EL HIMNO DE LA FLOJERA
Siempre pasa igual. Cuando llega el verano, inevitablemente trae consigo un inquietante regalo ac¨²stico, la canci¨®n del verano. Eso que se ha convertido ya en una especie de carrera por parte de algunos artistas para ver qui¨¦n se hace con el dudoso cetro y retro honor de componer la canci¨®n m¨¢s pegadiza de estos calurosos meses del a?o. Deber¨ªa ser al rev¨¦s, con la cal¨® que hace, deber¨ªan ser las canciones m¨¢s despegadizas las que triunfaran, pero ya se sabe la fascinaci¨®n del hombre por llevarse la contraria a s¨ª mismo. A pesar de todo, de todas formas y siendo justos, hay canciones del verano y canciones del verano.
Me hab¨ªa propuesto ser exclusivamente, exhaustivamente positivo en estos art¨ªculos veraniegos, pero es que hay cosas que... ?recuerdan que les habl¨¦ de los chiringuitos pringosos de canciones estivales? Bueno pues me refer¨ªa a ese tipo de canci¨®n de simplona presencia, de vac¨ªo existir, de ausente contenido... no puedo aliarme al optimismo y la complicidad para con ellas y que conste que quisiera romper una lanza por la canci¨®n en cuesti¨®n, pero no puedo y es que hay cosas que... bueno, vale, aun as¨ª lo intento. La canci¨®n del verano por muy descorazonadoramente absurda que sea, finalmente s¨®lo es m¨²sica y en los tiempos del grito y el insulto, del aspaviento sonoro y ofensivo, de la ausencia de armon¨ªa vital entre los seres humanos, en el tiempo de la prisa y la risotada f¨¢cil... hasta un rebuzno suena a gloria, ?ven?... no consigo que suene a piropo. Lo intento, lo invento... Quisiera romper una lanza por este tipo de canci¨®n del verano, pero es que hay cosas que...
Para m¨ª este tipo de canci¨®n, que me perdonen los creadores de esta modalidad sonora y con todo el respeto que me merece cualquiera que junte notas, acordes y palabras, es como el himno de la flojera, es el himno de la ausencia de compromiso, la negaci¨®n del esfuerzo m¨ªnimo intelectual, el regocijo de lo f¨¢cil y cuando las escucho me producen una soledad inmensa y me aplasta en el lugar que est¨¦ mientras una parte de m¨ª se enciende de rabia y la otra se r¨ªe jocosamente de la cara que se me ha quedado... porque (y ahora ¨²nanse a mi) reconozcamos todos juntos que a pesar de los pesares todos terminamos bailando este himno demoniaco mas tarde o m¨¢s temprano... de manera furtiva, s¨ª, t¨ªmidamente, inconscientemente, reticentemente... pero lo bailamos para m¨¢s tarde, en el silencio de nuestros silencios, en el pudoroso encuentro con nuestros espejos, reproch¨¢rnoslo amargamente o simplemente intentar olvidar que lo hicimos... o eso creemos, porque una vez que sucumbes a la tentaci¨®n de moverte al ritmo de este veneno sonoro, tu vida cambia y tu integridad se ve debilitada para siempre.... En el fondo la canci¨®n del verano es tierra de vedette que en nuestro medio art¨ªstico y familiar, laboral y pol¨ªtico abundan y redundan.
Pero tambi¨¦n, para orgullo de la profesi¨®n, est¨¢n las otras canciones del verano, las que nunca olvidaremos (al menos dos de nosotros,) las que te acompa?an durante los atardeceres y los amaneceres de interior, las que tienen las manos suaves y la mirada eterna, las que se curten en los sentimientos m¨¢s nobles y no renuncian a su dosis de oto?o... y ¨¦sas son las canciones del verano que a m¨ª me tocan sutil, pero uniformemente, firmemente, las que dejaron tatuados un nombre o un lugar en el m¨²sculo del alma.
Que calor m¨¢s grande... hey tu! El del lala y el boom boom, ¨¦chate pa'all¨¢ y lee pa'ti, no todo lo que se te ocurra me lo tienes que contar. Con tanto ruido apenas puedo escuchar el batir de las olas, la leve voz del viento en las hojas de los ¨¢rboles... el murmullo del silencio.... hagan la prueba y escuchen a Camar¨®n a la orilla del mar, escuchen a Paco de Lucia, escuchen a Bob Dylan o a Serrat, escuchen cualquier joya de estos joyeros del sentido auditivo que abundan y endulzan y luego intenten escuchar cualquier canci¨®n del verano premiada, pringada y reconocida, ver¨¢n c¨®mo les entra un calor que con nada se quita... ?otra vez?... se?ora, de verdad, no insista, no voy a bailar con usted... esta musiquita... Y ya ver¨¢n como terminamos bail¨¢ndola...
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.