Don Luis pasa lista a sus muertos
El cura de cinco parroquias de A Coru?a y Lugo rescata los nichos del anonimato
Don Luis est¨¢ de inventario. Reparte formularios entre los parroquianos y les obliga a hacer memoria. Estos d¨ªas, los vecinos tienen que aclarar qui¨¦n es el titular de los nichos de la familia, ponerle nombre a cada uno de los difuntos que los habitan y, en lo posible, concretar la fecha de nacimiento y de defunci¨®n de ¨¦stos que ya se han ido. La campa?a promovida por el p¨¢rroco est¨¢ trayendo bastantes problemas a las casas. Unas veces, porque los vivos no se acuerdan de c¨®mo se llamaban los muertos. Otras, porque a lo mejor en la tumba no est¨¢ quien algunos primos que viven en la ciudad cre¨ªan que estaba. En ocasiones, porque el agujero que permanec¨ªa sellado desde hac¨ªa a?os est¨¢ en realidad vac¨ªo. Y en otras, porque de repente aparecen dos o tres parientes que se disputan la titularidad de los panteones, asegurando que en el ¨²ltimo reparto de la herencia fueron ellos los que se quedaron con la licencia del nicho (un agujero que en realidad es siempre propiedad del obispado).
"Lo que le da vida ahora a las aldeas son los cementerios. Son el gran atractivo"
De momento, don Luis s¨®lo ha completado el inventario del cementerio de Mom¨¢n (en Xermade), y ahora se ha puesto a la vez con los de sus otras cuatro parroquias, repartidas entre dos di¨®cesis: Labrada (Guitiriz), Camb¨¢s (Aranga), el Alto y el Val de Xestoso (Monfero). En total, trata de ponerle nombre a unos 500 difuntos, algunos recientes y otros muy, muy viejos, que tienen su ¨²ltima morada en camposantos de entre 300 y 200 a?os. Imposible no encontrarse con tropiezos.
"Hubo muchos enfados. Much¨ªsimas broncas en las familias", reconoce el cura. "Ahora los nichos son como pisos. Valen un mont¨®n. Y como en la ciudad no hay, los que marcharon de la aldea quieren tenerlos para enterrar aqu¨ª a los suyos", explica don Luis, por nombre completo Luis ?ngel Rodr¨ªguez Pati?o. Don Luis es un cura bastante conocido: por rebelde, porque defiende el celibato opcional, revoluciona la vida de todo pueblo al que llega y mete en mil fregados a los viejos. Una vez su historia inspir¨® un n¨²mero a aquel programa que se llamaba La parodia nacional. Fue cuando un domingo de ma?ana, en plena turn¨¦ fren¨¦tica de parroquia en parroquia, le respondi¨® a un guardia civil que lo par¨® para hacerle un control de alcoholemia que llevaba ya unos cuantos "chupitos" de vino de misa. Y que si daba positivo le cursase la multa al obispo.
Pero eso ocurri¨® hace ya diez a?os. Ahora el c¨¦lebre cura de Xestoso que intent¨® llevar a los solteros a Cuba recolectando chapas de una marca de refresco que sorteaba el viaje, est¨¢ volcado de lleno en proyectos mucho m¨¢s arduos: l¨ªa a sus parroquianos para que se apunten en la UNED Senior (batiendo el r¨¦cord nacional de participaci¨®n); los anima a que hagan memoria hist¨®rica y estos d¨ªas les propone mentar a sus muertos.
Porque los camposantos son hoy el valor m¨¢s vivo del rural que agoniza. "Es una desgracia", se lamenta el sacerdote, "pero hay que decirlo as¨ª: lo que le da vida a las aldeas ahora son los cementerios. Son el mayor atractivo. Y viene todo el mundo a los sepelios, a los funerales, por el d¨ªa de difuntos. Entonces, la iglesia se queda peque?a. En Camb¨¢s, cuando toca entierro, tengo que celebrar la misa al aire libre porque queda m¨¢s gente fuera que dentro de la parroquia".
Lo de inventariar los cementerios es obligado en Galicia desde hace 14 a?os por dos decretos de la Xunta, uno sobre patrimonio y otro acerca de la Polic¨ªa Sanitaria Mortuoria. Sin embargo, apenas hay p¨¢rrocos que en este tiempo se hayan decidido a acometer la tarea. Cuando hay un entierro, en el libro parroquial no se suele anotar la ubicaci¨®n exacta del hueco al que ha ido a parar el muerto, y en los panteones tampoco queda claro qu¨¦ posici¨®n ocupa cada uno de los difuntos que aparecen citados sobre el m¨¢rmol. "La de los cementerios es una tem¨¢tica complicada", asegura Rodr¨ªguez Pati?o. Porque "a los paisanos no les gusta demasiado que les pregunten", y porque en los camposantos parroquiales campa a sus anchas el caos. Bajo tierra no se sabe lo que hay. Hay enterramientos superpuestos, fosas comunes, v¨ªctimas de la guerra y huesos en desorden. En los nichos, aunque las hay, es m¨¢s dif¨ªcil toparse con sorpresas. Por eso, este sacerdote que da misa en cuatro municipios de dos provincias ha decidido, "de momento", centrarse ¨²nicamente, en "las edificaciones".
Con la ayuda de un vecino, Arsenio Romero junior, saca planos de sus cementerios, numera "los departamentos, los bloques, las filas y los huecos", reparte los cuestionarios entre los feligreses, y luego organiza los datos de vuelta en el ordenador. De paso, digitaliza anotaciones de los ro¨ªdos libros parroquiales, que est¨¢n echados a perder. En Mom¨¢n, donde ya ha terminado el inventario, han quedado unas cuantas lagunas sin resolver. Pero "si viene otro Garz¨®n", don Luis se siente preparado para darle respuestas.
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