Aquel 23 de agosto de 1989
Los miles de alemanes del Este que entraron en Austria en el verano de hace veinte a?os fueron el detonante de un movimiento de masas que afect¨® a todo el bloque socialista europeo vinculado a la URSS
Cuentan que un especialista en pol¨ªtica exterior, durante un debate televisado, quiso enfatizar que algo era imposible. "Eso pasar¨¢ cuando caiga el muro de Berl¨ªn", dijo. El episodio habr¨ªa tenido lugar s¨®lo unas semanas antes de que el 9 de noviembre de 1989 el portavoz del Gobierno comunista alem¨¢n anunciara la inminente posibilidad de franquear la divisoria con Berl¨ªn Oeste, desencadenando la marea humana que primero hizo in¨²til el muro y a continuaci¨®n suscit¨® el desplome del comunismo en la Europa oriental. Nuestro experto no hab¨ªa sido el ¨²nico en equivocarse. Desde que Gorbachov emprendiera su pol¨ªtica reformadora, la RDA de Honecker hab¨ªa asumido con discreci¨®n, pero resueltamente, el papel de gu¨ªa del campo socialista. En esa direcci¨®n, para celebrar su 40? aniversario, Mundo Obrero public¨® una serie de reportajes sobre el esplendor del socialismo en la supuesta Alemania democr¨¢tica, de acuerdo con el repliegue hacia el tradicionalismo que desde el a?o anterior impulsara el nuevo l¨ªder comunista espa?ol. Tras cumplir el ritual vasall¨¢tico de las vacaciones en el Mar Negro, Julio Anguita fue asimismo promotor de la reconciliaci¨®n con el PC de Checoslovaquia, despu¨¦s de dos d¨¦cadas de ruptura motivada por la condena del partido de Carrillo y Dolores a la invasi¨®n del Pacto de Varsovia. El pec¨¦ que fuera adelantado al recuperar la democracia volv¨ªa a proponer "la construcci¨®n del socialismo" a la vieja usanza.
Fue la constataci¨®n de un fracaso, del abismo surgido entre la utop¨ªa y la realidad
Occidente aparec¨ªa como el para¨ªso alternativo. Y Hungr¨ªa y Polonia proporcionaban el ejemplo
La desintegraci¨®n del sistema comunista era m¨¢s que visible. El apoyo popular en la URSS a las reformas situadas bajo los lemas de perestroika (cambio) y gl¨¢snost (transparencia informativa) tropezaba ya con el malestar de una clase pol¨ªtica temerosa, y con raz¨®n, de verse desplazada del poder, y sobre todo, con la evoluci¨®n desfavorable de la econom¨ªa. A¨²n hoy, una buena amiga ex sovi¨¦tica, dem¨®crata por lo dem¨¢s, sigue soltando rayos y truenos ante la simple menci¨®n del nombre de ese Gorbachov que le hizo perder la posici¨®n privilegiada en la crema de la nomenclatura. Opini¨®n ampliamente compartida en la ex URSS: m¨¢s val¨ªa la seguridad del pasado. Gorbachov intent¨® sin ¨¦xito la resurrecci¨®n de la Nueva Pol¨ªtica Econ¨®mica (NEP) leniniana y abri¨® la caja de Pandora de las elecciones. En otro sentido, reconoci¨® la exigencia de proceder a una voladura controlada de los reg¨ªmenes de partido ¨²nico en pa¨ªses como Polonia y Hungr¨ªa, donde la base comunista era m¨ªnima y los propios dirigentes emprendieron la senda de encauzar el pluralismo pol¨ªtico.
Cualquier visitante avisado no pod¨ªa abrigar duda alguna desde los a?os setenta: en la sociedad polaca encontrar un comunista confeso era m¨¢s dif¨ªcil que dar con una aguja en un pajar y en Hungr¨ªa el rechazo expl¨ªcito a la calificaci¨®n de comunista llegaba a los empleados al servicio del Comit¨¦ Central del Partido. All¨ª donde se manten¨ªa estrictamente la dictadura del proletariado, era por medio de un ejercicio permanente de la represi¨®n contra una sociedad aplastada y consciente de ello (Checoslovaquia) o seg¨²n formas degeneradas de poder personal con vocaci¨®n din¨¢stica: la Bulgaria de Jivkov, con su hija Ludmila luego fallecida, dispuesto a probar de cara a una sucesi¨®n que si Lenin fue revolucionario, ello ten¨ªa que ver con la gen¨¦tica. Ceausescu y Kim Il Sung, los dos sorprendentes protectores del PCE de Carrillo, su amigo, llevaron esa l¨ªnea hasta una megaloman¨ªa sin l¨ªmites.
Unos en ca¨ªda libre, otros enrocados en el absurdo, la imagen del conjunto era ya desoladora. El 21 de agosto de 1989 lo advirti¨® en este diario el soci¨®logo Alain Touraine, antes de enredarse en un ejercicio te¨®rico franco-franc¨¦s sobre el "Estado voluntarista": "?Osaremos llevar nuestro pensamiento hasta el fin y afirmar que estamos asistiendo al fin de los reg¨ªmenes comunistas, de los que ya nadie podr¨¢ afirmar que representan a la poblaci¨®n de sus pa¨ªses?". Touraine a¨²n dudaba. Una explicaci¨®n menos alambicada y m¨¢s esclarecedora nos llega de la pluma de Edvard Shevarnadze, el principal colaborador de Gorbachov en la pol¨ªtica exterior sovi¨¦tica: "Puede decirse, es cierto, que la democracia, la libertad y la justicia no existen fuera de un sistema social, pero hace falta ignorar totalmente la realidad objetiva para pretender que cualquier cosa parecida a esas categor¨ªas existe en el 'modelo socialista' construido entre nosotros. Basta con mirar la apariencia de las gentes, observar sus rostros, ver c¨®mo van vestidos, c¨®mo est¨¢n alojados, en qu¨¦ condiciones trabajan, para convencerse de que todo ello se parece poco a una existencia digna del hombre. Y que se encuentra desesperadamente lejos del ideal socialista". No era el fin de una ilusi¨®n, sino la constataci¨®n de un fracaso, del abismo surgido entre la utop¨ªa y la realidad.
Interven¨ªa tambi¨¦n la fascinaci¨®n ante el modo de vida occidental, con s¨®lidas bases por una parte, si bien por otra exagerada hasta el grado de presentarse como un para¨ªso alternativo al espectacularmente fallido del socialismo real. De ah¨ª las ulteriores frustraciones, cuando muchos descubran que con el capitalismo ha llegado el fin de la gris seguridad, pero seguridad al fin, que constitu¨ªa la principal aportaci¨®n econ¨®mica de las sociedades socialistas. S¨®lo que en el verano del 89 esa desagradable comprobaci¨®n quedaba lejos, y lo que contaba era la sensaci¨®n, particularmente viva entre los alemanes orientales, de sentirse enclaustrados, en un espacio cerrado por un r¨¦gimen que proclamaba su superioridad respecto de la Alemania Federal y que con la clausura inexorable ven¨ªa a confesar su inferioridad. Adem¨¢s la reformadora Hungr¨ªa ofrec¨ªa el ejemplo, al abrir su frontera con Austria, en una curiosa restauraci¨®n esbozada antes con Kreisky y Kadar de la Kakania sobre la cual ironiz¨® Musil. Los intentos de pasar a Austria por la v¨ªa h¨²ngara tropezaron con muchos obst¨¢culos en los primeros meses del 89, incluido un sello en los pasaportes de los rechazados. Las vacaciones de verano ofrecieron una nueva posibilidad de intentar la huida. Porque en realidad de huida se trataba.
De ah¨ª la significaci¨®n de ese 23 de agosto de 1989, cuando el Gobierno h¨²ngaro decide no oponerse al paso. Dos d¨ªas s¨®lo despu¨¦s de que Touraine publicara su art¨ªculo. Fue la peque?a brecha abierta en la presa que la hizo saltar. Los miles de alemanes del Este que entraron en Austria fueron el detonador de un movimiento de masas que afect¨® en los meses finales de 1989 a todo el bloque socialista europeo vinculado a la URSS. Adem¨¢s, Hungr¨ªa y Polonia proporcionaban el ejemplo. ?Por qu¨¦ seguir vegetando pol¨ªticamente en la obediencia pasiva? ?Por qu¨¦ sufrir por m¨¢s tiempo el enclaustramiento en el espacio socialista? Las movilizaciones y una incipiente organizaci¨®n pol¨ªtica pusieron a los distintos Gobiernos de las llamadas democracias populares ante la disyuntiva de aceptar el cambio o disparar. Con Tiananmen, China hab¨ªa proporcionado una prueba de la eficacia de la segunda opci¨®n, s¨®lo que Gorbachov y Shevarnadze no la aceptaban. Est¨¢ por analizar el papel desempe?ado por los peones que Mosc¨² siempre ten¨ªa infiltrados en las direcciones de los partidos comunistas, y que en esta ocasi¨®n actuaron, en RDA, en Bulgaria y tal vez tambi¨¦n en Rumania, eliminando a los viejos l¨ªderes. El resultado es conocido. No hubo reforma de lo irreformable y si una inversi¨®n del lema tradicional. Como rezaba un graffiti alem¨¢n: Proletarier aller L?nder, verzeihen uns ("Proletarios de todos los pa¨ªses, ?perdonadnos!"). Al otro lado, claro, no estaba tampoco el para¨ªso.
La primera lecci¨®n del 89 es inequ¨ªvoca: los Estados dictatoriales, de la China de Deng al Ir¨¢n de Jamenei, cuentan con recursos suficientes para aplastar a los m¨¢s cohesionados movimientos de alternativa democr¨¢tica. Corea del Norte, Birmania, Cuba, son otros ejemplos de supervivencia si la represi¨®n es decidida. En cuanto a los que huyeron, destaca la presencia de la continuidad, con la diferencia sabiamente apreciada por Stalin, entre quienes tuvieron o no unos antecedentes de pluralismo pol¨ªtico. De un lado, Chequia/Eslovaquia, Hungr¨ªa o Polonia; de otro, la restauraci¨®n autocr¨¢tica asentada en el nacionalismo granruso de Vlad¨ªmir Putin.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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