"Soy una empresa que escribe y canta canciones"
Paulina Rubio ya no es una ni?a. Ha cumplido 37 a?os. No tiene una voz portentosa ni mide un metro ochenta. Y a veces resulta insufrible. Pero es una estrella. Global y sin pretextos. Con 20 millones de discos vendidos. Y miles de adictos a su persona. Tiene algo dif¨ªcil de definir. Ambici¨®n, personalidad, chuler¨ªa, descaro. La provocaci¨®n de una rockstar. Capacidad de adaptaci¨®n. Hambre de triunfo. Y el arrojo imprescindible para conseguirlo. Sabe c¨®mo seducir al p¨²blico. Da espect¨¢culo. Y domina el trasfondo del negocio. Le pasa como a la tenista Anna Kournikova: no es la mejor del circuito, ni lo ha sido ni lo ser¨¢; pero es la m¨¢s contratada, fotografiada, popular y, por descontado, la que m¨¢s dinero gana. El gran misterio del estrellato.
"Yo tomo las decisiones. He escrito mis temas Y he elegido al director del 'clip"
"Hay gente que me ama y mucha gente Que me odia. Estoy curada de espanto"
"Si las mujeres mand¨¢ramos en el mundo, nunca m¨¢s habr¨ªa una guerra"
"Soy de izquierdas, pero no comunista. No podr¨ªa vivir en La Habana"
A Paulina le gusta vivir y ser tratada como tal. Nunca quiso ser otra cosa. Desde que tiene uso de raz¨®n. Con sus grandezas y miserias. Luces y sombras. Horarios imposibles. Y la monta?a rusa emocional que supone la fama. Cruzando cada semana el charco. Y huyendo del acecho de la prensa sensacionalista. Su madre ya lo era cuando ella naci¨®. Cuesti¨®n de genes. Como su abuela, mezzosoprano. Y su bisabuela, pianista. Mujeres de una pieza. Matriarcas de armas tomar. Susana Dosamantes, el "rostro m¨¢s bello de M¨¦xico", 60 a?os, 65 pel¨ªculas y muchos culebrones sobre su talla de emperatriz azteca, recuerda a Paulina, su hija, rubita y diminuta, con apenas tres a?os: "Cuando los periodistas ven¨ªan a entrevistarme y mientras me maquillaba, ella les daba una rueda de prensa y les contaba que era mejor que yo; 'canto, bailo y act¨²o mejor que mi mami'. Le sal¨ªa del alma. A un ni?o no le pones a actuar si no quiere. Es imposible. No te enga?es. No puedes. Ella se cri¨® tras la tramoya. Entre los focos. En los pasillos de Televisa o en Madrid mientras yo rodaba. Siempre quiso ser artista. Nadie la oblig¨®. Su pap¨¢ se opuso. Pero era su destino. Y su felicidad. Cuando era un mico ya daba clases de interpretaci¨®n en la Escuela de Capacitaci¨®n de Televisa (por la que pasaron Salma Hayek, Gael Garc¨ªa Bernal, Diego Luna o Thal¨ªa). Para ella era un juego. Y a los 11 a?os estaba con Timbiriche dando conciertos por Am¨¦rica. No ha parado. Menos mal que no se le meti¨® en la cabeza ser torera".
El edificio Gotham, en el 1356 de la avenida Broadway de Nueva York, fue durante d¨¦cadas la sede del Greenwich Bank. Un soberbio templo del capitalismo salvaje erigido antes de la Depresi¨®n. Todo pasa. Desde hace una d¨¦cada su inmenso sal¨®n, rodeado de columnas griegas, coronado por una c¨²pula mas¨®nica y enormes l¨¢mparas de fundici¨®n, se alquila para eventos. Univisi¨®n, el mayor grupo de comunicaci¨®n en espa?ol de Estados Unidos, celebra esta noche un concierto privado de Paulina Rubio transmitido en directo a todo el pa¨ªs. Llevan semanas anunci¨¢ndolo. A estas alturas toda la naci¨®n debe saber que Paulina estrena disco. En el Gotham el despliegue de medios es impresionante: el n¨²mero de c¨¢maras, la telara?a de luces, el perfecto orden de las gr¨²as, la mesa de sonido como un ¨®rgano de catedral. Todo dise?ado minuciosamente en planos impresos sobre papel cebolla. Los americanos son los amos del showbusiness. Y aqu¨ª lo demuestran.
Horas antes de que se alce el tel¨®n la estrella ensaya con su banda de estudiado desali?o indie. Delgada, menuda, sin pintar; vestida de negro hasta la barbilla, con Converse y una boina que oculta su m¨ªtica cabellera rubia, Paulina Rubio ofrece el aspecto de una existencialista del boulevard Saint Germain. Ha dormido mal. Incuba un resfriado. "Me duele la tripa". Como a los ni?os. Son los nervios. El comienzo del dur¨ªsimo camino de la promoci¨®n. La intuici¨®n de lo que se le viene encima tras tres a?os sab¨¢ticos sesteando en Miami. "El gusanillo", dice ella. La van a exprimir al m¨¢ximo. Y lo sabe. Sobre la mullida alfombra Chippendale del Gotham Hall corretea Carlota, su perrita yorkshire, agasajada por los empalagosos mimos del equipo que contempla la actuaci¨®n. Paulina repite mil veces las estrofas de Causa y efecto, el primer gran tema de su nuevo disco, Gran City Pop. Es la canci¨®n que debe calentar el mercado. Enganchar a la audiencia. Enamorar a las marcas. Engatusar a los medios. Animar a los promotores de conciertos. "La suerte de un artista es una canci¨®n, y hoy m¨¢s que nunca con las descargas digitales. Cuando s¨®lo hab¨ªa CD, para conseguir la que te gustaba ten¨ªas que comprarte otras 11. Para comerte el muslo ten¨ªas que comprar el pollo entero con v¨ªsceras y pescuezo. Ahora no. La industria del disco es un negocio de sencillos; que compras en Internet por 99 c¨¦ntimos. La disquera se la juega con un tema a cara o cruz", explica un magnate de la industria que ruega no aparezca su nombre.
Mientras Paulina Rubio contin¨²a la interminable prueba de sonido, un enjambre de ejecutivos teclean compulsivos sus Blackberry en torno al escenario. Unos pertenecen a los laber¨ªnticos departamentos de su compa?¨ªa discogr¨¢fica, Universal Music Latin Entertainment, reci¨¦n aterrizados desde Miami, la capital del negocio, el cruce de caminos entre las Am¨¦ricas y Europa; otros, a Univisi¨®n, los que organizan el acto; algunos pertenecen al nutrido entorno inmediato de la artista, otros, a las marcas que financian el evento. Sin apartar la vista de sus tel¨¦fonos inteligentes, tararean y bailan entusiasmados al ritmo de los acordes machacones de Causa y efecto. Es el himno de la temporada. Por la cuenta que les trae. El lanzamiento de Paulina es la apuesta latina de Universal este a?o. Como el pasado fue Juanes. Toda la carne en el asador. Cuando por fin Paulina afina la canci¨®n y concluye el ensayo, se lanzan sobre ella en un alud pegajoso de abrazos, besos y piropos en espa?ol con distintos acentos. "Eres muy grande". La estrella se tiene que sentir segura, querida y protegida. El mensaje es: "Somos una familia. Y vamos a estar a tu lado. P¨ªdenos lo que quieras (menos dinero)".
Primera conclusi¨®n: es dif¨ªcil ser una estrella sin volverte loca. Ella (sus rizos dorados y sus largas piernas de seda; su tono roto y su manoseado discurso feminista) y s¨®lo ella es la locomotora que arrastra todo este entramado en el centro de Nueva York. Que da de comer a esta gente. Y produce beneficios a final del ejercicio. Sin Paulina no hay espect¨¢culo. Ella fabrica los contenidos. Y el espect¨¢culo debe continuar. Pase lo que pase.
Durante los cuatro d¨ªas que pasamos en Manhattan a su lado, Paulina Rubio arrastra un amago de gripazo. Un jet-lag permanente. Tiene las defensas por los suelos. Nada le alivia. Tiene hambre; come carne roja y le sienta mal. Tiene calor, se desprende de alguna de las prendas que la envuelven y coge fr¨ªo. Alarma, ?puede perder la voz! Quiere un masaje, pero no hay tiempo. Tiene sue?o, pero debe aguantarse. Se postra en un viejo sof¨¢ y respira r¨ªtmicamente en soledad. Un amago de yoga. Todos aguardan al otro lado de la puerta en reverencial silencio. Le apetece hablar con su marido, pero ya no es hora en Espa?a. Y le da el baj¨®n. Y huir¨ªa.
Pero no puede. Cuando una estrella tiene fiebre se aguanta. Se mete un tequilazo de los que te hacen saltar las l¨¢grimas, elige entre taconazos de Saint Laurent, Dior o Louboutin y se zambulle provocativa en el escenario levantando ligeramente el labio superior en un gesto muy suyo. "Parezco Elvis". Y canta y baila con ritmo, amor, pasi¨®n y sensualidad. Y seduce. Es la estrella. La diva latina. Y es lo que esperan millones de personas de ella. Aunque est¨¦ noqueada como un boxeador a punto de besar la lona, en su esquina del ring siempre habr¨¢ alguien de la compa?¨ªa grit¨¢ndole: "??nimo, Pau, que ya es tuyo!".
Sufre. Pero sabe que su trabajo es m¨¢s valioso m¨¢s que nunca. Puede decidir. Y apurar unos c¨¦ntimos de cada euro que genere. Se acabaron los contratos draconianos. Las compa?¨ªas ya no tienen la sart¨¦n por el mango. Lo tiene claro: "Soy una empresa; una marca que crea canciones y las canta; vende discos y productos y hace conciertos. Y tomo las decisiones sobre mi carrera. He escrito mis temas, he elegido al director del clip, he controlado la producci¨®n, el concepto, la creaci¨®n art¨ªstica y el marketing. Soy la productora ejecutiva. Y tengo una relaci¨®n directa con mis fans a trav¨¦s de la web sin que nadie se meta entre nosotros. Decido. He crecido".
Es una declaraci¨®n de principios. Este negocio no es lo que era. Ni de lejos. Las vacas gordas murieron con el milenio. La venta de compactos ha sufrido una r¨¢pida e imparable ca¨ªda. En torno a un 50% desde 2000. Sus verdugos han sido Internet y la pirater¨ªa. Las descargas gratuitas. "Imagine una fabrica de churros que venda los mismos churros que se consiguen gratis en cualquier otra parte; est¨¢ condenada sin remedio a la quiebra", explica el magnate musical sin nombre. "En la cabeza de los j¨®venes, el que paga por una canci¨®n es gilipollas", concluye. En la industria escasea el dinero. Se factura menos que nunca. Y se apuesta por valores seguros. Y con promociones muy ajustadas. Y a ser posible, que las financien los patrocinadores. Desde una cerveza hasta una operadora de m¨®viles, una marca de hamburguesas o una empresa de seguros. Da lo mismo. Pero que pongan la pasta. Si no, las cuentas no salen. "Para las discogr¨¢ficas hoy el gran negocio son los patrocinadores. Se necesitan mutuamente. No puede haber una campa?a publicitaria sin m¨²sica. Y cuanto m¨¢s famoso sea el int¨¦rprete, mejor. Los tel¨¦fonos, los licores, cigarrillos, autos, bebidas refrescantes necesitan m¨²sica en sus comerciales, y eso da dinero a las disqueras", concluye el magnate sin rostro.
En estos momentos s¨®lo sobreviven cuatro de las grandes compa?¨ªas discogr¨¢ficas hist¨®ricas (Universal, Sony BMG, Warner y EMI) que copan m¨¢s de las tres cuartas partes del mercado. Pronto pueden ser tres. Y lo mismo est¨¢ pasando en el jugoso mercado latino (450 millones de personas en el mundo; 45 millones en Estados Unidos), con el nacimiento de Universal Music Latin Entertainment, tras la fusi¨®n de todo el negocio latino de Universal Music Group con el departamento discogr¨¢fico de Univisi¨®n. Una operaci¨®n en respuesta al acuerdo de EMI con la poderosa mexicana Televisa Music. Dicen que el mercado latino puede ser el ¨²ltimo flotador de la industria. Y hay que concentrarse en ¨¦l. A la espera de ver qu¨¦ pasa con China. Todos se miran de reojo. Nadie sabe qu¨¦ va a pasar. Nada est¨¢ claro. Internet es el verdugo de la m¨²sica, y al mismo tiempo, su mejor veh¨ªculo de expansi¨®n. La cuesti¨®n es aprender a hacerlo. Algo que hasta hace muy poco tiempo las discogr¨¢ficas no se hab¨ªan planteado.
El supermillonario Edgar Bronfman, Jr, consejero delegado de Warner Music, afirmaba recientemente: "La industria musical est¨¢ creciendo; la industria del disco se est¨¢ desplomando". Su frase resume la nueva visi¨®n del sector. Se est¨¢ pasando de un negocio basado en un producto (el disco) a una industria de servicios. Con todo lo que acarrea: la venta de contenidos a las operadoras de telefon¨ªa m¨®vil, el patrocinio de las marcas, la venta de entradas para conciertos, la comercializaci¨®n de camisetas y recuerdos, la organizaci¨®n de eventos, incluso la gesti¨®n de la carrera de los artistas. En 2000 ¨¦stos consegu¨ªan dos tercios de sus ingresos por la venta de discos. Y el resto, por conciertos y merchandising. Esa proporci¨®n se ha invertido. El artista ya no vende discos. Vende derechos de imagen. Y si adem¨¢s es compositor, derechos de autor. "Las disqueras est¨¢n luchando por reba?ar lo que queda en la olla", describe el representante de una gran estrella americana. "Las disqueras quieren ser due?as del artista, no s¨®lo de su voz; tambi¨¦n de su nombre, imagen, p¨¢gina web. Quieren ser managers, promotores de conciertos, productores de discos, socios en el negocio del merchandising, fabricantes de camisetas, vendedores de exclusivas para la prensa rosa. Ser due?as de todo".
Esa estrategia se est¨¢ materializando en los contratos de 360 grados, complejos acuerdos legales refrendados por legiones de abogados que garantizan a la discogr¨¢fica un porcentaje de cada ingreso generado por sus cantantes. Desde Universal, la compa?¨ªa de Paulina Rubio, uno de sus ejecutivos edulcora esa cruda realidad mientras contemplamos a su pupila cantar hiperactiva y sensual; ense?ando sin ense?ar: "Acompa?amos al artista en cada paso que da. Caminamos juntos. Compartimos la tarta. Estamos en la mesa de negociaci¨®n de cada contrato que firma. Tenga en cuenta que gastamos mucho en promoci¨®n y adelantamos mucho dinero en concepto de royalties. Y tenemos que recuperar. Ya no se gana tanto dinero como antes. Hay que repensar el negocio y buscar nuevos ingresos. De ah¨ª esos acuerdos".
Paulina Rubio es consciente del peligro que supone no leer detenidamente la letra peque?a de los contratos con las discogr¨¢ficas. Su carrera no ha sido un camino de rosas. Ni en lo econ¨®mico ni en lo personal. Es un ejemplo de cabezoner¨ªa. De tes¨®n. En Timbiriche, una banda mexicana de ni?os prodigio que arras¨® en Latinoam¨¦rica durante diez a?os, nunca fue la m¨¢s guapa; flaca, con aparato en los dientes y la nariz rota, tard¨® mucho tiempo en hacerse mujer. No era una gran cantante. Ni bailarina. Y ten¨ªa fama de caprichosa y malcriada. Pero era popular. Una estrella. Curiosamente, en Televisa pocos confiaban en que pudiera acometer una carrera en solitario. La ve¨ªan como actriz de telenovela. Una ni?a rica mimada por el r¨¦gimen pol¨ªtico. Fue la ¨²ltima en abandonar Timbiriche, cuando aquel barco de ni?os veintea?eros fabricado en un laboratorio hac¨ªa agua por todos lados. Su madre crey¨® en ella. Juntas financiar¨ªan el primer disco de la nueva solista. Fue un pelotazo. La chica dorada vendi¨® en 1992 tres millones de copias. Paulina hab¨ªa firmado con la discogr¨¢fica EMI-Capitol por siete discos. Grab¨® cuatro. Flojos y rentables. La encasillar¨ªan en un registro de melena te?ida, maquillaje pesado y look imposible de culebr¨®n. Ella no era tonta. Quer¨ªa ir m¨¢s lejos. En 1996 se cans¨®. Y dio el portazo. Ten¨ªa 25 a?os. Durante los cuatro siguientes desaparecer¨ªa del mapa mientras batallaba legalmente con EMI para recuperar su libertad art¨ªstica. "Me sent¨ª utilizada y controlada. Me faltaba libertad para seguir creciendo. La compa?¨ªa no apoyaba ninguna de mis ideas. Y yo ten¨ªa hambre de desarrollo. Quer¨ªa dar el salto", recuerda Paulina. "No estaba de acuerdo con lo que me quer¨ªan imponer. No quer¨ªa grabar lo que me propon¨ªan y tampoco me dejaban marchar. Me metieron en un caj¨®n y se olvidaron de m¨ª. No ced¨ª; no grab¨¦ el tipo de disco que quer¨ªan. Necesitaba que una discogr¨¢fica me rescatara. Fueron a?os muy malos y aprend¨ª mucho. Me fui a Londres, estudi¨¦ y di una vuelta a mi vida". "Hasta que no recompr¨® su contrato a Capitol no par¨®", recuerda Susana Dosamantes. "Lo pas¨® mal hasta que apareci¨® en escena Universal y la liber¨®. Tuvo que empezar de nuevo".
La resurrecci¨®n se producir¨ªa en Espa?a gracias a un t¨®rrido programa televisivo titulado Vive el verano que servir¨ªa de gancho para posicionar en nuestro pa¨ªs a esa desconocida cantante mexicana y poner en ¨®rbita el tema del mismo nombre con ritmos cl¨®nicos a los de Ricky Martin, que arrasaba con Livin' la vida loca y escalaba los altos muros del mercado estadounidense mostrando el camino a Jennifer L¨®pez, Shakira, Thal¨ªa y Enrique Iglesias bajo la socorrida etiqueta de latinos. Paulina se reinvent¨® en meses. Adelgaz¨®. Cambi¨® de rostro, estilo y estilista. Renov¨® su vestuario y conquist¨® al poderoso p¨²blico gay. Y a la prensa del coraz¨®n. Aprendi¨® a cantar. Y triunf¨®. Desde entonces ha publicado cinco discos con Universal, de los que ha vendido 12 millones de ejemplares. Sin contar este ¨²ltimo, Gran City Pop, un caj¨®n de sastre de fiesta y romance; ritmos pop, aires latinos, guitarras rock, rancheras y tequila, canci¨®n mel¨®dica y sonido discoteca empaquetado bajo el concepto de las tres ciudades que han marcado su vida: M¨¦xico DF, Madrid y Miami.
Que es un claro recurso de marketing. Se trata de vender. Una vez m¨¢s. Y M¨¦xico es su mercado natural, con 100 millones de habitantes. Madrid, su puerta de entrada en Europa; y Miami, el intercambiador entre Latinoam¨¦rica y Estados Unidos. Pero adem¨¢s, es cierto, esas tres ciudades definen su vida. Son y han sido su casa. En su educaci¨®n se mezclan influencias de esos tres mundos. El spanglish con acento mexicano es su idioma.
Por el Avatar Studio de la Calle 53 de Nueva York han pasado Bowie y los Stone, Dylan y Madonna. Hoy Paulina Rubio va a grabar aqu¨ª un concierto privado para la poderosa cadena de almacenes Wal-Mart, que vende el 60% de la m¨²sica latina que suena en Estados Unidos. Hay que cuidarles. La cantante est¨¢ peor de su catarro. Tose y moquea. Y tiene seis horas de trabajo por delante que se pueden convertir en diez. En el interior de su enorme furgoneta negra con asientos de cuero negro y oculta tras sus enormes gafas de sol negras de estrella del rock, con su madre por testigo, desgrana l¨¢nguidas im¨¢genes de su infancia mexicana en un hogar de izquierda divina en la que se daban cita exiliados republicanos espa?oles con dirigentes del siempre gobernante Partido Revolucionario Institucional, magnates de los medios como Emilio Azc¨¢rraga y gente del cine entre los que se encontraban Cantinflas, Arturo Ripstein, Luis Bu?uel o Renato Salvatori. "Bu?uel me sorprend¨ªa porque era un exquisito comiendo", describe su madre. "Ven¨ªa a cenar y no le sacabas del foie-gras y los tintos de Chateau Lafite. Una noche le pregunt¨¦: '?Don Luis, usted que es comunista, c¨®mo es tan fino?'. Me respondi¨® con aquella voz ronca: 'Susanita, hija m¨ªa, soy comunista, pero no gilipollas'. ?se era nuestro ambiente".
A Paulina Rubio le vuelven a la memoria aquellos veranos en Trasanquelos, un pueblecito cercano a La Coru?a, donde el productor Carlos Vasallo, segundo marido de Susana Dosamantes, ten¨ªa una finca. All¨ª la ni?a sabia se desprend¨ªa durante unas semanas de la p¨²rpura, se descomprim¨ªa y viv¨ªa como la gente de su edad. Falta le hac¨ªa. De aquellas vacaciones conserva buenos recuerdos y una desconfianza muy galaica. Porque detr¨¢s de su verborrea, Paulina nunca habla de m¨¢s. Repite los mismos argumentos una y otra vez. Frases hechas. Pero nada ¨ªntimo. No se moja. Es una estrella. Y una gran impaciente. Por eso, cuando se la pregunta en la intimidad de su furgoneta sobre su supuesta adscripci¨®n pol¨ªtica a la izquierda, la respuesta es una tibia afirmaci¨®n: "Me siento m¨¢s de izquierdas que de derechas".
-?Y me puede explicar qu¨¦ es para usted ser de izquierdas?
-?Qu¨¦ cabr¨®n eres! Bueno... para empezar soy de izquierdas pero no soy comunista. No podr¨ªa vivir en La Habana. Pero he visto a Bush decir mentiras y provocar una guerra por el petr¨®leo y no me gusta. Dicen que cuando ganas tu primer mill¨®n cambias; yo lo he ganado, pero nunca voy a estar a favor de gente como Bush. O los dictadores. Yo?creo que hay que respetar el medio ambiente, tener cuidado con los residuos nucleares, luchar contra la explotaci¨®n infantil; creo en el valor de la cultura y en la democracia en Latinoam¨¦rica. Y, sobre todo, creo en el papel de la mujer. Si mandaran las mujeres, no habr¨ªa m¨¢s guerras.
-Al mismo tiempo da usted entrevistas exclusivas a la revista ?Hola!, eso no es muy de izquierdas.
-Yo trato con respeto a la gente que me trata con respeto. Y me siento con ellos y comparto mi vida con ellos. Y aclaro cosas con ellos y les digo c¨®mo me siento porque se portan bien conmigo.
Y se sumerge fr¨¢gil y diminuta en el estudio de grabaci¨®n con Carlota inmersa en un enorme bolso de Vuitton. "Hay gente que me ama y gente que me odia. Estoy curada de espanto. Soy una persona p¨²blica. Pero no olvides que del amor al odio hay un paso".
'Gran City Pop' est¨¢ editado en Universal.
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