Largas novelas de agosto
Mi amigo Bill, que se ha pasado gran parte de la vida como profesor universitario en Brooklyn, tiene una idea muy concreta y nada fantasiosa de la vida en el para¨ªso terrenal: sentarse al fresco de las tardes de verano en la terraza de su apartamento en El Escorial, leyendo novelas por gusto y no por obligaci¨®n, percibiendo la brisa en los ¨¢rboles y los golpes breves y secos de las pelotas en los campos de tenis. En otras estaciones del a?o parece que uno tiene que elegir entre quedarse a leer o salir a la calle, entre los libros y la vida pr¨¢ctica y real. Detr¨¢s de la ventana hace fr¨ªo o llueve o golpea el viento, o hay una temperatura tibia de abril o de octubre que nos reclama para los placeres ambulantes de la vida al aire libre. En el verano, en su cima pl¨¢cida de agosto, el mismo aire puede remover las hojas de los ¨¢rboles y las p¨¢ginas del libro que leemos a su sombra, de modo que estamos simult¨¢neamente en el mundo y fuera de ¨¦l, en la intemperie gustosa con olor a mar o a cloro de piscina y a crema bronceadora y en la interioridad hospitalaria de la literatura. A los ni?os antiguos nos dec¨ªan que nos quedar¨ªamos amarillos de tanto leer, nos auguraban a veces un porvenir de enfermedad y trastorno por culpa de aquella afici¨®n, y no les faltaban sus razones. En estos d¨ªas de agosto leer al sol sobre una toalla de colores o a la sombra fresca de un toldo en una terraza o en un jard¨ªn tiene algo de la inmediata felicidad f¨ªsica de sumergirse en el agua, de darse una caminata con el primer fresco del d¨ªa. La sed de la lectura se sacia tan a largos tragos como la del agua l¨ªmpida despu¨¦s del ejercicio. La dulzura de no hacer nada durante muchas horas se confunde con el ligero mareo de haber le¨ªdo y le¨ªdo sin sobresalto. Sobre la tipograf¨ªa tupida de la novela que a¨²n va a durarnos muchos d¨ªas se recorta la silueta m¨®vil y precisa de una hoja de higuera. Los murmullos del bosque del libro se corresponden con los de la palmera a cuya sombra hemos dispuesto la butaca. La vela del nav¨ªo imaginario que atraviesa los mares restalla ahora mismo en la lona del toldo, mientras a una cierta distancia chocan invisibles contra el suelo las pelotas de tenis.
Hace falta la bendici¨®n de una indolencia verdadera y de una novela que nos subyugue y nos llegue al fondo del alma
'Vida y destino', como 'Ulysses', parec¨ªa que hubieran estado esperando para que yo las encontrara en la edad justa de mi vida
Hace falta la doble bendici¨®n de una indolencia verdadera y de una novela que nos subyugue por completo y nos llegue al fondo del alma, y ninguna de las dos cosas es f¨¢cil. La indolencia no es simplemente el reverso de la actividad, porque uno puede estar desocupado y sentir sin embargo la tensi¨®n de las obligaciones aplazadas, y porque estamos mucho m¨¢s entrenados para la agitaci¨®n que para la inquietud, y nos cuesta lograr ese estado simult¨¢neo de alerta y sosiego que favorece la contemplaci¨®n y sin el cual no es posible la lectura provechosa, ni tal vez tampoco la felicidad. Estar plenamente en un sitio, en un cierto momento, en una terraza cerca de las pistas de tenis o en un jard¨ªn junto a una piscina o en una tumbona frente al mar; y al mismo tiempo estar en el mundo densamente habitado y tambi¨¦n ilusorio de una novela, entregado a ella, queriendo avanzar y queriendo que no acabe, una novela que exija el ejercicio sostenido de las mejores facultades intelectuales y que prodigue a cambio la recompensa de un hallazgo decisivo sobre la experiencia humana contado con la cercan¨ªa y la inminencia de un cuento primitivo.
En el mes de agosto de hace tres a?os esa rara conjunci¨®n de profunda indolencia y gran literatura me devolvi¨® ¨ªntegra la pasi¨®n por las novelas, que se me hab¨ªa ido entibiando con el paso del tiempo y tal vez tambi¨¦n con los desenga?os y las fatigas del oficio. Si la realidad es tan deslumbrante, tan ilimitada, tan rica en maravillas y en atrocidades, ?qu¨¦ sentido pod¨ªa tener la ficci¨®n? Lo que m¨¢s me hab¨ªa atra¨ªdo de las novelas cuando era joven ahora me aburr¨ªa y me apartaba de ellas: sus trampas previsibles, sus anzuelos para reclamar y sostener la atenci¨®n, sus simetr¨ªas disimuladas por imitaciones torpes de los desprop¨®sitos y las discontinuidades de la vida. En vez de novelas le¨ªa ahora libros de historia o de divulgaci¨®n cient¨ªfica, memorias, biograf¨ªas. La poes¨ªa alimentaba en dosis inmediatas y muy concentradas mis necesidades de invenci¨®n literaria. Pensaba con distancia, con m¨¢s remordimiento del habitual, en las ficciones que yo mismo hab¨ªa escrito.
Antes de volver a Espa?a para las vacaciones encontr¨¦ por azar en una librer¨ªa de Nueva York la traducci¨®n al ingl¨¦s de Vida y destino, de Vasili Grossman. Y en un puesto callejero me llam¨® la atenci¨®n un Ulysses editado por la Modern Library en los a?os sesenta, s¨®lidamente encuadernado en rojo, gustoso al tacto, con letra grande y tipograf¨ªa invitadora. Creo que eleg¨ª los dos libros menos con la inteligencia que con la mirada y con las manos, porque hasta el momento de verlos no hab¨ªa sentido deseo de leer ninguno de los dos. Como a tantos lectores, Ulysses me hab¨ªa atra¨ªdo y me hab¨ªa derrotado varias veces a lo largo de los a?os, desde que compr¨¦ en los lejanos setenta aquella edici¨®n en dos tomos blancos de Lumen traducida por Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde. Un lector ha de ser sincero consigo mismo, e igual que no debe envanecerse de las alturas que ha conquistado tampoco tiene que avergonzarse de sus fracasos ni esconder su capitulaci¨®n ante una obra maestra.
Ante Ulysses yo me hab¨ªa rendido. A Vida y destino no le hab¨ªa hecho mucho caso la primera vez que se public¨® en Espa?a, aunque tuve el libro en mis manos, y hasta en mi mesa de noche. Me aseguran que la traducci¨®n de Marta Reb¨®n que Galaxia Gutenberg convirti¨® en un gozoso ¨¦xito de ventas es mucho mejor que la que yo no le¨ª entonces. En cualquier caso, Vida y destino, como Ulysses, parec¨ªa que hubieran estado esperando para que yo las encontrara en la edad justa de mi vida, en el verano necesario, con toda la calma por delante que no hab¨ªa tenido en mucho tiempo.
Con Vida y destino y luego con Ulysses me enamor¨¦ de nuevo del arte de la novela y comprend¨ª con m¨¢s claridad que nunca, despu¨¦s de un largo viaje de desenga?o, su fant¨¢stica capacidad para retratar la materialidad del mundo visible y revelar lo que est¨¢ casi siempre oculto en la conciencia y en el coraz¨®n humanos. Vida y destino es una cr¨®nica de la noche oscura de Stalin y una sofisticada construcci¨®n literaria; Ulysses parece el colmo del experimentalismo verbal y del hermetismo narrativo y sin embargo es un desbordamiento tragic¨®mico de humanidad a la manera de Rabelais, de Shakespeare y de Cervantes. Largas novelas populosas para los largos d¨ªas de agosto; para volver de ellas tan confortado, tan revivido, como a la vuelta de esos lugares de veraneo en los que uno se ha encontrado incr¨¦dulamente en el para¨ªso terrenal.
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