?A qui¨¦n deber¨ªamos imputar?
En los ¨²ltimos d¨ªas dos sucesos de car¨¢cter parecido han venido a sacudirnos la modorra estival. En ambos casos, una ni?a de 13 a?os ha sido violada por un grupo de menores, conocidos de ella. Algunos de esos menores no llegan a los 14 a?os, de modo que no pueden ser imputados penalmente, lo que no significa que la legislaci¨®n no prevea alg¨²n tipo de reeducaci¨®n de su conducta.
El debate generado a partir de estos hechos ha girado en torno a conceptos como "banalizaci¨®n de la sexualidad", "trivializaci¨®n de la violencia", "permisividad social", "educaci¨®n en la autosatisfacci¨®n y la no responsabilidad" e "influencia de las pandillas a determinadas edades". Conceptos que, por descontado, son pertinentes y razonables en este contexto y que, sin embargo, dejan la impresi¨®n de que tal vez el m¨¢s importante de ellos no ha sido abordado. Me refiero a la violencia sexista. Porque el delito cometido por esos chicos es exactamente un delito de violencia contra las mujeres; en esta ocasi¨®n, ni?as imp¨²beres.
Una de cada cuatro ni?as antes de los 17 a?os sufrir¨¢ abusos sexuales y el 85% de ¨¦stas ser¨¢n violadas por alguien pr¨®ximo
La violencia sexista tiene su origen en la idea de que las mujeres deben subordinarse a la autoridad del var¨®n, considerado secularmente como ser superior. Y aunque pueda parecer que hemos dejado atr¨¢s esa manera de ver las relaciones entre ambos sexos, lo cierto es que las mentalidades siguen impregnadas por ese pensamiento. Ese tufillo de desigualdad, por llamarlo de alg¨²n modo, lo sobrevuela todo: la literatura (la que escriben las mujeres se considera de poca monta), la pol¨ªtica (las mujeres son evaluadas por su f¨ªsico y duran menos en sus cargos que ellos), el deporte (?ustedes ven que se les conceda el mismo espacio televisivo a ellas que a ellos?), la ciencia (m¨¢s doctoras que doctores, pero menos catedr¨¢ticas y menos rectoras de universidad)... Y el tufillo, inevitablemente, llega hasta las narices de nuestros ni?os y ni?as.
Ellos (algunos) se creen con derecho a abusar de la confianza de sus amigas o novias y a usarlas sexualmente. En Espa?a, una de cada cuatro ni?as antes de los 17 a?os sufrir¨¢ abusos sexuales; de esas ni?as, el 85% ser¨¢n violentadas por alguien de su c¨ªrculo m¨¢s pr¨®ximo, y adem¨¢s, una de cada cinco violaciones ser¨¢ cometida por menores y no precisamente en grupo, sino en solitario. Ellas muy a menudo no se atreven a revelar que han sido violadas porque se sienten culpables, culpables por no haber sido capaces de repeler la agresi¨®n. Ambos comportamientos, el de ellos y el de ellas, en la m¨¢s pura l¨®gica patriarcal.
Ahora, al hilo del debate, muchas voces, especialmente desde la derecha, reclaman que puedan ser imputados los menores de 14 a?os. Y a m¨ª no me parece razonable que se pueda pedir responsabilidades a unos cr¨ªos, m¨¢s cuando hemos dejado pasar ocasiones de inculpar a adultos que loaban la violaci¨®n.
Por poner un ejemplo nacional, Paco Umbral, en una de sus columnas en El Mundo, explic¨® que "a uno la violaci¨®n le parece el estado natural/sexual del hombre. (....). La hembra violada parece que tiene otro sabor, como de liebre de monte". El escritor, claro, pod¨ªa expresar la opini¨®n que le viniera en gana, que para eso vivimos en un pa¨ªs con libertad de expresi¨®n. Lo grave es que esa misma derecha que ahora quiere meter en la c¨¢rcel a los violadores de 12 a?os le concediera a Umbral el Premio Cervantes en 2000.
Y un ejemplo internacional: tal vez recuerden a Putin, que en 2006, despu¨¦s de una rueda de prensa y creyendo que los micr¨®fonos estaban desconectados, solt¨® en referencia al presidente israel¨ª, acusado de violaci¨®n: "?Vaya machote! ?Violar a una docena de mujeres! (...). Todos le tenemos envidia". Lo terrible fue que esa misma sociedad que se escandaliza con los menores violadores no movi¨® un dedo para que Putin dejara de estar presente en la escena internacional.
?Siguen creyendo que ese pestazo de la desigualdad no afecta a nuestros ni?os? Entonces, reclamen la c¨¢rcel para ellos. Si no, preg¨²ntense a qui¨¦n deber¨ªamos imputar o qu¨¦ deber¨ªamos cambiar.
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