Nos las sab¨ªamos todas
Y para rematar la tanda veraniega en Puerta del ?ngel, el m¨¢s veterano e irrefutable de entre todos los integrantes del cartel. Burt Bacharach podr¨ªa acudir esta ma?ana en metro al aeropuerto sin que sus compa?eros de vag¨®n le identificaran como multimillonario feliz y responsable de 10 o 15 canciones celeb¨¦rrimas.
"Ceno en cualquier restaurante sin que me acosen los paparazzi", bromea cuando se le menciona su relativo anonimato, pero este caballero dispone, a sus magn¨ªficos 81 a?os, de toda la legitimidad del mundo para sacar pecho. Lo hizo con la discreci¨®n y elegancia de ese dandi que nunca ha dejado de ser: "Toda la m¨²sica que escuchar¨¢n esta noche la ha escrito el pianista", anunci¨® con orgullo nada petulante.
Burt Bacharach
Burt Bacharach (piano), David Joyce y Rob Shrock (teclados), Tom Ehlen (trompeta), Elizabeth Chorley (viol¨ªn), Josie James, John Pagano y Donna Taylor (cantantes), David Coy (bajo), David Crigger (bater¨ªa). Veranos de la Villa, escenario Puerta del ?ngel. De 45 a 55 euros. M¨¢s de media entrada (1.400 espectadores). Madrid, 29 de julio.
Quien temiera encontrar a un divo mani¨¢tico, achacoso y abonado a los caprichos, se llevar¨ªa una sorpresa. Cuentan que Bacharach comparti¨® ayer paella y tortilla de patatas con sus t¨¦cnicos, igual que el domingo atendi¨® en M¨¢laga a m¨¢s de un centenar de admiradores. Rigideces, a estas alturas, las menos; nuestro protagonista acumula suficientes galones en la pechera como para irrumpir en escena con vaqueros, deportivas y calcetines blancos, y aun as¨ª despertar comentarios aprobatorios entre las damas.
Hasta cuando colocamos sus discos en el iTunes le encasquetan a su repertorio el sambenito del easy listening, esa m¨²sica ligera para ambientar probadores en los grandes almacenes. Cierto que muchas de sus piezas invitan a mecer la cabeza con gesto tierno y hasta p¨¢nfilo, a susurrarle a nuestro/a vecino/a de butaca alguna cursiler¨ªa de la que tarde o temprano terminaremos arrepinti¨¦ndonos. Pero si alguien diseccionara, por ejemplo, God give me strength, encontrar¨ªa pocas construcciones m¨¢s prodigiosas en los ¨²ltimos 15 a?os. La interpretaci¨®n de John Pagano, espectacular; no es tan grande como Elvis Costello, pero despliega voz y planta estupendas.
La sensaci¨®n general invita al asombro. La banda desgrana un aluvi¨®n de canciones y el o¨ªdo reacciona al primer est¨ªmulo: nos las sabemos todas. La avalancha es tal que Bacharach acumula ¨¦xitos en forma de medleys, una soluci¨®n dudosa: en esos momentos, el genio baladista m¨¢s parece el responsable de una gala televisiva adicta al popurr¨ª. Sobran tambi¨¦n varios brochazos de teclados rampantes, pero el maestro no puede recorrer el mundo con toda la orquesta a sus espaldas.
Sus primeros editores, como en todas las grandes historias de visionarios del siglo XX, le rechazaban sistem¨¢ticamente sus partituras. Hoy se cuadran ante ¨¦l Rufus Wainwright o el rapero Dr. Dre, con los que rubric¨® otro t¨ªtulo para asumir nuestra peque?ez: Go ask Shakespeare.
Nuestros mayores respetos, se?or Bacharach. Ya quisi¨¦ramos aguantar a su edad dos horas de concierto. Vuelva cuando guste, aunque sea en zapatillas. Y que Dios le guarde muchos a?os.
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