nombre denota su car¨¢cter supletorio- al ostracismo de la ilegalidad. A verse expulsada del para¨ªso de unas instituciones que en el pasado despreci¨® porque pod¨ªa disfrutarlas. A perder el dominio de las calles de Euskadi, amordazadas hasta anteayer por su imaginer¨ªa y la intimidaci¨®n de sus alevines de la kale borroka. A dejar de conmover al nacionalismo vasco institucional, siempre sensible al victimismo y las insidias de sus hijastros. A recibir, a la postre, la contundente bofetada de la ¨²ltima instancia a la que se hab¨ªa encomendado: la disoluci¨®n de Batasuna era "una necesidad social imperiosa" por su vinculaci¨®n a una organizaci¨®n terrorista, ha terminado sentenciando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Despu¨¦s de 50 a?os, 856 asesinatos, 200 v¨ªctimas propias, miles de heridos y de presos; despu¨¦s de una insondable contabilidad de dolor y miedo, ETA y su mundo han llegado a la soledad m¨¢s extrema, a la ausencia total de expectativas. Lo ha hecho a base de desperdiciar ocasiones de poner un fin honorable a su nada gloriosa trayectoria. Quiz¨¢, por no parecerse a sus ¨¦mulos de ETA pol¨ªtico-militar, que, tras adelantarse en explorar todos los resortes del terror, se disolvieron en 1981, sin m¨¢s compensaci¨®n que la salida de sus presos y el regreso de los refugiados. Pero, sin duda, por la inercia invencible de la lucha armada, que con ETA militar cobr¨® naturaleza fundacional, convirti¨¦ndose en el fin supremo. Esta mutaci¨®n explica el fracaso de todos los intentos negociados de darle una salida, porque "nunca ha encontrado el punto medio entre sus reivindicaciones y lo que pod¨ªa ofrecer el Estado", apunta el abogado Txema Montero, que abandon¨® Herri Batasuna tras la matanza de Hipercor en 1987.
La paradoja a la que ha llegado ETA es que tiene voluntad y capacidad para seguir matando, pero ninguna esperanza en alcanzar sus metas o dar una utilidad pol¨ªtica a su trayectoria criminal. El ¨²ltimo tren para un fin dialogado lo perdi¨® hace dos a?os con el atentado contra la T-4 de Barajas, al volar el proceso de paz abierto con el Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero. Como siempre, porque no se le concedi¨® lo imposible, esa Euskal Herria autodeterminada seg¨²n lo que ella ha determinado previamente; pero, en el fondo, por la inercia del mecanismo. Antes hab¨ªa dejado pasar el expreso de Argel (1988-1989) y el r¨¢pido de Lizarra (1998), donde la obcecaci¨®n de ETA qued¨® en evidencia ante el espejo siempre buscado de Irlanda del Norte. Sin embargo, el principio de su fin comenz¨® a escribirse a mediados de los noventa, cuando sus estrategas decidieron dar el salto de "socializar el sufrimiento" m¨¢s all¨¢ de sus objetivos tradicionales -guardias civiles, polic¨ªas y militares-, y comenz¨® a asesinar a dirigentes pol¨ªticos, concejales, jueces, periodistas, y a amenazar, en general, a quien viera como un obst¨¢culo para sus designios.
La crueldad inconcebible del secuestro del concejal Miguel ?ngel Blanco, al igual que el atroz cautiverio de Ortega Lara y el trabajo esbirro de Herri Batasuna en las contramanifestaciones donde gritaba: "Aldaia, paga y calla", en respuesta a la reclamaci¨®n de libertad para el empresario secuestrado, activ¨® una intensa repulsa ciudadana, que dio alas a la respuesta judicial, impulsada por el juez Garz¨®n, contra todas las organizaciones tuteladas por ETA. Dar el salto a un terrorismo de limpieza ideol¨®gica que pon¨ªa en riesgo los propios cimientos de la democracia en el Pa¨ªs Vasco fue, quiz¨¢, la consecuencia l¨®gica de aquella deriva. Sin embargo, constituy¨® el mayor error estrat¨¦gico de la organizaci¨®n, por cuanto oblig¨® al Estado a poner en juego todos los instrumentos a su alcance, sin caer en el error criminal que en los ochenta significaron los GAL, que tanto alimentaron el victimismo de la banda. La firmeza constante aplicada en todos los ¨¢mbitos de la lucha antiterrorista y la colaboraci¨®n internacional han achicado al m¨¢ximo el campo de maniobra de ETA y su mundo, y han conducido a que hasta los m¨¢s irreductibles admitan la evidencia de que la derrota policial es m¨¢s que posible. Lo indica la secuencia acelerada de sustituci¨®n de las c¨²pulas de sus aparatos, a causa de la presi¨®n policial, y las crecientes dificultades para llevar a la pr¨¢ctica las ofensivas dise?adas sobre el papel. Pero, m¨¢s que cualquier otra cosa, lo demuestra la hastiada indiferencia de la mayor¨ªa de la sociedad vasca a las propuestas, lamentos y penas de quienes todav¨ªa ven compatible pol¨ªtica y pistolas, y la presencia protagonista de las v¨ªctimas. La visibilidad actual de ¨¦stas, cuando la conmoci¨®n causada por un asesinato se multiplica por su espaciamiento en el tiempo, representa un tard¨ªo resarcimiento por su ocultaci¨®n pasada, cuando los terroristas mataban por decenas y sus biograf¨ªas interesaban m¨¢s que las de sus v¨ªctimas.
Sin embargo, casi nadie de los que conocen la teolog¨ªa de ETA, como el periodista Florencio Dom¨ªnguez, conf¨ªa en que alguien, desde dentro, tenga la suficiente clarividencia y capacidad para trabar los engranajes de la violencia, de la lucha armada convertida en ¨²nico principio y raz¨®n de la criatura. Al igual que Txema Montero, Dom¨ªnguez valora como m¨¢s factible un acabamiento por implosi¨®n, en un tiempo impreciso, antes que un final "por reflexi¨®n", similar al que protagonizaron los polimilis o el IRA. Los ejemplos de ex jefes como Txelis (Jos¨¦ Luis ?lvarez Santacristina), Pakito (Francisco Arakama Mendia), ahora de Txema Matanzas, parecen indicar que ¨²nicamente cuando el activismo remansa en la c¨¢rcel se descubre la inviabilidad de la empresa criminal en la que estuvieron embarcados. La naturaleza amarga de la pesadilla que han mantenido y alimentado.
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