GRAND?SIMOS LAGARTOS
A m¨ª me suena raro el Uruguay. Montevideo debe estar lleno de torres, de campanas fundidas despu¨¦s de las batallas. No me diga que en Montevideo no hay grand¨ªsimos lagartos a la orilla del r¨ªo.
-Por supuesto -dijo La Maga-. Son cosas que se visitan tomando el ¨®mnibus que va a Pocitos".
?se es un di¨¢logo de Rayuela. Supon¨ªa Horacio Oliveira que La Maga era de Montevideo, y en esa conversaci¨®n Gregorovius se interesa ante ella por la capital del paisito. Ella desliza el nombre de esa playa, Pocitos, adonde le gustaba ir a Onetti a mostrar las canillas p¨¢lidas que en Madrid le mord¨ªa su perra, la Biche.
No es la ¨²nica referencia a Montevideo que Julio Cort¨¢zar hace en Rayuela. Vayan con esa descripci¨®n de La Maga a la Ciudad Vieja o a La Rambla, 22 kil¨®metros de costa donde los enamorados esperan, como los pescadores, a que el sol baje y se haga de sangre: "En Montevideo no hab¨ªa tiempo, entonces. Viv¨ªamos muy cerca del r¨ªo, en una casa grand¨ªsima con un patio. Yo ten¨ªa siempre trece a?os, me acuerdo tan bien...".
Hay teatros, buena carne, antig¨¹edades y gente con tiempo para conversar
En un parrafito Cort¨¢zar atrae la sensaci¨®n que a uno se le pega en Montevideo: parece que el tiempo se par¨®. Hay un mercado, La Feria de Trist¨¢n Narvaja. Ah¨ª es donde se entender¨ªa mejor esa permanencia del tiempo a la que alude La Maga. Como si de pronto Montevideo hubiera confundido el pasado con el presente, y los objetos tomaran vida para convertirse en met¨¢fora de la capital del paisito. Se celebra el domingo, el d¨ªa sin tiempo, y ah¨ª se mezclan frutas y verduras con libros viejos, discos de pasta, pajareras, muebles antiguos y todo lo que la imaginaci¨®n inventa; aviones viejos, por ejemplo.
Es una ciudad en la que lo que se vende es bueno. As¨ª que si uno se va por el lado de los libros, ah¨ª est¨¢ el boom como si acabara de salir, y las ediciones de Onetti (el rey del a?o, es su centenario), o de Mario Benedetti e Idea Vilari?o, los poetas que murieron esta primavera, habr¨ªa que llevar el bolsillo dispuesto. Un amigo montevideano dec¨ªa: "Esa cuadra [manzana, en Espa?a] entera de libros usados es la perdici¨®n".
La ciudad sin tiempo. Los caf¨¦s de Montevideo, desde ese fabuloso, y modesto, Caf¨¦ Brasilero, en la calle Ituizang¨®, donde escribe Eduardo Galeano cada tarde y donde a veces canta Daniel Viglietti, inicia una retah¨ªla de locales en los que, en efecto, La Maga podr¨ªa estar hoy a¨²n con sus 13 a?os. Un d¨ªa entr¨¦ en uno de esos caf¨¦s, polvorientos como las carreteras de Santa Mar¨ªa, la invenci¨®n de Onetti, y el hombre que limpiaba las tazas dijo, sin levantar la vista del fregadero:
-Est¨¢ cerrado.
-?Desde cu¨¢ndo?, preguntamos.
-Desde hace un siglo.
Cerrado, quiz¨¢, detenido tambi¨¦n, pero vivo. Si uno va a La Rambla, ese lugar de enamorados y pescadores, encontrar¨¢ a la gente esperando la puesta de sol como si estuvieran convocados por un rito: hay una novela, El corredor nocturno, de Hugo Burel (ser¨¢ pel¨ªcula, dirigida por Gerardo Herrero) que describe La Rambla como un escenario de la mente. Y es que Montevideo es un escenario de la mente. Por eso provoca tanta literatura.
Si uno quiere tocar los libros como si tuvieran un siglo pero acabaran de salir, puede ir a Linardi y Risso, a El Gale¨®n, a Oriente Occidente... Pero no s¨®lo. Hay monumentos, teatros, antig¨¹edades, buena carne, verduras reci¨¦n cosechadas y gente que tiene tiempo para conversar. Est¨¢ el mercado del puerto, el Teatro Sol¨ªs, el mercado de la abundancia, donde se escucha tango, y ahora, durante lo que queda de a?o, el Centro Espa?ol de Cultura que dirige Hortensia Campanella ofrece todas las semanas una excursi¨®n por el mundo de Onetti... En el ascensor, un acompa?ante inesperado: el propio Onetti, de tama?o natural. Y es que, como reza el eslogan que ahora domina sobre el Teatro Sol¨ªs, "Onetti es Montevideo". La instalaci¨®n es del fot¨®grafo Jos¨¦ ?ngel Urruzola, y la foto que contiene fue hecha en los cincuenta por un legendario amigo del escritor, el dibujante Menchi S¨¢bat, habitante que fue tambi¨¦n de este sitio donde a La Maga no le extra?aba que hubiera grand¨ªsimos lagartos a la orilla del r¨ªo.
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