Cuando el fallo sanitario cuesta una vida
Las comunidades tienen p¨®lizas para cubrir negligencias m¨¦dicas - Madrid pag¨® 3,5 millones de euros en indemnizaciones en 2008
El hijo de ?ngeles falleci¨® hace dos a?os. Se trag¨® una espina. Se sent¨ªa mal y tos¨ªa sangre, pero nadie supo verlo. Fue al m¨¦dico varias veces. No sirvi¨® de nada. Finalmente, a los pocos d¨ªas, muri¨®. La familia ha ganado el juicio contra los servicios sanitarios de Madrid. Ha recibido cerca de 200.000 euros, pero no es suficiente. Nadie podr¨¢ devolverles a su hijo. Tampoco los 781.727 euros que la familia de Adela P¨¦rez recibi¨® tras la sentencia a su favor podr¨¢n devolverle la consciencia. Se encuentra en estado vegetativo por un error m¨¦dico. Le dol¨ªa la mu?eca y pas¨® por el quir¨®fano para hacerse una biopsia y averiguar por qu¨¦. Se equivocaron en la anestesia. En lugar de axilar le pusieron general. Nunca despert¨®.
Son s¨®lo dos de los cientos de casos de negligencia sanitaria que se producen cada a?o en Espa?a. No existen datos oficiales. No hay ning¨²n organismo estatal de protecci¨®n de los pacientes. S¨®lo algunas comunidades, como Madrid, tienen un Defensor del Paciente. ?ste, sin embargo, apenas tiene margen de maniobra. Se limita a ofrecer informaci¨®n sobre acciones legales.
Las asociaciones de pacientes -que intentan llenar ese vac¨ªo- s¨ª llevan su propio recuento. La Asociaci¨®n de V¨ªctimas de Negligencias Sanitarias (Avinesa), por ejemplo, saca adelante unos 200 casos al a?o. Llamadas tienen miles. "Recibimos unas 30 consultas al d¨ªa", explica su presidenta, Mar¨ªa Antonia Moral. Otra, la asociaci¨®n El Defensor del Paciente, que computa todas sus consultas, contabiliz¨® el a?o pasado a?o 12.276 casos de supuestas negligencias. M¨¢s de 500 con resultado de muerte. "En 2008, s¨®lo en Madrid, ganamos 39 sentencias", explica Carmen Flores, su presidenta. El Consejo General de Enfermer¨ªa calcula que en los ¨²ltimos nueve a?os se han registrado en Espa?a 1.422 negligencias mortales en los que se han visto implicados sanitarios.
Una regi¨®n que registra cientos de demandas -por su poblaci¨®n y por contar con varios centros de referencia- es Madrid. Su servicio de salud recibi¨® el a?o pasado 72 sentencias condenatorias en reclamaciones patrimoniales (indemnizaciones). Pag¨® por ellas 3,53 millones de euros, seg¨²n sus datos. El 99% lo cubri¨® la p¨®liza del seguro que contratan todas las comunidades para hacer frente a posibles responsabilidades. Adem¨¢s, recibi¨® 623 demandas que a¨²n est¨¢n por resolver.
Y es que estos procesos son largos. De ah¨ª que muchos prefieran llegar a un acuerdo extrajudicial antes que pasar meses o a?os de litigios. "A veces vale m¨¢s un mal acuerdo que un buen juicio", reconoce el abogado de Avinesa Rafael Mart¨ªn Bueno. "Si el acuerdo extrajudicial se acerca a lo solicitado es preferible coger el dinero y no esperar a la sentencia, que suele tardar a?os", a?ade. En 2008, Bueno alcanz¨® 15 de estos acuerdos.
"Llevo 20 a?os en esto y las reclamaciones han sido siempre una constante, aunque se producen picos cuando hay noticias de negligencias", explica Antonio Navarro, abogado de El Defensor del Paciente. Su experiencia profesional, en Madrid, le dice que cada vez se llega a menos acuerdos extrajudiciales y que, a la vez, los tribunales rebajan las indemnizaciones para "desincentivar" a posibles reclamantes.
Algunos errores sanitarios, como el que provoc¨® la muerte de Ryan, llegan a los medios de comunicaci¨®n. Pero hay muchas otras negligencias, asegura Mart¨ªn Bueno, que jam¨¢s ven la luz. ?stas, al menos, han llegado a los juzgados.
JUAN D?AZ Diez horas olvidado en urgencias
Era la primera vez que Juan D¨ªaz, de 73 a?os, se fatigaba. Era fiesta -Primero de Mayo de 2006- y estaba en su casa del barrio del Pilar (Madrid), cuando empez¨® a notar que respiraba mal. Su familia se preocup¨®. Era diab¨¦tico, pero por lo dem¨¢s estaba san¨ªsimo. "Se miraba mucho", dice su hija, Mar¨ªa del Mar. Decidieron llevarle a urgencias del hospital de La Paz. All¨ª le hicieron varias pruebas: una gasometr¨ªa, un an¨¢lisis de sangre. Era tarde, as¨ª que el m¨¦dico dijo a la familia que lo dejaban en observaci¨®n y que se fueran a casa a dormir. Se despidieron. "Pens¨¦: casi mejor, as¨ª se aseguran que est¨¢ bien", recuerda. Volvieron a las once de la ma?ana, en la hora de visitas. Mar¨ªa del Mar se iba acercando a su cama, una m¨¢s de la treintena que hab¨ªa en la sala, preguntando: "?Qu¨¦ tal has pasado la noche, pap¨¢?". No contestaba. Al llegar a su lado, lo encontr¨® fr¨ªo, con los ojos y la boca abiertos, la dentadura postiza fuera y la mascarilla de ox¨ªgeno ca¨ªda. "?Mi padre no responde!", grit¨®. "Lleg¨® un m¨¦dico y se lo llev¨® corriendo. '?Vamos a reanimaci¨®n!', dec¨ªa. Yo le dije: 'Que sepas que te llevas a mi padre muerto'. Hicieron el parip¨¦". Una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid del 15 de junio condena a la Consejer¨ªa de Sanidad madrile?a a indemnizar con 9.000 euros a la familia de Juan. El informe pericial reza: "Es incomprensible la ausencia de todo tratamiento farmacol¨®gico a la vista del an¨¢lisis y un juicio diagn¨®stico de patolog¨ªa cardiaca con insuficiencia respiratoria". Y concluye: "No ha existido tratamiento". El tribunal que juzg¨® el caso pidi¨® documentaci¨®n (¨®rdenes de tratamiento, hojas de evoluci¨®n, partes de enfermer¨ªa...) al hospital. No recibi¨® nada. El tribunal concluye que no hubo tratamiento alguno. Mar¨ªa del Mar se emociona al recordar: "Se les olvid¨® que mi padre estaba all¨ª. No le dieron ni una sola pastilla. Me lo encontr¨¦ muerto, con los ojos abiertos, sin vida. All¨ª hab¨ªa m¨¦dicos, enfermeras, y nadie se acerc¨® a verle".
CARMEN FRANCIA La sonda le atraves¨® el pulm¨®n
Han pasado cuatro a?os, pero Francisco Hern¨¢ndez, de 55, afirma que no se va a dar por vencido. Su madre, Carmen Francia, muri¨® en 2005, a los 83 a?os, despu¨¦s de que le colocaran una sonda nasog¨¢strica en el hospital de La Paz. "Es algo que le debo a mi madre y a m¨ª mismo", dice, sobre el juicio que no llega. A diferencia de la mayor¨ªa de negligencias, ¨¦l ha llevado el caso por v¨ªa penal. La m¨¦dica que trat¨® a su madre se enfrenta a un posible delito de homicidio por imprudencia grave. Carmen llevaba un a?o viviendo en la residencia Adavir de San Agust¨ªn de Guadalix, desde que un ictus cerebral la dej¨® medio paralizada.
Una tarde se le sali¨® la sonda nasog¨¢strica por donde la alimentaban. En la residencia no pudieron volver a coloc¨¢rsela y la llevaron a urgencias de La Paz. Seg¨²n relata su hijo Francisco, cuando sali¨® de alta, con la sonda puesta, ten¨ªa muy mal aspecto. "Hijo, hijo, me duele el hierrito", recuerda que le dec¨ªa.
De vuelta en la residencia, sufri¨® dos paros cardiacos. Falleci¨® dos d¨ªas despu¨¦s. Esa noche, Francisco no pudo dormir. Le rondaba la idea de que hab¨ªa pasado algo raro. Lo supo despu¨¦s: "La sonda le atraves¨® el pulm¨®n". El caso est¨¢ parado desde octubre de 2007, a la espera de que el fiscal redacte su escrito de acusaci¨®n. En esa fecha, el titular del Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 9 de Madrid dict¨® un auto en el que explica que "uno de los riesgos caracter¨ªsticos de este tipo de sondas es la posibilidad de que se introduzcan por v¨ªa respiratoria en lugar de por la v¨ªa g¨¢strica". Se deben hacer comprobaciones, a?ade, para verificarlo. Entre ellas, una radiograf¨ªa de t¨®rax que examin¨® la m¨¦dica denunciada. "Bien por desatenci¨®n o por impericia no advirti¨® lo que cualquier m¨¦dico hubiera apreciado", asegura el auto.
Carmen falleci¨®, a?ade, "debido a las complicaciones cardiorrespiratorias derivadas de la injerencia pulmonar de la sonda". Francisco asegura que los m¨¦dicos advirtieron el error cuando su madre volvi¨® a urgencias tras las paradas cardiacas: "Nos lo ocultaron. Si al menos hubieran salido a reconocer el error. Fue una cobard¨ªa tremenda".
ROBERTO RIVAS La gastritis era un infarto
Era un hombre fuerte. Sano. Con muy buen humor. As¨ª describe a Roberto Rivas su hija mayor, Marian. Llora cuando habla de ¨¦l. Muri¨® hace cuatro a?os despu¨¦s de que, a pesar de los s¨ªntomas, no le detectasen un infarto. Su agon¨ªa dur¨® dos d¨ªas. Ten¨ªa 58 a?os. Una ma?ana, muy temprano, empez¨® a sentirse mal. Ten¨ªa una queser¨ªa artesanal y ganado. Empez¨® a dolerle mucho la parte de arriba del est¨®mago, a ponerse p¨¢lido y a sudar. Dej¨® a los animales inmediatamente y se fue a urgencias. All¨ª le atendi¨® un m¨¦dico residente de primer a?o de la especialidad de nefrolog¨ªa. Le mand¨® an¨¢lisis y una radiograf¨ªa de abdomen y le diagnostic¨® una gastritis. Marian se enerva s¨®lo de pensarlo. Ella misma es m¨¦dica. Trabaja en urgencias y emergencias en Ja¨¦n. "No cumplieron el protocolo de dolor tor¨¢cico que dice que debe incluirse tambi¨¦n el epig¨¢strico [parte superior del abdomen] como posible s¨ªntoma de una crisis coronaria", explica. No le hicieron placas. Tampoco un electrocardiograma. Le enviaron a casa con una receta de protector g¨¢strico y un nolotil. De madrugada, el dolor era tan fuerte que tuvo que volver a urgencias. "Estaba tan mal que le dec¨ªa a mi hermano que se saltara los sem¨¢foros. No aguantaba", cuenta Marian con la voz temblorosa.
De vuelta al Virgen de las Nieves de Granada le atendi¨® una m¨¦dica residente de tercer a?o de medicina de familia. Esta vez s¨ª le hicieron un electro. "Lo lee y no sabe ver el infarto. Tampoco pide m¨¢s pruebas con la excusa de que ya se las hab¨ªan hecho por la ma?ana. Era mentira", dice su hija. Le diagnosticaron gastroenteritis aguda. Y no ten¨ªa diarrea. Le dieron paracetamol, un protector estomacal y varios ansiol¨ªticos. "Dec¨ªan que estaba muy nervioso, pero lo que estaba es ag¨®nico. Por el amor de Dios, le estaba dando un infarto", se lamenta Marian, que cuenta que, al verle tan mal, su hermano insisti¨® en que pod¨ªa ser algo de coraz¨®n. "No nos hicieron caso", se queja. Ella no pudo estar en el hospital. Por aquella ¨¦poca viv¨ªa en Reino Unido.
Ya por la ma?ana y despu¨¦s de haber estado toda la noche en un sill¨®n, otro residente se hizo cargo de ¨¦l. "Fue el primero al que se le ocurri¨® que pod¨ªa ser un infarto", dice Marian. Pidi¨® otro electro que la enfermera le hizo a las 10.30. Pero no se lo entreg¨® a ning¨²n m¨¦dico. Una hora despu¨¦s, Roberto entr¨® en parada cardiaca y falleci¨®. El hospital abri¨® una investigaci¨®n interna y la familia present¨® una demanda. Seg¨²n el juez, el hospital y el servicio de salud cometieron un error de diagn¨®stico. "La indemnizaci¨®n, 104.000 euros, no nos devolver¨¢ a mi padre", dice Marian. Ahora intentan que se resuelva su denuncia por la v¨ªa penal.
BRIAN La leche en vena le envenen¨®
Brian, un beb¨¦ prematuro de 16 d¨ªas, muri¨® como Ryan. Ocurri¨® en diciembre de 2000. Un enfermero, que el d¨ªa anterior se hab¨ªa estrenado en la unidad de neonatos del hospital de La Candelaria (Tenerife), le suministr¨® leche por v¨ªa intravenosa, en lugar de por la sonda nasog¨¢strica. "La forense me asegur¨® que una sola gota de la leche en sangre era suficiente para matarlo", dice Chaxiraxi Afonso. Sigue opinando lo mismo nueve a?os despu¨¦s: que a su hijo lo mataron y que el autor no pag¨® por ello (en realidad, no fue a la c¨¢rcel por carecer de antecedentes y caerle un a?o de prisi¨®n por un homicidio involuntario). "Lo que muchos ven como un error, yo lo veo como un asesinato". La muerte de Ryan ha hecho revivir su caso, un agujero del que le ha costado salir. Hoy intenta rehacer su matrimonio y se consuela en la sonrisa de su hijo de seis a?os, hincha del Real Madrid, ajeno al sufrimiento de su madre. Chaxi cobr¨® 115.000 euros como indemnizaci¨®n. Y critica con rabia: contra el tratamiento deshumanizado de los m¨¦dicos y enfermeros -"s¨®lo la forense me explic¨® lo que hab¨ªa ocurrido", dice-, contra la lentitud de la justicia y su benevolencia para con quien mat¨® a su hijo y contra los abogados -"en el juicio me dijeron que no se puede querer igual a un reci¨¦n nacido que a un ni?o de seis a?os"-. Esta familia chicharrera no olvida en sus cr¨ªticas al colectivo de enfermeros: "?Con qu¨¦ formaci¨®n se sale para que no haya distinguido una nariz de un brazo?". Y, por supuesto, al autor material, que este verano podr¨ªa reintegrarse a su puesto de trabajo al extinguirse la inhabilitaci¨®n.
Con informaci¨®n de J. M. PARDELLAS
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