Periodistas, maleantes y Baltimore
David Simon estaba convencido de que una serie de televisi¨®n sobre traficantes, delincuentes, pol¨ªticos y polic¨ªas en Baltimore ten¨ªa que meter al equipo de rodaje en los barrios bajos de esa ciudad si quer¨ªa ser realista. Los despachos de los pol¨ªticos y las comisar¨ªas de polic¨ªa se pod¨ªan reproducir en un estudio, pero ni el mejor presupuesto podr¨ªa nunca imitar en cart¨®n piedra algo que distingue a Baltimore en particular: la calle.
Baltimore es fascinante pero criminal. Mezcla el sabor hist¨®rico y la herencia portuaria con el drama de una realidad en declive y un proceso de desindustrializaci¨®n que ha dejado en el paro a dos de cada tres negros en un lugar en el que tres de cada cuatro habitantes son de esa raza. En esas calles y esos suburbios desangelados, que son insoportablemente g¨¦lidos en invierno y pegajosamente h¨²medos en verano, no hay nada m¨¢s familiar que el sonido de un disparo. Hay casi 300 cr¨ªmenes al a?o, tres veces m¨¢s que en Los ?ngeles y seis m¨¢s que en Nueva York.
"Estados Unidos es un pa¨ªs m¨¢s brutal e indiferente que otros, sin inter¨¦s por compartir los beneficios entre la comunidad"
"El porqu¨¦ es lo que convierte el periodismo en un juego de adultos. Hacen falta periodistas comprometidos"
"The Wire' se convirti¨® en una bola de nieve. La gente de la calle sab¨ªa que est¨¢bamos contando sus historias"
Y all¨ª se plant¨® el equipo de 'The Wire'. Su creador, David Simon, se tem¨ªa lo peor: pensaba que m¨¢s tarde o m¨¢s pronto tendr¨ªan que salir corriendo con las c¨¢maras a cuestas por haberse metido en una zona demasiado peligrosa. Ocurri¨® lo contrario. Se corri¨® la voz entre los maleantes de la zona sobre una serie de televisi¨®n dedicada a retratar la delincuencia en Baltimore, empezaron a circular DVD piratas con cap¨ªtulos de la serie y muchos de esos maleantes creyeron reconocerse en alguno de los personajes. Simon cuenta c¨®mo, en las ¨²ltimas temporadas de la serie, gente con aspecto poco fiable se acercaba por la zona del rodaje y preguntaba, como si aquello fuera una banda, d¨®nde est¨¢ el jefe. Uno de esos visitantes patibularios se le acerc¨® y le dijo por lo bajo: "Vimos el episodio del otro d¨ªa. El tipo del que habl¨¢bais es Warren, un amigo m¨ªo. ?Os hab¨¦is enterado de lo que pas¨® hace un par de d¨ªas en el embarcadero?". Y as¨ª comenz¨® una sinergia poco probable: delincuentes convertidos en guionistas.
"No estaban a sueldo", cuenta Simon a El Pa¨ªs Semanal, "pero The Wire se convirti¨® en una bola de nieve, en parte porque esa gente, en la calle, sab¨ªa que est¨¢bamos contando sus historias sin a?adir ninguna ficci¨®n al relato. Por eso nos contaban cada vez m¨¢s cosas. Tambi¨¦n muchos fiscales nos hablaban de los casos en los que estaban trabajando, o micr¨®fonos que hab¨ªan colocado a este o a ese traficante, o pinchazos telef¨®nicos. Y muchos polic¨ªas. Pero, sobre todo, gente por la calle. Nos ve¨ªan filmar en Baltimore, se acercaban a nosotros y nos contaban sus historias".
Un buen n¨²mero de cr¨ªticos de televisi¨®n e incluso analistas pol¨ªticos, como Jacob Weisberg o Tim Goodman, han calificado a The Wire como la mejor serie en toda la historia de la televisi¨®n: "Ninguna otra serie ha hecho nunca nada remotamente parecido a lo que ha logrado ¨¦sta: retratar la vida social, pol¨ªtica y econ¨®mica de una ciudad americana con la amplitud, la precisi¨®n observadora y la visi¨®n moral de la mejor literatura", escribe Weisberg en Slate.
"Mi posici¨®n pol¨ªtica est¨¢ m¨¢s a la izquierda que la de la mayor¨ªa de la gente de mi pa¨ªs", dice David Simon. "Yo creo que el experimento americano ha descarrilado. De alg¨²n modo, aunque acepto la inevitabilidad y la certeza del capitalismo como motor de la econom¨ªa, no considero que el capitalismo puro y duro pueda ser nunca el sustituto de un orden social. Eso es lo que ha ocurrido en este pa¨ªs en los ¨²ltimos 25 a?os y el resultado de eso es The Wire: una sociedad en la que los individuos est¨¢n marcados por el trabajo que logran o el lugar en el que nacen. Cuando se le da rienda suelta al capitalismo desaparecen los derechos de los trabajadores porque los trabajadores se convierten en s¨®lo una herramienta del capitalismo, dejan de ser seres humanos. Si est¨¢s en lo alto de la pir¨¢mide productiva y te beneficias de esta din¨¢mica, fen¨®meno; pero si est¨¢s en la parte de abajo, eres una v¨ªctima. Por eso EE UU es un pa¨ªs m¨¢s brutal e indiferente que otros, sin inter¨¦s alguno por compartir los beneficios entre toda la comunidad. Eso es The Wire: una declaraci¨®n pol¨ªtica de principios".
'The Wire' existe porque David Simon se pate¨® esas calles durante casi 15 a?os como periodista de sucesos del Baltimore Sun. Se camelaba a los agentes de polic¨ªa para patrullar con ellos y se trabajaba las fuentes a la antigua usanza: con amigos en el lado de los buenos y en el lado de los malos.
Una noche conoci¨® en una comisar¨ªa a un tal Ed Burns, un detective de homicidios con modales extremadamente educados, poco ajustados al modelo policial. Simon sab¨ªa que Burns manejaba informaci¨®n suculenta sobre delitos y batallas entre bandas rivales y estaba asignado a un caso de escuchas policiales que interesaba al peri¨®dico. Decidido a hacerse con su confianza, le pidi¨® quedar en alg¨²n sitio para que le contara cosas de las que no pod¨ªa hablar en la comisar¨ªa. Burns le cit¨® en una biblioteca p¨²blica. "Estar¨¢ de acuerdo conmigo en que es sorprendente que un polic¨ªa te cite en una biblioteca", dice Simon. "Y cuando llegu¨¦ all¨ª, vi que en realidad ¨¦sa era su biblioteca, y que hab¨ªa quedado all¨ª conmigo para de paso sacar un mont¨®n de libros. Lo primero que le dije fue: '?De verdad que eres un poli?".
Burns era, en efecto, un polic¨ªa peculiar. El periodista y el detective, el informador y su fuente, descubrieron enseguida que ambos se mov¨ªan con soltura en la calle, manejaban el argot del gueto y sab¨ªan distinguir entre un delincuente peligroso y un chaval sin malicia que hab¨ªa nacido en el lugar equivocado.
En realidad, David Simon de lo que quiere hablar es de periodismo. Acaba de ir a Washington para comparecer ante unas sesiones del Comit¨¦ de Comercio del Senado que analiza el futuro de esta profesi¨®n. A un lado est¨¢ su carrera en el gremio y sus a?os de reportero en la calle; al otro, la situaci¨®n actual de la prensa y el periodismo. Cuando ¨¦l trabajaba en el Baltimore Sun, el peri¨®dico ten¨ªa 500 personas en la redacci¨®n; dos ediciones en la calle, matutina y vespertina, y hac¨ªa secciones locales para cada barrio de la ciudad. Simon visit¨® la redacci¨®n por ¨²ltima vez hace un par a?os. "Estaba medio vac¨ªa. Hab¨ªa un mont¨®n de mesas que parec¨ªan no tener due?o, y eso fue antes de la ¨²ltima serie de despidos en el Sun". Hoy, dos a?os despu¨¦s, s¨®lo hay 150 personas en la redacci¨®n. Los due?os vendieron el peri¨®dico a la Times-Mirror Company en 1986 y esa empresa fue absorbida despu¨¦s por el gigante Tribune, que se declar¨® en bancarrota hace unos meses.
El Sun ha sufrido los mismos males que gran parte de la prensa mundial: reducci¨®n del n¨²mero de lectores, competencia de la prensa gratuita, descenso de los ingresos publicitarios? Cuarenta periodistas han recibido en mayo la notificaci¨®n de su despido. "No es s¨®lo culpa de la aparici¨®n de Internet", argumenta Simon. "No s¨¦ en Espa?a, pero en EE UU los due?os de esta industria cometieron el error de asociarse y conglomerarse, y despu¨¦s esta prensa conglomerada se lanz¨® a la Bolsa para aumentar al m¨¢ximo sus beneficios. Pero a cambio, Wall Street oblig¨® a las compa?¨ªas editoras a recortar el producto para aumentar el margen, y por recortar no me refiero s¨®lo al n¨²mero de p¨¢ginas o a la plantilla, sino que fue tambi¨¦n un recorte de sus propias ambiciones period¨ªsticas. Les bastaba con que el peri¨®dico fuera atractivo o sofisticado, pero no prestaban atenci¨®n a los contenidos. Yo me fui del Baltimore Sun en la tercera reducci¨®n de plantilla, y eso ocurri¨® en 1995, cuando nadie ten¨ªa Internet en la cabeza".
Habla del Baltimore Sun con tristeza y un margen de resentimiento. Cree que dentro de unos a?os el peri¨®dico habr¨¢ quedado reducido a "un despachito con 10 personas" y se habr¨¢ convertido en una edici¨®n supuestamente local de uno de los dos o tres grandes peri¨®dicos que, seg¨²n ¨¦l, podr¨¢n sobrevivir a esta crisis del sector.
Igual que hizo ante los senadores, arremete contra una profesi¨®n que no cuida al mejor de sus espec¨ªmenes: el reportero, que comparte junto al corresponsal la categor¨ªa period¨ªstica de especie en extinci¨®n. "Mire: el periodismo es una profesi¨®n. Yo mismo no era un buen periodista de investigaci¨®n los primeros a?os. Lo ¨²nico que hac¨ªa era intentar explicar al lector el qui¨¦n, el qu¨¦, el cu¨¢ndo y el d¨®nde de una noticia, y quiz¨¢ a veces el c¨®mo. Pero tuve que patearme las calles durante cuatro a?os para conseguir mis primeras fuentes y, sobre todo, para entender los asuntos a los que me dedicaba y ser as¨ª capaz de explicar a los lectores el porqu¨¦ de las noticias. Por qu¨¦ hay una guerra entre bandas de distribuci¨®n de droga. Por qu¨¦ aumenta la violencia en Baltimore y la polic¨ªa no puede hacer nada. Por qu¨¦ mueren cada vez m¨¢s polic¨ªas. El porqu¨¦ es lo que convierte al periodismo en un juego de adultos, y la ¨²nica manera de explicar el porqu¨¦ es mediante periodistas absoluta y enteramente comprometidos con la cobertura de un asunto determinado o una instituci¨®n. Y para tener ese tipo de periodistas en plantilla, los peri¨®dicos tienen que pagarles lo suficiente. Por eso no tengo absolutamente ninguna fe en eso que se llama periodismo ciudadano, o lo que hacen la mayor¨ªa de los bloggers. Lo que hacen ellos es comentar las noticias, y a veces lo hacen de manera original, tanto que a veces lo que escriben puede ser interesante. Pero eso es comentar, y comentar no es hacer periodismo. El periodismo no es un hobby, es una profesi¨®n".
Sus ataques a la blogosfera durante la comparecencia en el Senado le han proporcionado una avalancha de cr¨ªticas? en la blogosfera. Acusa a los bloggers de dedicarse en la mayor¨ªa de los casos "a amontonar informaciones que encuentran en otros lugares sin hacer ellos mismos ning¨²n ejercicio de periodismo. Y acuso a los bloggers de escribir mucho sobre corrupciones sin haberse dedicado nunca a conocer por dentro las instituciones que critican".
Con esta percepci¨®n sobre el mundo del periodismo, parece l¨®gico que la quinta y ¨²ltima temporada de The Wire girase en torno a los medios de comunicaci¨®n y sus herramientas de manipulaci¨®n. La profesi¨®n que ¨¦l retrata en la serie ha perdido sus ideales y en buena medida su raz¨®n de ser, porque es incapaz de entender la complejidad de aquello que ocurre ante sus ojos. Se conforma con sucesos que tienen principio y fin en lugar de buscar la verdad de las cosas.
A Simon no le sorprende que The Wire pueda ser elogiada en lugares tan alejados de ese suburbio de Baltimore como Espa?a. "Todos tenemos las mismas caracter¨ªsticas como seres humanos. He querido siempre crear empat¨ªa hacia los personajes de la serie, hacer que fueran seres humanos, no caricaturas".
vot¨® por Obama, pero lamenta las calamidades que ha tenido que sufrir su pa¨ªs para poder tener a un presidente as¨ª. Terminado The Wire, produjo con su amigo Burns, el ex poli, la miniserie Generation Kill, adaptaci¨®n del relato que hizo el periodista Evan Wright de los primeros 40 d¨ªas de la invasi¨®n de Irak.
Su pasi¨®n est¨¢ ahora volcada en Nueva Orleans. All¨ª prepara su nueva serie, Treme, el nombre de un barrio de la ciudad que mezcla lo mejor de la cultura criolla y el jazz con la peor situaci¨®n de delincuencia y criminalidad tras el paso de la tormenta. Dice que no es un The Wire en Nueva Orleans, sino un relato de la reconstrucci¨®n de una ciudad y de las cientos de miles de vidas que el Katrina dej¨® sin nada: "La gente de Nueva Orleans te dice que su ciudad no fue destruida por un hurac¨¢n, sino por el cuerpo de ingenieros del ej¨¦rcito que hab¨ªa dise?ado los diques. Y no mienten. Los holandeses saben c¨®mo mantener el agua fuera de su pa¨ªs y nosotros no sabemos c¨®mo construir un dique en el Misisipi".
Y eso, por supuesto, es otra alegor¨ªa en la era pos-Bush: "Estamos viendo qu¨¦ podemos reconstruir, o qu¨¦ tiene sentido reconstruir. No es s¨®lo un dique: es todo aquello que deber¨ªa habernos protegido, desde nuestras instituciones econ¨®micas y pol¨ªticas hasta las regulaciones empresariales que deber¨ªan haber servido para supervisar que no hubiera desastres econ¨®micos. Y resulta que esos mecanismos eran tan d¨¦biles como los que construyeron los ingenieros del ej¨¦rcito en Nueva Orleans".
Canal Sat¨¦lite Digital emite la segunda temporada de 'The Wire' en el canal TNT (Dial 24 de Digital +) todos los mi¨¦rcoles, a las 23.30.
Autores
Los guionistas detr¨¢s de las series
1. Alan Ball
Dio al cine 'American beauty', pero despu¨¦s decidi¨® que el formato televisivo permite contar mejor las historias. Tras la serie 'A seis metros bajo tierra', Ball ha llenado la Am¨¦rica profunda de vampiros en 'True blood', que gira, en realidad, en torno a la intolerancia.
2. J. J. Abrams
Salt¨® de lo rom¨¢ntico a lo paranormal, de 'Felicity' a 'Fringe', pasando por 'Alias', y cre¨® un mundo nuevo en el espacio y el tiempo: 'Perdidos'. Aunque flirtea con el cine ('Misi¨®n imposible 2', 'Star Trek'), J. J. Abrams dice que la televisi¨®n es el mejor medio narrativo.
3. Josh Schwartz
Consigue lo imposible: sentar a los j¨®venes ante la televisi¨®n. Con 'Chuck', 'Gossip girl' y 'The O. C.' se convirti¨® en el productor m¨¢s joven de toda la historia del 'prime time' en EE UU.
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