Las brumas del Gran Hermano

Cuando se sinti¨® enfermo George Orwell se puso en una isla al socaire de los vientos mundanos. Pero no busc¨® la c¨¢lida inocencia de los tr¨®picos, sino la h¨²meda desolaci¨®n de las brumas de Jura, en las H¨¦bridas Interiores. Era viudo, hab¨ªa adoptado un hijo y crey¨® que el lugar era un ambiente seguro y saludable para educarlo lejos de la miseria del Londres de posguerra. Habr¨ªa que a?adir que tras una agitada vida en Birmania, la Guerra Civil espa?ola, las minas de cobre de Wigan (Lancashire) y las cocinas de Par¨ªs, en donde trabaj¨® como friegaplatos, era incapaz de vivir sin explorar los l¨ªmites de la humana tolerancia. Al poco de llegar tecle¨® en su fiel Remington: "Era un d¨ªa fr¨ªo y ventoso de abril y un mill¨®n de relojes daban las trece". Cuando un a?o despu¨¦s, en 1948, termin¨® la que ser¨ªa su ¨²ltima novela (publicada en 1949), la titul¨® El ¨²ltimo hombre en Europa; pero a esa pesadilla totalitaria los editores la llamaron 1984. Al abandonar para siempre estas soledades borrascosas, Orwell ya ten¨ªa los pulmones corro¨ªdos por la tuberculosis que pocos meses despu¨¦s, el 21 de enero de 1950, a los 46 a?os, acabar¨ªa con ¨¦l.

Jura (pron¨²nciese d¨ªura) es el nombre de los venados en la lengua de los vikingos, y en estos 228 kil¨®metros cuadrados de tierra infatuada por la vanidad de seguir virgen pastan a su capricho m¨¢s de 5.000 ciervos rojos indiferentes a las acrobacias de las aves que decoran el cielo sobre este ¨¢mbito pelado de aderezos. Aunque a s¨®lo ocho kil¨®metros de la costa occidental de Escocia y a 80 de Glasgow, no es f¨¢cil llegar hasta esta isla de apenas 180 habitantes. Hay que atracar en la vecina de Islay y desde all¨ª, en cinco minutos, un peque?o ferry cruza el canal entre Port Askaig y Feolin, al sur de Jura. En Feolin no hay nada salvo el pregusto de una sensaci¨®n de desamparo y una furgoneta que en veinte minutos nos deja en Craighouse, el cogollo urbano de la isla. Son s¨®lo trece kil¨®metros, pero el viaje es lento porque reba?os de ovejas invaden la carretera, impasibles como budas. Craighouse es un refugio protegido de los vientos boreales por los Paps of Jura, dos monta?as con forma de pechos de giganta. Hay un hotel con pub, una tienda de ultramarinos, una gasolinera que abre un par de horas diarias, una iglesia y una destiler¨ªa fundada en 1810 que obtiene el agua del manantial llamado Market Loach.

El camino y el amigo

A 46 kil¨®metros al norte est¨¢ la casa de Orwell en los acantilados. La ¨²nica carretera, estrecha, sinuosa y a merced de los ciervos, termina doce kil¨®metros antes de llegar; pero como dicen por aqu¨ª, "nunca es largo el camino hasta la casa de un amigo". Mike Richardson, gu¨ªa local, pescador a ratos y farero, tiene un 4¡Á4 adecuado para la senda de cuarcita y pedregales. Explica el cicerone que Jura es la m¨¢s cimarrona de las salvajes H¨¦bridas y que los bosques, las sendas y los montes est¨¢n llenos de trasgos. Tambi¨¦n de mitos y leyendas, de sanguinarios clanes feudales cuyo eco pervive en una toponimia delirante: Campo de la Disputa, Cueva del H¨¦roe del Bien o Valle del Infortunio. Orwell se mov¨ªa en moto por estas bre?as ariscas, a pesar de que su m¨¦dico se lo ten¨ªa prohibido porque el traqueteo podr¨ªa producirle hemorragias pulmonares. No le hizo ning¨²n caso.

Al final de la colina, perdida entre el esplendor de la hierba y abismada en la gloria de los cantiles, aparece una casa de dos pisos, blancas las paredes y oscura pizarra en el tejado: es Barnhill, la casa del fin del mundo en la que se refugi¨® Orwell para que nada lo distrajera en la concepci¨®n de una distop¨ªa en la que el omnipresente Gran Hermano, la ubicua polic¨ªa del pensamiento y la dictadura de la neolengua dibujaban el infierno en la Tierra. Emboscado en la niebla, Orwell experimentaba la arrogancia del absoluto aislamiento y la calma para urdir su fabulaci¨®n totalitaria. Como el d¨ªa es claro puedo ver el chisporroteo de los barcos del Classic Malt Cruise que todos los a?os por el mes de julio surcan las H¨¦bridas Interiores de destiler¨ªa en destiler¨ªa.

Jamie Fletcher y su mujer Demaris son los due?os actuales de Barnhill. Conservan algunas fotograf¨ªas enmarcadas del escritor. Su habitaci¨®n en el primer piso ya no huele a su tabaco negro de liar, pero en el techo, sobre el que fue su escritorio, a¨²n puede verse la mancha amarilla formada por sus persistentes volutas de humo. Entre cuartilla y cuartilla, ¨¦stos eran los ritos del escritor: pescar langostas con nasas, cazar conejos, pasear, cuidar el huerto.

A cinco kil¨®metros de Barnhill, en el canal entre Jura y la isla de Scarba, puede verse el Corryvreckan Whirpool, el tercer remolino m¨¢s grande del mundo. Graham Moss, un lobo de mar, a bordo del Chantilly me lleva por estos mares de focas, delfines y tiburones peregrinos. El capit¨¢n reh¨²sa acercarse al golfo de Corryvreckan invocando la prudencia para dejarme con las ganas. Alega que un d¨ªa de verano Orwell naufrag¨® por temerario en esas aguas turbulentas. De no ser por un pesquero que lo rescat¨® se habr¨ªa quitado para siempre del tabaco y de los haggis, su plato favorito de v¨ªsceras, cebollas y avena cocidas dentro del est¨®mago de una oveja.

De vuelta a Craighouse, miro el mar y bebo un whisky de turba de 16 a?os con destellos de ¨¢mbar, un aroma salobre y un regusto a madera de roble y gasolina. Acaba gust¨¢ndome tanto como esta isla narcisista de su propia desolaci¨®n. Abro mi ejemplar de 1984, leo la ¨²ltima frase: "Hab¨ªa vencido sobre s¨ª mismo. Amaba al Gran Hermano". Naturaleza, whisky y cultura combinan bien.

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