Tu vida digital viaja del disco duro a la Red
Nuestro bagaje cultural estar¨¢ disponible en cualquier terminal - Los expertos alertan sobre los riesgos de intimidad y propiedad
El usuario se conecta a la Red y comienza sus tareas cotidianas. Escribe la presentaci¨®n de su nuevo proyecto laboral en Google Docs, edita las fotograf¨ªas de su viaje a Nueva York en Picasa y sube un v¨ªdeo familiar a YouTube. Luego escucha sus temas favoritos de Franz Ferdinand en Spotify y disfruta de los nuevos episodios de Anatom¨ªa de Grey en Seriesyonkis. Adem¨¢s, sube su colecci¨®n de pel¨ªculas y series a un almac¨¦n virtual como Rapidshare o Megaupload para aligerar el disco duro y poder compartirlas.
Todo lo ha hecho online, gratis y sin necesidad de descargarse nada en su terminal (Spotify s¨®lo requiere bajar el buscador). Da igual d¨®nde est¨¦: en el trabajo, en casa o en un hotel. S¨®lo necesita una conexi¨®n: en la web se ejecuta y en la web se queda.
Un mayor ancho de banda favorece la migraci¨®n de usos a Internet
El riesgo es que 'la nube' acumula datos de sus usuarios, alertan los expertos
"?Qui¨¦n es el due?o de lo que se crea en el nuevo entorno?", plantea un ensayista
El 'cloud' reduce costes de licencias y mantenimiento y aumenta la eficacia
Quiz¨¢ sin saberlo, el usuario est¨¢ movi¨¦ndose en la nube (cloud, en ingl¨¦s), que es como ya se conoce al territorio virtual formado por todo aquel software y aplicaciones que funcionan desde fuera del ordenador, ya sea fijo, port¨¢til o un tel¨¦fono m¨®vil. Est¨¢n alojados en servidores ubicados en alg¨²n lugar indeterminado pero son accesibles desde todas partes. El terminal se convierte as¨ª en un simple medio para enchufarse a esa nube de computaci¨®n.
Gracias en parte a la difusi¨®n de un mayor ancho de banda y mejores conexiones inal¨¢mbricas (wifi), la nube es el ¨¢mbito en el que se desarrollan la mayor¨ªa de las actividades cotidianas ante una pantalla. De hecho, un 69% de los usuarios de Internet ha almacenado informaci¨®n en la Red o ha empleado alguna aplicaci¨®n de software online, seg¨²n un estudio de 2008 del Pew Internet & American Life Project.
Algunos expertos vaticinan un futuro en el que pr¨¢cticamente todos nuestros objetos personales (fotograf¨ªas, v¨ªdeos) y culturales (pel¨ªculas, discos...) estar¨¢n en la nube, es decir, en un entramado de servidores cuya ubicaci¨®n ignoramos. As¨ª, en teor¨ªa, nuestras pertenencias digitales estar¨¢n disponibles en todo momento a trav¨¦s de cualquier dispositivo con acceso a la Red. La contrapartida, seg¨²n alertan otros, es la dependencia de la conectividad, el riesgo de perder privacidad y la inc¨®gnita sobre c¨®mo puede modificar el consumo cultural.
El ¨¦xito de la nube radica en la facilidad y comodidad para manejar sus servicios. "Los creadores de aplicaciones online compiten para hacer sus programas divertidos y f¨¢ciles de usar", dice el experto en tecnolog¨ªas de la informaci¨®n Nicholas G. Carr, autor del ensayo The Big Switch (El gran interruptor), en el que pronostica que el impacto de la migraci¨®n de la tecnolog¨ªa a la nube ser¨¢ similar a la llegada del suministro el¨¦ctrico. "Las aplicaciones empresariales tradicionales, en cambio, tienden a ser dise?adas para realizar con eficacia un tipo de tarea determinado, sin considerar la facilidad de uso. Adem¨¢s, est¨¢ en abierto en Internet sin las restricciones de las redes y sistemas de las compa?¨ªas".
La computaci¨®n en nube (o cloud computing) es un t¨¦rmino que originalmente alud¨ªa s¨®lo al modo de coordinar varios ordenadores para mejorar la eficacia de su capacidad de computaci¨®n, seg¨²n recuerda David de Ugarte, economista y cofundador de la consultora de nuevas tecnolog¨ªas la Sociedad de las Indias Electr¨®nicas. Ahora su sentido se ha ampliado y se aplica tambi¨¦n al modo de gestionar la informaci¨®n digital impulsada por los usuarios; un nuevo entorno que ha acentuado los cambios nacidos con la digitalizaci¨®n. "Los contenidos dejan de ser tangibles en un soporte f¨ªsico y se consumen directamente online", se?ala Fernando Garrido, especialista en sociolog¨ªa del Observatorio para la Cibersociedad. "Las nuevas pantallas (m¨®vil, port¨¢til...) abren un universo de momentos de consumo. El cambio es radical".
Y ya est¨¢ transformando los h¨¢bitos de visionado, escucha y lectura, advierte Carr. "La Red est¨¢ dise?ada para estimular el consumo r¨¢pido de peque?as piezas de informaci¨®n, y nosotros amoldamos nuestros h¨¢bitos a la web. Libros, discos y v¨ªdeos se fragmentan en porciones".
Algunos ejemplos. El visionado de series y pel¨ªculas en streaming (sin necesidad de descargarlos en el disco duro) aumenta r¨¢pidamente frente a las descargas P2P (Par a par). Casi la mitad de los internautas espa?oles, el 47,8%, utilizaron esta f¨®rmula (en webs como Seriesyonkis) para ver pel¨ªculas y series en el ¨²ltimo a?o, por delante del 37,3% que las descarga mediante programas de intercambio de archivos, seg¨²n el informe eEspa?a 2009, de la Fundaci¨®n Orange. En la m¨²sica, sin embargo, siguen por delante las descargas, con un 42%, frente al 38,5% que escuch¨® m¨²sica directamente en l¨ªnea.
Respecto al libro hay divisi¨®n. Unos apuestan por el triunfo amplio del formato electr¨®nico -como Carr- y otros por la coexistencia. "Lleva con nosotros 500 a?os. En torno a ¨¦l hemos construido nuestra sociedad y nuestra forma de pensar", sostiene Garrido. "Es dif¨ªcil que un eBook lo sustituya; puede reubicarlo". Y es probable que cada uno se especialice: el formato digital para los textos acad¨¦micos, documentos, y el tradicional, para la literatura y el entretenimiento.
Surge en conjunto un nuevo tipo de consumo cultural abundante, fragmentario y, sobre todo, inmediato. Se acaba la escasez y se quiebra el v¨ªnculo con el soporte f¨ªsico. Es un cambio de paradigma: "Los dispositivos pasan de ser elemento central a ser medio para el acceso", subraya el psic¨®logo Roberto Balaguer, especializado en el impacto social de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n. "Pasan de funcionar como continentes a actuar como enganches en la nube, donde suceden las cosas y donde habitan los j¨®venes".
Un nuevo entorno que el jefe de arquitectura de software de Microsoft, Ray Ozzie, ha definido as¨ª en The Economist: [el cloud har¨¢ posible] "un medio en el que todos tus dispositivos se unir¨¢n, gestionados a trav¨¦s de la web como un todo". En esa direcci¨®n va el nuevo proyecto de Google para septiembre: Google Wave, un ambicioso servicio que aunar¨¢ email, chat, wiki, procesadores de textos, mapas, v¨ªdeos y fotograf¨ªas, adem¨¢s de red social y permitir¨¢ trabajar en grupo.
"El problema es que as¨ª Google puede convertirse en un Internet alternativo, y el usuario, en casi un empleado", alerta De Ugarte, que considera el Wave como "la gran trampa de ratones de nuestra intimidad".
Que toda la informaci¨®n personal y las creaciones propias (textuales, fotogr¨¢ficas, etc¨¦tera) est¨¦n alojadas en un espacio virtual fuera del control del usuario plantea dudas importantes, seg¨²n algunos expertos. Las primeras ata?en a la conectividad (sin conexi¨®n no sirve) y a la privacidad. A diferencia del soporte material, "los productos en la nube identifican perfectamente a sus usuarios, frecuencia de consulta, etc¨¦tera", advierte Jos¨¦ Antonio Mill¨¢n, ensayista y autor de Manual de urbanidad y buenas maneras en la red. "Estos datos, sometidos a cl¨¢usulas de privacidad engorrosas o cambiantes, pueden tener una f¨¢cil explotaci¨®n, en el mejor de los casos s¨®lo publicitaria".
Una alerta con la que coincide De Ugarte. "La cuesti¨®n es determinar qui¨¦n tiene la soberan¨ªa de los datos. Si uso la nube de Google, ¨¦sta controla tambi¨¦n mis datos". As¨ª, a?ade, puede rastrear todo lo que el usuario guarda en sus aplicaciones y cruzarlo con sus consultas e incluso su historial crediticio. "Puede usarlos, por ejemplo, para colocarte anuncios en tu cuenta de Gmail seg¨²n tu capacidad adquisitiva".
Se trata de una desprotecci¨®n a la que son principalmente vulnerables los j¨®venes, los nativos digitales, que han crecido casi acunados en la Red. "Los j¨®venes ya no se conectan a Internet y ya no lo viven como algo ajeno o separado del mundo f¨ªsico", sostiene Garrido, del Observatorio para la Cibersociedad. "Ellos est¨¢n en Internet, en su nube, de forma permanente". Por eso precisamente -contin¨²a- su sentido de la privacidad se ha transformado radicalmente. "No identifican el valor de mantener determinada informaci¨®n en privado". De hecho, m¨¢s de la mitad de los j¨®venes de entre 15 y 25 a?os han compartido datos personales con desconocidos a trav¨¦s de la Red, seg¨²n un estudio de la Universidad Rey Juan Carlos.
La otra gran duda se refiere a la propiedad de las creaciones del usuario, ya sean wikis, textos en Google Docs, fotograf¨ªas en Picasa o v¨ªdeos grabados con el m¨®vil y subidos a Qik. "El usuario puede encontrarse un buen d¨ªa con que el fruto de su trabajo ha desaparecido, o que aparece bajo cl¨¢usulas de reutilizaci¨®n inaceptables", avisa Mill¨¢n. "Proyectos enteros did¨¢cticos, de investigaci¨®n, etc¨¦tera, pueden perderse. No deber¨ªa ser admisible ning¨²n sistema de creaci¨®n de materiales en la nube que no cuente como m¨ªnimo con la posibilidad de crear una copia de respaldo en el ordenador".
De lo que no parece haber dudas es de las posibilidades de negocio de la nube. Google es la gran valedora de la computaci¨®n online y ya se ha lanzado a la conquista de este entorno. Su gran apuesta es el sistema operativo Chrome Os, dise?ado para trabajar en la nube. Est¨¢ pensado para netbooks (ultraport¨¢tiles), ser¨¢ de c¨®digo abierto basado en Linux y se descargar¨¢ gratis desde la Red. "Queremos que sea r¨¢pido y ligero, que se ponga en marcha y te conecte a Internet en segundos. La interfaz ser¨¢ basica porque la mayor parte de la actividad se desarrolla en la web", seg¨²n el blog de Google. Chrome OS llegar¨¢ en 2010.
Microsoft, rey de los sistemas operativos preinstalados en los terminales (algo as¨ª como lo opuesto a la nube), ya ha respondido. A partir de 2010 ofrecer¨¢ gratis en Internet versiones sencillas del programa Office para netbooks. Incluir¨¢n el procesador de textos (Word), la hoja de c¨¢lculo (Excel), las presentaciones (PowerPoint) y el reconocimiento de texto (OneNote). Se financiar¨¢ con anuncios, como hace Google.
El panorama m¨¢s probable es que la nube coexista con copias del material m¨¢s sensible en el disco duro, seg¨²n observa Nicholas Carr. "Creo que almacenaremos la mayor¨ªa de nuestros bienes culturales e informativos en centros de datos distantes y gestionados por compa?¨ªas como Google, aunque probablemente conservaremos copias de algunos de ellos en nuestros dispositivos". Otros consideran que la eficacia de los programas fijos para el escritorio es a¨²n imbatible, como asegura Paul Boutin en Slate. Lo bueno de ¨¦stas, se?ala, es que uno puede desconectarse de Internet y trabajar tranquilamente solo durante unas horas.
El cloud tambi¨¦n ofrece facilidades en la gesti¨®n de los centros de datos de las empresas. Google cuenta con el servicio Google Apps (que incluye chat, email, procesador de textos o gestor de webs) dise?ado para entornos laborales. "Tras triunfar entre los usuarios, el cloud tendr¨¢ m¨¢s impacto en las empresas", augura Carlos Gracia Armend¨¢riz, director de Google Enterprise para Espa?a y Portugal. El cloud, a?ade, permite mejorar la eficacia de la gesti¨®n de datos; como el filtrado de spam, por ejemplo.
Otras compa?¨ªas, como Amazon, venden parte de su nube (su red de servidores coordinados para trabajar como un gran ordenador), que se puede emplear como almacenaje o como capacidad de computaci¨®n. "Es un servicio muy ¨²til para start-ups [peque?as empresas nuevas], que as¨ª no tienen que comprar servidores; s¨®lo alquilan la computaci¨®n", explica Diego Mari?o, cofundador de la compa?¨ªa Abiquo e impulsor del software libre para construir nubes. El cloud, entendido en su sentido original, permite "homogeneizar el tiempo y potencia de computaci¨®n y convierte la inform¨¢tica en un servicio commodity", como la limpieza o la electricidad, a?ade De Ugarte.
Y el modo de trabajar en grupo con la nube abre posibilidades a las empresas, seg¨²n Carr. "La colaboraci¨®n est¨¢ en el centro del negocio, pero est¨¢ constre?ida por las aplicaciones tradicionales de las compa?¨ªas, que tienden a funcionar aisladas, restringidas a un usuario o una empresa".
Un ejemplo: "Si quieres compartir un documento en un procesador de textos, con Word tienes que adjuntar el archivo a un email y enviarlo a varias personas y luego encargarte de editar cada uno", explica. "Con un procesador de textos online, como Google Docs, todos pueden trabajar en el mismo documento en l¨ªnea. La gran ventaja de las aplicaciones online para los negocios, adem¨¢s de reducir los costes de licencias y mantenimiento, es hacer la colaboraci¨®n m¨¢s sencilla".
En cualquier caso, la desmaterializaci¨®n de los bienes culturales y personales parece irreversible. "Habr¨¢ nube y almacenamiento local de bienes digitales", prev¨¦ Carr, "pero no creo que lo s¨®lido tenga mucho futuro".
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