EN MEDIO DE NINGUNA PARTE
Zuu El monasterio m¨¢s antiguo de Mongolia se erige sobre las cenizas de la capital del viejo imperio. Como otros templos, lucha por recuperar la tradici¨®n budista, aniquilada tras a?os de dominio ruso
El ¨¢guila clava los ojos en el viajero. El animal, de dimensiones descomunales, reposa sobre un tronco a las afueras del monasterio de Erdene Zuu a la espera del valiente que se atreva a posar en su brazo esas garras del tama?o de un bal¨®n de f¨²tbol. No hay candidatos para retratarse con ella y su due?a mata el tiempo mandando mensajes por el m¨®vil.
Estamos en un valle en el coraz¨®n de Mongolia donde el concepto en medio de ninguna parte adquiere todo su significado. Bajo esta hierba verde intenso que ahora pisa el viajero se levant¨® una vez Karakorum, la primera capital del temido imperio mongol. De ella no queda ni un triste recuerdo, asolada una y otra vez por los enemigos de los crueles mongoles. Bueno, algo s¨ª queda: dos rocas con forma de tortuga que un d¨ªa delimitaron las fronteras de la ciudad, el centro neur¨¢lgico de un imperio creado de la nada por el joven jefe de una tribu n¨®mada. Ghengis Khan (el Pr¨ªncipe universal) mira ahora al mundo desde la etiqueta del vodka m¨¢s popular del pa¨ªs. Tiene cara de pocos amigos. No esper¨¢bamos menos del hombre que a los 13 a?os asesin¨® a su hermanastro por robarle un pescado.
Todos los monjes mayores de 10 a?os fueron asesinados o deportados a Siberia
El ¨¢guila, dec¨ªamos, est¨¢ estrat¨¦gicamente situada frente a la entrada del monasterio m¨¢s antiguo de Mongolia: Erdene Zuu. Lo rodea un muro con 108 estupas que asoma como una mole en medio de la estepa. Dentro, hay templos y bancos donde pasar el rato. Sobre uno de ellos, tres hombres con la piel curtida por un clima inclemente sonr¨ªen al extra?o. ?De verdad sus antecesores dispararon flechas mortales sobre millones de personas? Aunque es agosto, el fr¨ªo pela y los hombres visten gruesos del, el abrigo tradicional. Uno de ellos le echa el ojo en la chaqueta de gore-tex del viajero y hace un gesto con la cabeza. Buen intento, pero no est¨¢ a la venta.
El Erdene Zuu que hoy vemos no es la sombra de lo que fue. El monasterio, que empez¨® a construirse en el siglo XVI, lleg¨® a albergar 60 templos en los que viv¨ªan mil monjes. En 1937, con el pa¨ªs ya bajo f¨¦rreo control sovi¨¦tico, Stalin lanz¨® sus purgas que acabaron con unos 17.000 monjes: los mayores de 10 a?os fueron asesinados o deportados a Siberia (y no se volvi¨® a saber de ellos). Por eso emociona saber que el viejo monasterio acaba de abrir una escuela para j¨®venes aspirantes a lama (buscan financiaci¨®n para construir un ba?o y una cancha de deporte).
Mongolia va poco a poco recuperando su tradici¨®n budista, reclam¨¢ndola en los rincones m¨¢s insospechados de su portentosa geograf¨ªa. Cualquier sitio es bueno para improvisar un santuario: Una colina en el paisaje. Un ¨¢rbol que destaca sobre el resto. Una rama un tanto ca¨ªda... Entre las ofrendas, uno encuentra una muleta, la funda de un volante o la bater¨ªa de una moto.
Tres monasterios forman el n¨²cleo duro de esta recuperaci¨®n: Erdene Zuu, el m¨¢s viejo; Amarbayasgalant, el mejor conservado; y Gandan, el m¨¢s grande. Este ¨²ltimo es una de las visitas obligadas de Ulan Bator. Se mantuvo bastante intacto de cara a la galer¨ªa; algo hab¨ªa que mostrar a los pol¨ªticos de visita oficial al remoto pa¨ªs.
Para llegar a Amarbayasgalant hay que recorrer 220 kil¨®metros -parecer¨ªa que fueran miles- plagados de baches. Para cuando el viajero lo divise a lo lejos, el asfalto ser¨¢ un recuerdo lejano y su trasero acumular¨¢ m¨¢s golpes que una pandereta. "Madre m¨ªa, al fin", puede ser un primer pensamiento. Despu¨¦s, vendr¨¢n otros m¨¢s introspectivos.
En el interior del templo principal, un viejo monje alecciona a 20 ni?os que a ratos se distraen, cuchichean entre ellos o miran el techo. Sus zapatos est¨¢n desperdigados por el suelo del templo. El monje -traduce la joven gu¨ªa, Oggi- les insiste en la importancia de mantener la tradici¨®n viva. Despu¨¦s, cada ni?o recibe en el cuenco de la mano una cucharada de leche de yegua fermentada que chuperretean.
Por la noche, dentro ya del ger (la tradicional vivienda mongol) donde descansar¨¢n, los viajeros brindan con vodka Ghengis Khan, por supuesto. El conductor, que gu¨ªa a los viajeros y con quien se comunican mediante sonrisas, les regala una canci¨®n tradicional. Tras los aplausos, siguen brindando con el Pr¨ªncipe universal. Hasta caer redondos.
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