Menonitas. Desconectados del mundo
A unos 15 kil¨®metros de la peque?a ciudad de Charagua, en el sureste de Bolivia, una estrecha carretera de tierra llena de baches conduce a un mundo que vive en el pasado. Se parece al de los conocidos amish, con quienes comparten ra¨ªces pero mantienen diferencias (como las relativas al uso de la tecnolog¨ªa, respecto al cual los amish suelen ser m¨¢s restrictivos). Este universo aislado se llama colonia Pinondi. Tiene casi 3.000 habitantes. Es uno de los 50 asentamientos menonitas del pa¨ªs.
Una cuadr¨ªcula de caminos, tambi¨¦n sin asfaltar, sirve para desplazarse dentro de ese mundo. Pero no en autom¨®vil, sino en unas peque?as carrozas tiradas por caballos llamadas buggies. Cada pocos metros aparece una casa. Todas tienen paredes de ladrillo y tejado de calamina ondulada. Est¨¢n habitadas por personas cuyo aspecto f¨ªsico contrasta fuertemente con el de los bolivianos. Los menonitas son muy altos, tienen rasgos angulosos y -casi todos- pelo rubio y ojos azules. Los hombres se visten con overol o mono de granjero y sombrero de cowboy; las mujeres, con vestidos largos estampados con motivos florales y un gran sombrero blanco. Ni?os y ni?as son copias en miniatura de los adultos. Todos tienen nombres b¨ªblicos.
Todo lo nuevo es malo para los Ministros. No dejan libertad
No han escuchado hablar de Michael Jackson, Madonna o Messi. Ni siquiera los m¨¢s j¨®venes
Los menonitas deben ir por el camino angosto. En bolivia hay unas 50 colonias de entre 1.000 y 6.000 habitantes
HACE TRES A?OS,Jacob Teichroeb dirig¨ªa una de las tres mayores queser¨ªas de esta colonia. Su padre, el due?o del negocio, estaba planeando instalar una maquinaria nueva para producir mozzarella. El proyecto se vio frustrado. "Los ministros vinieron diciendo que ser¨ªa malo para la religi¨®n", explica Jacob, de 32 a?os. "Son muy cerrados. Los ministros piensan que todo lo nuevo es malo, y no dejan libertad a la gente. Mi padre tuvo que abandonar sus intenciones. Si no, lo hubieran expulsado. El progreso es un monstruo a ojos de los viejos".
Esta tendencia a evitar el progreso es una de las caracter¨ªsticas de los menonitas. Sin tel¨¦fono, ni televisi¨®n, ni Internet, se mantienen desconectados del mundo, "fuente de tentaciones". Surgieron en el siglo XVI como grupo cristiano anabaptista de origen germ¨¢nico. Perseguidos en sus tierras de origen, establecieron colonias en los pa¨ªses que les permit¨ªan conservar su forma de vida. Procedentes de asentamientos de Paraguay, M¨¦xico y Canad¨¢, comenzaron a llegar en 1954 a Bolivia, donde se encuentran algunas de las comunidades m¨¢s aisladas. El medio centenar de colonias del pa¨ªs, de entre 1.000 y 6.000 habitantes cada una, se reparten por los departamentos de Santa Cruz, Beni y Tarija.
Seg¨²n la Conferencia Mundial Menonita, sus fieles se encuentran en m¨¢s de 60 pa¨ªses. Los hay completamente integrados en la sociedad moderna, sobre todo en los pa¨ªses del Primer Mundo (en Espa?a han surgido ocho iglesias en los ¨²ltimos 40 a?os). Los m¨¢s conservadores se llaman Old Colony. Viven en el continente americano y pueden llegar a ser m¨¢s tradicionales que algunos amish.
La colonia Pinondi, como todas las de Bolivia, es una de estas comunidades Old Colony. Entre los pilares de su econom¨ªa est¨¢n la agricultura, destacando la producci¨®n de soja, y la ganader¨ªa bovina, especialmente dedicada a la obtenci¨®n de leche para su producto estrella: el queso. En la queser¨ªa de Jacob no se para. "Aqu¨ª recibimos la leche de cuatro campos. Unos 6.000 litros diarios. Compro la leche a 1,20 bolivianos y vendo el kilo de queso a 12 bolivianos (1,20 euros). Como necesito 9,3 litros de leche para hacer un kilo de queso y tengo seis empleados... ?Vivo de las p¨¦rdidas! Subsistimos porque formamos una cooperativa con el almac¨¦n, que tambi¨¦n es de mi padre. Pagamos con productos. As¨ª ocurre en casi todas la colonias".
ESTOS ALMACENES son peque?as tiendas que ofrecen alimentos, telas y recambios para maquinaria. Lo justo para no tener que ir a la ciudad. "Vendemos el queso a los bolivianos. Ellos entran con camiones para llev¨¢rselo a Tarija y a Santa Cruz", prosigue Jacob. "Tienen que venir a la colonia con frecuencia, ya que, al estar hecho con leche fresca, el queso no dura mucho. Nos gustar¨ªa montar una pasteurizadora, pero tampoco nos dejan los ministros".
-?No se cansa de esta falta de libertad?
-?Claro! He pensando en marcharme a una colonia m¨¢s permisiva, pero es complicado. Tendr¨ªa que buscar una casa all¨ª, un trabajo... Adem¨¢s, mis padres y hermanos est¨¢n aqu¨ª. Reconozco que todas estas normas ponen freno a nuestro trabajo. ?Ha visto los tractores de la colonia? ?Est¨¢ prohibido poner neum¨¢ticos de goma! Tenemos ruedas de hierro que s¨®lo aplastan la tierra y consumen mucho m¨¢s gas¨®leo.
"Lo de las ruedas de hierro en los tractores tiene un motivo", argumenta Jacob Wiebe, obispo menonita de la colonia de Nueva Esperanza (al este de Santa Cruz). "Con la llanta de fierro no se puede correr. S¨®lo sirve para trabajar. Si ponemos goma los j¨®venes correr¨¢n. Ya pasa en otras colonias donde est¨¢ permitido. Adem¨¢s, pueden ir a la ciudad. Y nosotros no queremos poner facilidades para que eso ocurra".
-Podr¨ªan ir a la ciudad en el buggy...
-El buggy no alcanza. La ciudad est¨¢ demasiado lejos y el caballo se cansa.
El obispo constituye aqu¨ª la m¨¢xima autoridad. Hay uno por cada colonia, con ministros repartidos por los diferentes campos. Su funci¨®n es cuidar de que los menonitas vayan "por el camino angosto". Sus cargos son vitalicios. Son elegidos tras muchos d¨ªas de oraci¨®n, esperando a que el Esp¨ªritu Santo ilumine la decisi¨®n. S¨®lo son elegibles los hombres bautizados, casados y con hijos que hayan demostrado cualidades especiales como padres. Aseguran no recibir remuneraci¨®n alguna. "De eso se encargar¨¢ el de arriba despu¨¦s", explica el obispo Jacob Wiebe. "Nuestra religi¨®n es as¨ª. Queremos ser atrasados para no ser orgullosos. S¨®lo gastamos electricidad de generador para trabajar". A sus cerca de 60 a?os, la austeridad de Jacob queda patente en su ra¨ªdo overol de granjero.
NO HAN ESCUCHADOhablar de personajes como Michael Jackson, Madonna, Messi o Maradona. Ni siquiera los m¨¢s j¨®venes. "La m¨²sica tambi¨¦n est¨¢ prohibida", proclama Peter Groening, uno de los ministros de la colonia Nueva Esperanza. "Aturde el esp¨ªritu, lo mismo que el alcohol. Es m¨¢s peligroso en los j¨®venes, que sienten curiosidad por todo. A veces hemos tenido problemas con drogas. Eso es mucho m¨¢s grave".
Muchos menonitas no s¨®lo ven razonables todas estas limitaciones, sino que intentan buscarlas. Un alto porcentaje de los que residen en Bolivia proceden de colonias extranjeras donde las costumbres se han relajado. Que este pa¨ªs tenga el menor ¨ªndice de desarrollo humano (IDH) de Suram¨¦rica y una renta per c¨¢pita, seg¨²n el Fondo Monetario Internacional, de poco m¨¢s de 1.700 d¨®lares puede representar para algunos m¨¢s una ventaja que un inconveniente. Es el caso de Isaac Banman y de su esposa, Susana. Hoy viven en Durango, una colonia de unos 3.000 habitantes. "Llegamos de una colonia de Paraguay. Muchos tienen all¨ª camionetas y motos. Algunos se emborrachan. A veces, se matan en accidentes. Nos trasladamos a Bolivia para criar a nuestros hijos porque aqu¨ª todav¨ªa todo est¨¢ muy pobre y atrasado. Es mejor as¨ª".
Isaac, de 46 a?os, y Susana, de 41, tienen 12 hijos: ocho chicos y cuatro chicas. No forman una familia especialmente numerosa entre los menonitas, donde existen matrimonios con hasta veinte hijos. Su casa es amplia, pero austera. Hay pocos muebles y son muy sencillos. A la hora de la cena se re¨²nen todos en torno a una gran mesa levemente iluminada por farolillos de queroseno. Antes de comer se bendice la mesa en silencio, con la cabeza gacha y las manos juntas sobre el regazo. La relaci¨®n con Dios es siempre ¨ªntima. Los ni?os se ir¨¢n despu¨¦s a dormir los primeros.
Hacia las seis y media de la ma?ana los caminos se llenan de ni?os rumbo a la escuela. En Swift Current, colonia de 2.500 habitantes situada a unos 45 kil¨®metros de Santa Cruz de la Sierra, los alumnos esperan al profesor jugando en el patio. Las risas se escuchan desde mucha distancia ante el silencio que preside el paisaje. El profesor Frans Peters, de 42 a?os, llega en su buggy. Abre las puertas para que entren los alumnos. Ellos, por una puerta, y ellas, por otra. Todos en pie, entonan una serie de cantos religiosos en lengua plattd¨¹¨¹tch, un dialecto antiguo del alem¨¢n medieval por el que se comunican los menonitas.
Normalmente, s¨®lo los hombres son capaces de hablar en espa?ol. Lo aprenden al hacer negocios con los bolivianos. Frans explica lo que dicen los ni?os de su clase esta ma?ana. Uno ha preguntado: "?C¨®mo es la cosa cuando un hombre tiene dos mujeres?". Todos contestan: "Esto est¨¢ mal porque Dios quiere que cada hombre tenga una sola mujer". Frans asegura que cuando sean mayores, estos ni?os no ir¨¢n a la universidad. Su aprendizaje se centrar¨¢ en el estudio de la Biblia y aritm¨¦tica b¨¢sica. "Los menonitas estudiamos lo justito para hacer la vida en la granja. Si los j¨®venes saben mucho, igual quieren marcharse". En estas sociedades patriarcales, los varones est¨¢n destinados a ocupar todos los cargos dirigentes. Pr¨¢cticamente todas las mujeres se dedican a tareas de la casa y a cuidar de su numerosa prole.
SIEMPRE PREOCUPADOSpor mantenerse separados del mundo, los menonitas se enfrentan ahora a una amenaza que por primera vez viene de dentro. La polic¨ªa boliviana detuvo el pasado mes de junio a ocho miembros de Manitoba, colonia de algo m¨¢s de 2.000 habitantes situada a unos 150 kil¨®metros de Santa Cruz de la Sierra, por haber violado presuntamente a 100 mujeres de su propia comunidad. Seg¨²n el rotativo cruce?o El Deber, el fiscal del caso asegur¨® que "los acusados aprovechaban la oscuridad de la noche para aproximarse a las viviendas de los comunitarios y echar un spray narcotizante por las ventanas y puertas, durmiendo as¨ª a los ocupantes. Posteriormente, violaban a las mujeres en estado de inconsciencia". Las mujeres violadas declararon al fiscal que, cuando amanec¨ªan sin ropa interior, pensaban que hab¨ªan sido violadas por el demonio. Al poco tiempo de conocerse estos hechos se descubri¨® otro caso similar en la colonia Riva Palacios, donde varias familias acusan a un vecino de haber abusado sexualmente de 24 mujeres.
Al margen de esc¨¢ndalos, los menonitas de Bolivia luchan por mantener sus rutinas. Los sue?os y esperanzas suelen centrarse en cosas muy sencillas. En el deseo de que todo siga igual, que las cosechas sean buenas y que puedan conservar su aislamiento. Los feligreses siguen la misa del domingo en la iglesia de la colonia Pinondi. Unas gotas tamborilean sobre el techo. Cuando la lluvia aprieta, los hombres salen corriendo a cubrir con pl¨¢stico los asientos de los buggies aparcados junto a la puerta. Hay miradas sonrientes. El ministro sigue con la ceremonia. No llov¨ªa casi nada desde cinco meses atr¨¢s. Los campos estaban demasiado secos. Todos respiran aliviados: "Este a?o la cosecha se salvar¨¢". Y con ella, ese universo herm¨¦tico a 15 kil¨®metros de la peque?a ciudad de Charagua donde todos se esfuerzan por seguir "el camino angosto".
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