ETA, la costumbre de odiar
Ya tiene 50 a?os de vida y es m¨¢s que nunca una mera organizaci¨®n criminal. Lo volvi¨® a demostrar ayer buscando una matanza en Burgos. Su supuesta lucha por la causa vasca es una coartada inveros¨ªmil
Imaginemos una noche de diciembre de 1973. Zona norte de Madrid. Dos j¨®venes se despiden de sus anfitriones en el portal. Entre las bromas, una frase: "No os cre¨¢is nada de lo que diga la prensa ma?ana". Una frase gen¨¦rica de complicidad antifranquista sin m¨¢s trascendencia. A la ma?ana siguiente, al escuchar la radio, la frase adquiere una certeza cegadora: el almirante Carrero Blanco ha muerto en un atentado que se atribuye a ETA. M¨¢s tarde, las fotograf¨ªas de los dos j¨®venes con quienes cenaron la noche anterior figuran, junto a las de otros cuatro, en las portadas de todos los peri¨®dicos de la capital. Semejante escena podr¨ªa haber sido la del comienzo de un proceso de conciencia que ha durado casi 40 a?os, en el que la simpat¨ªa inicial de algunos hacia ETA deriv¨® hacia un rechazo cada vez m¨¢s firme, el que ayer volvi¨® a manifestarse tras el b¨¢rbaro ataque contra la casa cuartel de Burgos.
A partir de la muerte de Yoyes, en 1986, no queda un rastro de piedad en la organizaci¨®n
Los nacionalismos basan su educaci¨®n en el odio, en el rechazo al que es distinto
El atentado contra Carrero fue un acto m¨¢s de venganza (en concreto por la muerte de Eustaquio Mendiz¨¢bal, Txikia) y no una calculada operaci¨®n contra la continuidad del r¨¦gimen de Franco, lo mismo que sucedi¨® con el siniestro jefe de la Brigada Pol¨ªtico-Social de Guip¨²zcoa, Melit¨®n Manzanas, muerto para vengar a Txabi Etxebarrieta. Posiblemente, los terroristas fueron los ¨²ltimos en darse cuenta de la trascendencia del atentado.
En aquel momento, en la oposici¨®n hab¨ªa empat¨ªa y miedo. Pero de pronto las cosas se precipitaron. En 1974, el atentado de la cafeter¨ªa Rolando sume a los antifranquistas en el desconcierto: son 12 muertos y 80 heridos, todos civiles; hay indicios que permiten pensar en una provocaci¨®n de la derecha dura, pero tambi¨¦n est¨¢n mezclados radicales de izquierda en contacto con ETA. Esta intromisi¨®n de iluminados causa verdadera desolaci¨®n. Hay que volver a pensar. En 1978, el Batall¨®n Vasco-Espa?ol se atribuye la muerte en atentado de Jos¨¦ Miguel Be?ar¨¢n Orde?ana, Argala, un ide¨®logo marxista de gran importancia en la reestructuraci¨®n de ETA; es una venganza por la muerte del almirante Carrero. La din¨¢mica acci¨®n-reacci¨®n se dispara y los milis inician un camino sin retorno.
La progresiva degeneraci¨®n de la lucha armada convierte a ETA en lo que el honorable Tarradellas calific¨® de "un c¨¢ncer". El proceso canceroso va mostrando, cada vez m¨¢s, los s¨ªntomas de la enfermedad: en 1976, dividida la banda entre ETA pol¨ªtico-militar y ETA militar, desaparece Eduardo Moreno Bergareche, Pertur, jefe de los polimilis, presumiblemente asesinado por una escisi¨®n de estos ¨²ltimos denominada Comandos Bereziak, que se unir¨¢n a los milis. La estrategia militar sustituye definitivamente en el seno de ETA a la l¨®gica pol¨ªtica. En 1980 se alcanza el a?o m¨¢s sangriento: 100 muertos.
El salto cualitativo se producir¨¢ al a?o siguiente, cuando ETA asesine a Jos¨¦ Mar¨ªa Ryan, ingeniero-jefe de la central nuclear de Lem¨®niz. Es un crimen que modifica el campo de acci¨®n y de intenciones: ahora es la l¨®gica del chantaje de corte mafioso -hasta entonces practicada s¨®lo por dinero- que salta la ¨²ltima barrera y convierte a los que a s¨ª mismos se llaman gudaris en una organizaci¨®n criminal pura y dura. Una gran parte de la izquierda abre al fin los ojos y se atreve a mirar la cruda realidad. La imagen de la lucha por los derechos del pueblo vasco se hace a?icos.
"?C¨®mo voy a apoyar a una HB convertida en payaso de un militarismo de corte fascista? ?C¨®mo me voy a identificar con dirigentes que lo ¨²nico que saben hacer es aplaudir los atentados de ETA y pedir m¨¢s muertos?". Son palabras del diario de la primera mujer que lleg¨® a la jefatura de ETA: Dolores Gonz¨¢lez Catarain, Yoyes. Al salir de la organizaci¨®n -algo imperdonable-, logr¨® que Txomin Iturbe, considerado m¨¢ximo dirigente de ETA durante 10 a?os, le prometiera que, en lo que estuviera en su mano, procurar¨ªa evitar que le sucediese nada. El 10 de septiembre de 1986 ca¨ªa abatida por los disparos de un sicario delante de su hijo de tres a?os. Iturbe fue deportado de Francia a Gab¨®n dos meses antes y muri¨® en accidente en Argelia en 1987.
A partir de la muerte de Yoyes ya no queda un rastro de piedad en la organizaci¨®n, s¨®lo crueldad, porque toda barrera moral ha sido abolida. Tampoco queda rastro de lucha por la causa vasca que s¨®lo se mantiene como coartada: es la hora del terror. ETA se ha convertido en el enemigo de todos.
A?o 1987. Un atentado contra el centro comercial Hipercor causa 21 muertos en Barcelona. No hay ni siquiera selecci¨®n de objetivos. Es la barbarie. El a?o 1996 se atenta contra uno de los hombres m¨¢s sabios y justos que ha dado este pa¨ªs: Francisco Tom¨¢s y Valiente, figura democr¨¢tica de excepcional valor. Incomprensible. En 1997 se produce la liberaci¨®n del funcionario de prisiones Ortega Lara, secuestrado durante 532 d¨ªas en un cub¨ªculo inmundo. Lo m¨¢s abominable es que, estando ya la Guardia Civil en el lugar del secuestro, los secuestradores, a sabiendas de que a Ortega le quedan s¨®lo horas de vida, se niegan a revelar el punto exacto del escondite. Ocho d¨ªas m¨¢s tarde, con chuler¨ªa de matones, en un acto de venganza de una maldad inaudita, secuestran y ejecutan a Miguel ?ngel Blanco. Ya no cabe m¨¢s abyecci¨®n en nombre de "la causa".
Toda la opini¨®n p¨²blica espa?ola, aun la de la izquierda m¨¢s reticente y salvo las excepciones radicales y antisistema de rigor, aborrece a ETA. Si hasta un momento se crey¨® que la de ETA era una lucha equivocada por una causa que fue buena en origen, a partir de las evidencias de crueldad, ensa?amiento y pr¨¢cticas mafiosas, la condescendencia se desvanece y la realidad se impone. Hay una frase que lo dice todo sobre la cerraz¨®n patri¨®tica y que es un compendio de sabidur¨ªa mostrenca: "Unos (ETA) tienen que agitar el ¨¢rbol para que otros (los verdaderos vascos) recojan las nueces". Esa c¨ªnica visi¨®n, cerrada y aut¨¢rquica, viene a dar, bien es verdad que en diferente medida, una especie de cobertura moral a todo el espectro nacionalista, desde los conservadores hasta la izquierda marxista. De ah¨ª procede (incluso a su pesar) la idea de inevitabilidad, que en la pr¨¢ctica se formula as¨ª: no es que se deseen muertes, es que en el contexto actual, las muertes son inevitables. Asumir lo inevitable justifica el "mirar hacia otro lado", permite "entender" lo que est¨¢ pasando y ayuda a "descargar las culpas" sobre los que hist¨®ricamente oprimen a Euskal Herria.
Los nacionalismos tienden a inventarse su propia historia: un acto de involuci¨®n consentido y repetido como un mantra. Ah¨ª est¨¢ el caldo de cultivo de una educaci¨®n en el odio, en la negaci¨®n de la realidad y el rechazo al distinto. Esta visi¨®n etnocentrista domina la vida pol¨ªtica vasca mientras el caldero bulle bajo el cuidado de quienes se consideran los guardianes del caser¨ªo. En el extremo de esa expresi¨®n de odio se encuentran ETA y los vivas a ETA, pero ?qui¨¦nes son los verdaderos responsables de la ense?anza y extensi¨®n de ese odio? ?de convertirlo en costumbre?
Cuenta un amigo que en una ikastola, a la vista de una bandera, comenz¨® un abucheo e imprecaciones de los alumnos por ser espa?ola; lo curioso del caso es que era una bandera alemana. Y mi amigo coment¨®: "Yo creo que no es que no les guste Espa?a sino que a todo lo que no les gusta lo llaman espa?ol".
Demasiada gente en Euskadi se ha acostumbrado a odiar. ?Qu¨¦ se puede esperar de generaciones educadas en el odio? No ha habido naci¨®n sobre la tierra que se haya hecho grande edificando su identidad sobre el odio. La Arcadia feliz y la costumbre de odiar contienen cada una el germen de la degeneraci¨®n; juntas, son una bomba de relojer¨ªa. Pero no todo son malos augurios: la valerosa actitud de Aralar o la decisi¨®n del Tribunal de Estrasburgo sobre la disoluci¨®n de Batasuna alimentan la esperanza.
Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu es escritor. Su ¨²ltima novela publicada es Un asesinato piadoso.
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