Miedo y asco en La Riviera
En su gira de despedida, Nine Inch Nails noquea con su 'rock' tenebroso a una abarrotada sala
El concierto empez¨® a lo bestia, sin anestesia. Tampoco se precis¨® el bistur¨ª. Se resolvi¨® a pu?etazos. Boom, boom, boom. El sonido de la bater¨ªa, seco, provocaba casi un impacto f¨ªsico en los m¨¢s de 2.500 espectadores que abarrotaron La Riviera en un ambiente asfixiante. Al poco salt¨® al escenario Trent Reznor, imperial jefe de Nine Inch Nails, con tanta energ¨ªa que pod¨ªa haber alumbrado a la ciudad entera. "?Por fin lleg¨® el rock!", grit¨® un aficionado en referencia a un julio almibarado en cuanto a conciertos (Eagles, Madonna, James Taylor...). Y, a partir de ah¨ª, s¨¢lvese quien pueda.
Los que mejor-peor se lo pasaron fueron los de las primeras filas. Para posicionarse en estos lugares de preferencia en un concierto de un grupo que se denomina Clavos de 23 cent¨ªmetros (o sea: Nine Inch Nails) hay que ser, sobre todo, muy valiente. El ambiente en esos turbulentos metros a pie de escenario era anoche similar al que vive el ovalado bal¨®n de rugby cuando se le deja a su suerte en una mel¨¦. Empujones, codazos, golpes... pero tambi¨¦n alegr¨ªa. Si eres tan temerario de entrar a esa zona con lentes, acabar¨¢n hechas cristalitos. No lo dudes. Alguno se dej¨® las zapatillas y la cartera. Sonia, una aficionada de 28 a?os, lo relataba as¨ª: "Es como aquella pel¨ªcula de Michael Douglas, Un d¨ªa de furia. Es un ejercicio f¨ªsico, una manera de canalizar la m¨²sica. Pero todo de buen rollo, ?eh?".
El instrumento del guitarrista sonaba como una sierra el¨¦ctrica
El que provoc¨® todo este caos fue Trent Reznor, estadounidense de 44 a?os, un tipo que ha vivido con una nube sobre su cabeza, enrabietado contra el mundo, obsesionado por el lado oscuro de la vida, afiliado a adicciones que ya dej¨® y con unos textos donde las letras derraman sangre.
Se hizo acompa?ar de un bater¨ªa de modales heavy, un bajista de pulsi¨®n pop y un guitarrista... Bueno s¨ª, el que le escoltaba a su izquierda con rastas colgaba sobre sus hombros un instrumento que parec¨ªa una guitarra (y lo era), pero sonaba como una sierra el¨¦ctrica. Todos tocaron tambi¨¦n los teclados. El concierto era especial, porque Reznor anuncia esta gira como el final de Nine Inch Nails. De hecho se llama Wave Goodbye Tour (La ola del adi¨®s tour). Las entradas se agotaron meses antes por un p¨²blico mayoritariamente treinta?ero. Y no eran cosa barata: 40 euros. Seguramente por ser una ocasi¨®n ¨²nica ofreci¨® un repertorio sin paliativos, con cl¨¢sicos acerados como The beginning of the end (con la que arranc¨®), Last, March of the pigs o Head like a hole... En todas ellas demostr¨® lo inteligente de su propuesta, esa especie de reconciliaci¨®n entre el rock y la m¨²sica electr¨®nica, pero tambi¨¦n el punk, el pop y hasta el funk.
Para el tramo final dej¨® la desgarradora Hurt, incumpliendo una de sus promesas. Tras escuchar la estremecedora versi¨®n que realiz¨® de ese tema Johnny Cash declar¨® que ya no volver¨ªa a interpretarla. "Nunca podr¨¦ superar la de Cash", se?al¨®. Pero anoche sonaron esos terribles versos: "Me hago da?o para ver si todav¨ªa siento/ Me concentro en el dolor, la ¨²nica cosa que es real". Turbador. Con el ¨²ltimo guitarrazo Reznor se despidi¨® con su camiseta sudad¨ªsima pegada a un pecho musculoso. "Y encima tiene un rollo sexual brutal", sentenci¨® una cuarentona. Y encima...
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